México: Con pena, sin gloria

martes 21 de septiembre de 2010

Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)


En algún lugar de la noche, en la grieta más reciente de la memoria, cuando las luces y los artificios se desvanecen en el amanecer de una inminente realidad, el eco de la algarabía ylas imágenes vacías se disuelvenen la niebla del olvido...

Todo lo efímero es intrascendente como lo son las llamaradas de petate, es fugaz e intenso como suelen serlo las mentadas de madre; lo efímeroincide momentáneamente en el ánimo, enardeciéndolo o exasperándolo, pero no se aloja en la hospitalidad de los recuerdos.Y así: efímera, fugaz e intensa fue la celebración del bicentenario de la independencia nacional.


Los ecos de una celebración suelen perdurar mucho después de la culminación del evento;no obstante, los festejos del bicentenario se diluyeron en cuanto se transmitieron. El bicentenario se redujo a un espectáculo mediático, escrupulosamente ejecutado bajo todas las medidas posibles de seguridad. En la fiesta del pueblo se reservaron el derecho de admisión y solamente una minoría logró participar.


Ahora, cuando el ecode las fiestas patrias se ha extinguido, sólo queda un dispendio injustificable; es poco menos que improbable queel baile de las flamasintermitentes sobre Palacio Nacional se inscriba con letras de oro en la memoria colectiva de un pueblo con necesidades apremiantes. El rezago educativo se agudiza, las inclemencias de la naturaleza se traducen en miles de damnificados, escuelas y hospitales públicos padecen el descuido y la desatención gubernamental.La invocación de epopeyas históricas carece de importancia para la mitad de los mexicanos que día a día luchan por sobrevivir. El bicentenario se esfumará como otra fiesta cívica más, envuelta en penas y pesares,sin ápices de gloria.


Los millones de pesos que se han erogado en eventos fastuosos pero efímeros pudieron destinarse a solventar el quebranto de los mexicanos que han padecido la indiferencia y el olvido de las políticas públicas.Una verdadera celebración patriótica consistiría en hacer realidad los anhelos elementales de los ciudadanos. En un digno festejose hubiese asistido a los damnificados, a los marginadospor la miseria y la ignorancia,extendiendo el abrazo de la patria a todos los rincones del país.


Ante el peso de la historia es un imperativo recapitular y reconocer quela patria es una idea que se aloja en la memoria colectiva, es una convicción que se arraiga en un corazón agradecido y que se forja cuando los habitantes perciben la protección de un estado realmente libre y soberano.


La mejor forma de celebrar el pasado es construyendo el futuro: un pueblo alcanza la libertad cuando se despoja de las cadenas de la ignorancia, cuando logra vencer al flagelo de la miseria, cuando la esperanza del porvenir perdura sobre las imágenes vacías disueltas en la niebla del olvido…


Laura M. López Murilloes Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
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