¿Están ensayando un nuevo y “humanitario” colonialismo?

martes 25 de octubre de 2011

Alberto Maldonado (especial para ARGENPRESS.info)

Algo parecido debió haber ocurrido, hace un siglo (unos días menos) Un 28 de enero de 1912 fue asesinado en Quito (Ecuador) el introductor del liberalismo machetero junto a varios de sus lugartenientes. Luego fueron arrastrados por las calles capitalinas, con el visto bueno (o por lo menos, la gracia) de la jerarquía eclesiástica ecuatoriana y de los políticos de derecha de la época. El bestial delito fue cometido por una chusma enfurecida, alcoholizada y fanatizada; pero nadie pagó un solo día de cárcel, por semejante crimen, aunque el liberalismo (a medias) fue introducido en el país; y Eloy Alfaro y sus lugartenientes son recordados, con veneración y cariño.

Algo de semejante crimen, me ha recordado la moderna televisión. ¡Con qué fruición las (y los) locutores de informativos anunciaban, con tomas incluidas, que el coronel Muhamar el Gaddafi, no solo que había sido arrestado (todavía vivo) sino que había sido ultimado y arrastrado por una patrulla furiosa de rebeldes! (¿mercenarios?, ¿sicarios?) a quienes, sin haber sido siquiera militantes de alguna causa (justa o injusta) acaban, el gran imperio y los imperitos, de entregarles, sin beneficio de inventario, un estado que fue libre y soberano pero que está lleno de petróleo, un mar de agua dulce y un estándar de vida, más que aceptable.

Ese mismo día, el premio adelantado de la paz, señor Barak Obama, proclamó su felicidad y su deseo porque Libia “siga y construya” la democracia y la libertad, aunque reconoció que el camino va a ser largo y difícil. Algo parecido dijo la señora Hillary Clinton, que visitó hace poco Libia para poder respirar “libertad y democracia” El Primer Ministro conservador de Gran Bretaña, David Cameron, no cabía de satisfacción por ese asesinato: y uno no puede dejar de preguntarse cómo puede ser tan curuchupa (conservador) y fascista, un líder tan joven. Y preguntamos: ¿qué diría Sir Winston Churchil, si viera el pobre nivel de sus sucesores? El Presidente de Francia, señor Sarkosy, saltaba de gusto, tanto porque Gaddafi había sido ultimado por sus captores, como porque su joven mujer y ex modelo, había parido a su primogénita. El único que parecía un poco apesadumbrado era el señor Silvio Berlusconi (cada día más parecido a su antecesor, Benito Mussollini, por lo payaso) no tanto por la muerte de su “amigo” (con quien se abrazaba hace poco) cuanto porque sus enemigos andan tratando de sacarle del poder político. Y hasta la señora que las oficia de Ministra de RR.EE. de España, derramaba amabilidad y decía que Libia “debe tomar su propio camino” (no dijo cómo, ya que ella está de salida). Y así.

Solo el Comandante Hugo Chávez Frías tuvo la entereza suficiente para condenar el crimen y para decir que Gaddafi es ya un nuevo mártir de los pueblos y como tal será recordado y venerado. Otros gobiernos, a nombre de sus pueblos (especialmente del tercer mundo y del ALBA) condenaron la barbarie desatada por países del “primer mundo” contra un país que era libre y soberano. Y pensar que ellos critican a nuestros indios cada vez que, en sus comunidades, ejercen su justicia milenaria, contra ladrones y piratas. ¿Quién ordenó ese asesinato? ¿Quiénes están violando descaradamente los más elementales principios de la convivencia mundial? ¿Quiénes se han atribuido, como una especie de jueces supremos, la capacidad de intervenir un estado, un país, que no solamente es miembro nato de las Naciones Unidas sino que su jefe de estado ha “hecho buenos negocios” petroleros con ellos?

Hablando de asesinatos “universales” ya van tres; y ya van para tres años que no está en el poder de EE.UU. el señor Bush hijo (de quien se esperaba cualquier cosa) Está en el poder el señor al que le dieron el premio nobel de la paz adelantado y que aspira a un segundo y último mandato. El primero de los asesinados fue de Sadan Hussein, el mismísimo de las guerras madres y de los inexistentes armamentos de destrucción masiva, que fue encontrado, como un roedor, en un túnel, y con el que por lo menos hicieron la pantomima de un juicio oral, hasta llevarlo, a la horca, como espectáculo mundial. Los demócratas y libres que llevaron a cabo semejante ejecución, ¿no pudieron por lo menos evitar el espectáculo mundial? ¿O no quisieron?

El segundo de los sentenciados fue el señor Bin Laden, el malo, porque el bueno había sido un aliado de los EE.UU. cuando luchaban en Afganistán contra la “ocupación” soviética. De él, el premio adelantado de la paz y su secretaria de estado, dijeron que había sido ultimado por un comando muy especial del propio ejército norteamericano, en un pueblito cercano a la capital de Paquistán (cerca de Afganistan) y que su cadáver fue arrojado al mar de un buque de guerra norteamericano. Y el imperio y los imperitos siguen buscándoles (para matarlos, sin fórmula de juicio) a quienes, según siempre lo servicios de inteligencia del gran imperio, les sindican de sucesores de Bin Laden.

El tercer sentenciado fue Gaddafi. El cristiano imperio y los imperitos (Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania y hasta España) se “reservaron el derecho” de invadir un estado. Y eso que se llama Corte Internacional Penal de La Haya dictó una orden internacional de captura, “vivo o muerto” Y vaya que la OTAN (un organismo que se lo creía inservible) a pesar de la crisis económica de los imperitos europeos, se gastó nada menos que unas 20 mil “incursiones humanitarias” contra Gaddafi el malo, que pretendió resistirse, primero en la capital Trípoli y por último en su tierra natal, Sirte. Allí fu encontrado, asesinado y arrastrado por algunas calles, en repetición salvaje de eso que una chusma alcoholizada hizo, hace un siglo, en Ecuador, con Eloy Alfaro y algunos de sus lugartenientes. Lo casi cómico de todo esto es que la OTAN revivió para proteger a mil “rebeldes” (mercenarios o sicarios, pagados) y mataron “piadosamente” a 60 mil libios.

De todo este espectáculo que la humanidad está viviendo, hay que sacar conclusiones; conclusiones que ya comienzan a florecer por doquier y que al imperio, los imperitos y los pelucones locales, les importa un bledo. Y aun cuando nos digan que seguimos arando en el desierto, pues no resistimos la tentación de por lo menos dejar estas constancias:

Lo primero, que salta a la vista, es que ha quedado liquidada lo que hasta hace poco parecía sagrado: la soberanía nacional. La nueva política imperial solo espera que surjan por doquier unos “rebeldes” (aunque no lo sean) para que el imperio y los imperitos se precipiten sobre él, a pretexto de “protección humanitaria” Tampoco hay problema si hay que matar 50.000 para proteger a mil.

Lo segundo, que la asamblea general de las propias Naciones Unidas, no sirve absolutamente para nada. Desde hace rato que el imperio se limpia con esas resoluciones (el caso del criminal bloqueo que ejerce por si y ante si, contra Cuba, un país reconocido como soberano y libre)

Lo tercero, que el Consejo de Seguridad de las NN.UU. igual que la Corte Penal Internacional de La Haya sirven únicamente cuando el gran imperio o los imperitos quieren invadir un país o quieren desaparecer a un líder. La prueba es que hasta la fecha no han emito resolución alguna para parar a los nuevos fascistas israelíes.

Cuarto, que hay algún dictador mundial que dicta las órdenes de ocupación o de asesinato, sin rendirle cuentas a nadie. ¿No dice la declaración fundamental del organismo mundial que todo ser humano tiene derecho a un juicio justo? Ahora se comprende porque le dieron al señor Obama el premio mundial de la paz adelantado; si esperan, ¿cómo podrían darle? Hasta en Estocolmo hay cierta dosis de moral anticipada.

Quinto, que el imperialismo es el imperialismo y basta. Y el que no le guste que se atenga a sus consecuencias, especialmente si es estado. Ha quedado demostrado que los verdaderos gobernantes del gran imperio son los del club exclusivo de multimillonarios, llamado Gotemberg; y que demócratas o republicanos deben obedecerlos, no importa, si es negro y/o mestizo.

Que los imperitos (algunos países europeos) no han dejado de ser lo que siempre fueron: unos agresores y guerreristas por excelencia. La vieja OTAN, que fue hecha para agredir a la ex Unión Soviética y algunos otros países, que estaban en esa órbita, acaban de encontrar qué hacer: el revuelto norte de África, siempre y cuando sean gobiernos contrarios al sistema.

Otra conclusión: que los bienes de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, deben darse los propios países, cueste lo que les cueste. Los casos de Hussein, Bin Laden, Gaddafi han demostrado que no basta con “hacerse amigos incondicionales” (a través de buenos negocios) del gran imperio y los imperitos, ya que tarde o temprano puede ser que se acuerden de las insolencias del pasado especialmente si hay riesgos para dictaduras “amigas”. Así, pues, estos caballeros pasaron de buenos a malos, en menos de lo que canta un gallo.

La gran pregunta de los hombres y mujeres libres que aún quedamos en este mundo: ¿qué hacer?

¿Y ahora quién podrá defendernos? preguntaba el Chavo del Ocho, cuando era un grupo homogéneo que hacía reír. Si hasta ellos se dispersaron.

La pregunta formulada me recuerda un viejo chiste que le aplicaban al doctor Velasco Ibarra (5 veces presidente de Ecuador y cuatro veces derrocado):

Dicen que estaba muy preocupado por la situación económica del país (que, ayer como hoy, no era buena) y que le pidió a uno de sus Ministros (Perico Menéndez, ya fallecido) que hiciera “un estudio de situación” y que más pronto que tarde, le proponga alguna solución. Decía la anécdota que, un mes después, Perico Menéndez pidió hablar con el Presidente para referirle la conclusión a la que él y su equipo de diagnóstico habían llegado. Desde luego, el grupo fue recibido de inmediato por el Presidente Velasco y, después de los saludos de rigor, le expusieron:

Señor Presidente –dijo Menéndez- hemos analizado mil y una posibilidades de mejorar la situación económica nacional y no hemos encontrado solución alguna. Hemos consultado a los sabios de la política económica, a los economistas de derecha, de centro y de izquierda; y todos coinciden en que la situación es muy difícil; y mucho más difícil encontrar una, dos o tres soluciones, sin enojar a los pocos que todavía nos ayudan.

Entonces, les cortó el Presidente, ¿no proponen ninguna solución? He perdido mi tiempo nombrándoles, en esta comisión…

Y cuando el Presidente iba a dar por terminada la reunión e iba a cancelar a los comisionados, por inútiles, el señor Menéndez, le dijo: Hay una solución, señor Presidente. Pero, para esto usted me permitirá que le recuerde un poco de historia: Europa le declaró la guerra a Estados Unidos. Perdió e inmediatamente vino el Plan Marshall. Vea usted, señor Presidente, como está resurgiendo Europa, especialmente la Alemania de Hitler. Otro caso, señor Presidente: Japón, le declaró la guerra a Estados Unidos, perdió, y luego vino el resurguimiento del Japón, al extremo que hoy es un competidor de los propios Estados Unidos. Terminó proponiéndole:

Señor Presidente: no encontramos otra solución que declararle la guerra a los Estados Unidos de Norteamérica. Pero tenemos una preocupación adicional:

¿Cuál? les cortó tajante el Dr. Velasco Ibarra La preocupación es, señor Presidente, “y si le ganamos”.

Como soy un optimista incurable, miro una solución más real: veo que los indignados (forajidos) europeos, como que han trastornado la calma chicha de política europea. Por lo menos, han causado tremendo desazón a los gobiernos de Gran Bretaña, Francia, Alemania, España; y no saben qué hacer con Grecia, con Portugal, con la misma Italia y su Berlusconi.

En otro escenario, veo también que hasta se atreven contra el centro y la cuna del capitalismo, la famosa (¿o famoso?) Wall Strett; y hasta quieren ocuparlo. Creo que la solución viene por esos lados. Creo que a los habitantes de esos países se les está acabando eso que llaman “la gran vida” (o algo parecido) y que por ahí puede estar la solución mundial. ¿Ustedes que creen?

Alberto Maldonado es periodista, residente en Ecuador.

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