La Huelga General de 1916 a través de los ojos negros de la costurera Esther Torres

 

 

  • 104 años de la fundación del Sindicato Mexicano de Electricistas

La Utopía de hoy, será la realidad del mañana

 

Por. Raúl Jiménez Lescas¹

 

Nada se sabe de la suerte

que hayan corrido

los obreros arrestados por los esbirros de Carranza.

¿Se les habrá fusilado?

¿Habrán sido fusiladas igualmente las obreras Ángela Inclán y María Ester Torres?

Porque de todo es capaz la barbarie capitalista.

¡Recordad a Margarita Ortega!

Ricardo Flores Magón, 1916.

Archivo Magón

     Me encontré, por primera vez, con Esther Torres del Sindicato de Costureras y de la Casa del Obrero y, luego, Casa del Obrero Mundial (COM), en la Lagunilla mi barrio, donde una vez estuvo sesionando el grupo Luz; luego tomando café en el Sanborns de la Casa de los Azulejos en ésta enorme Ciudad de México, donde en una ocasión la Casa del Obrero cohabitó y luego fue violentamente desalojada. Estos encuentros tienen ya cuatro décadas, cuando corría el año de 1979 y soplaban vientos de cambio en Nicaragua y El Salvador, en el atormentado Istmo de Centroamérica.

     A Ernesto Velasco lo conocí, cuando estuve cerca del SME², en Antonio Caso 45, esperando que bajaran el switch en una revisión salarial y contractual con la extinta Compañía de Luz y Fuerza del Centro (CLyFC), creo que en 1980.

     Años después volví a encontrar a Doña Esther, en el testimonio elocuente de Jacinto Huitrón, uno de los fundadores de la Casa (aquella soleada mañana del domingo 22 de septiembre de 1912 en la calle Matamoros, bautizada así en honor al brazo derecho del Generalísimo Morelos).

     El relato dormía profundamente en la enorme biblioteca de la Universidad Obrera de México y, lo desperté, con una pregunta de sobresalto: Dime Chinto: ¿Cómo ocho obreros se convirtieron con el paso de cuatro años en 90 mil sindicalistas? Chinto, explícame: ¿Cómo un cantero, un sastre, un carbonero, un herrero, un mecánico, un carpintero, un mesero español y un ex militar colombiano, todos anarquistas, pusieron en el orden del día de la Revolución Mexicana la agenda laboral?

     Don Jacinto Huitrón dormía plácidamente en la Universidad Obrera a una cuadra donde vivió José Martí, ahí en San Idelfonso 72, en pleno Centro Histórico de México. Eso ocurrió hace muchos años y desde entonces… “No hago otra cosa que pensar en ti” cantaría Joaquín Sabina con versos de su compadre Joan Manuel Serrat.

     Ah… pero tuve tres encuentros ocasionales con la señora casa del obrero mundial.

     El primero, para pisarla como calle. Ahí donde su Memoria es calle y un letrero reza: “Obrero Mundial”, pasando el viaducto y al filo del ex Parque del Seguro Social, donde vi los mejores jonrones de los Diablos Rojos y Los Tigres del México. Así empecé a escribir notas entre los surcos de mi Memoria Histórica para mantener encendida la flamita del recuerdo del “Obrero Mundial” y los primeros sindicatos del siglo XX.

     El segundo: en el viejo auditorio del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) en el año 2000, dando un curso a 900 electricistas, todos hijos de la… Huelga General de 1916. Fue el SME y miembros de la Casa quienes organizaron la primera huelga general de México aquel combativo y alegre día del 31 de julio de 1916. Don Venustiano Carranza era, entonces, el Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista y estalló en cólera por la huelga general y, ordenó, instalar un Consejo de Guerra para fusilar a Ernesto Velasco, líder de los electricistas y de la huelga general.

     El tercero: En Morelia, cuando fui al Nacional Monte de Piedad y no precisamente a empeñar. Ahí estuvo la sede moreliana y michoacana de la Casa del Obrero Mundial y, me sorprendió, que un mártir de esa Casa su Memoria tenga forma de calle: Serapio Rendón, vocero de la señora en la Cámara de Diputados, la que sesionaba en el viejo edificio de Donceles, y asesinado por la dictadura del llamado usurpador, Victoriano Huerta en 1913.

Mañana segunda parte.


¹ Doctor en Historia Regional por el IIH de la UMSNH. Profesor de Educación Sindical y Tutor Virtual. Promotor cultural e investigador laboral. Correo: rjlescas@gmail.com blog: rjlescas.blogspot.com

² Víctor Sánchez Sánchez, El surgimiento del sindicalismo electricista (1914-1917), México, 2016.

Fuente 

 


  • 104 años de la fundación del Sindicato Mexicano de Electricistas

La Utopía de hoy, será la realidad del mañana

 

POR. RAÚL JIMÉNEZ LESCAS¹

Los sindicalistas somos hijos de la… Casa del Obrero Mundial y/o de la Huelga General de 1916. Porque en ella nacieron los modernos sindicatos y ahí se cerró la etapa del mutualismo del movimiento obrero. El SME, el próximo 14 de diciembre, cumplirá 106 años, es el hijo desobediente de la señora y, pese a su edad avanzada y la represión del gobierno mexicano, goza de buena salud.

     La voz femenina de la COM no podría faltar. Así despertamos de su profundo sueño a Doña Esther, miembro de la etapa romántica de la Casa del Obrero y primera mujer obrera en ocupar un cargo sindical en el Comité de la Huelga General de 1916, junto a su camarada Ángela Inclán, bonetera y sombrerera.

     También le preguntamos lo mismo que a su compañero Jacinto y contestó:

Cuando fui miembro de la Casa del Obrero Mundial, podríamos decir que era la edad romántica de la Casa del Obrero Mundial, porque era hermoso, hermoso, hermoso, que el 1º de Mayo, ya por abril empezábamos a ahorrar, ya empezábamos a tomar acuerdos cómo vestirnos; que con falda negra y blusa roja (…); un entusiasmo muy grande para ir por las calles en la manifestación (…) cantábamos El Hijo del Pueblo sin pena, dice mi hermana nachita: ‘Sí ahorita me dan mil pesos porque yo no cante en la calle, quédense con sus mil pesos’. Pero en aquella época el entusiasmo, sin saber cantar, brincábamos y cantábamos y creíamos que éramos los dueños de la situación con nuestras banderas, con nuestro estandarte, muy esperanzados de que las cosas cambiarían, ¿verdad?, cambiarían, ¿verdad?, cambiarían. Yo a esa época le llamo la época romántica de la Casa del Obrero Mundial.

     Cien años después el eco de la voz de Esther retumba en nuestros oídos:

 “…, muy esperanzados de que las cosas cambiarían, ¿verdad?, cambiarían, ¿verdad?, cambiarían.”.

     Esther es parte de esas sindicalistas y luchadoras sociales de principios de siglo como las Marías (Ayala y Pimentel); las Torres (Esther y su hermana Nachita); las profesoras Genoveva Hidalgo, Reynalda González Parra y Paula Osorio Avendaño; las enfermeras que nutrieron al Grupo Sanitario Ácrata, las maderistas Margarita Ortega, fusilada y Carmen Serdán, primera presa política de la Revolución en Puebla y, por supuesto, las magonistas, zapatistas y villistas. Las textileras de Río Blanco y las esposas de los huelguistas de Cananea y los ferrocarrileros (“Nunca te cases con un ferrocarrilero” decía una rola setentera).

     De esa generación de tenaces obreras, sindicalistas, socialistas, anarquistas y feministas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX: Clara Zetkin, Lucy Parson (la viuda de los Mártires de Chicago), Mamá Jones fundadora de la IWW (los woglis), la comunera Louisa Michel desterrada en Caledonia y cientos más.

     Jacinto Huitrón, administrador de la COM, escribió:

La tiranía empieza con las relaciones amorosas de los seres. Lo que debía ser base de una generación consciente, libre y dichosa, es hoy el producto de una humanidad fea, esclava y corrompida. (…) El primer verdugo es el marido que se impone a la mujer, ya sea por la fuerza física o por la fuerza legal o religiosa. El hombre, al unirse con la mujer, la sociedad lo considera como un pequeño tirano al que hay que obedecer ciegamente: las relaciones con ellas no son morales, ni amorosas, sino materiales y despóticas. (…).

Tan solo los anarquistas, los llamados destructores de la humanidad, los enemigos del orden, de la moral divina, son bastante atrevidos, nobles y sinceros para propagar estas nuevas ideas de amor libre, de igualdad, de fraternidad, poniendo a la mujer a la misma altura del hombre, considerándola como una compañera de la vida, como una compañera de sociedad, de lucha, como una parte integrante de la producción de la especie (…).

¡No más esclavas de la familia, de la sociedad, de la religión, del trabajo y del hogar! ¡Arriba la mujer! Igualdad en derechos y en deberes para todos! ¡Cultivad a la mujer! Que “querer es poder” y “la utopía de hoy será la realidad de mañana”. Todo es obra de educación, educación y educación, señores egoístas. ¡Reivindicad a la mujer y se manumitirá la humanidad³.

¿Quién fue Ester?

     María Ester Torres nació en Guanajuato, en 1896. Con su madre que había enviudada y su hermana Ignacia (Nachita) emigró al Distrito Federal en 1910 para trabajar jornadas de 12 horas diarias en la Cigarrera Mexicana de Ernesto Pugibet, Luego ingresó como costurera en la fábrica La Concordia (ahí en el actual San Antonio abad).

En 1915 se unió a la COM, donde recibió formación doctrinaria de parte de Rafael Quintero, participó en la formación del Sindicato de Boneteras de la fábrica La Perfeccionadora y organizó el primer Sindicato de Costureras del Distrito Federal. Como delegada de éste, participó en la huelga general del 31 de julio al 2 de agosto de 1916 en el DF, y fue detenida con el Primer Comité de Huelga, recluida en la penitenciaría y sometida a consejo de guerra. Fue liberada a los 26 días con casi todos de detenidos, excepto el electricista Ernesto Velasco.

     La historiadora Anna Ribera Carbó recogió el testimonio de Esther, en un fabuloso ejercicio de Historia Oral:

Estas mujeres obreras, trabajando en el sindicato y en el aula, así como en el Grupo Sanitario Ácrata que acompañó a los Batallones Rojos en 1915, tenían su propia trayectoria en la militancia y su personal camino hacia la organización sindical.

     Sigamos con el relato de Esther, que contó que a su natal Guanajuato llegó la noticia de que “en México había una fábrica donde trabajaban las mujeres”, y entonces “Nachita mi hermana, ella se vino, yo no me vine por la escuela, porque ya estaba adelantada querían que aunque fuera una terminara la primaria”.

     Poco después, Esther siguió las huellas y pasos de sus familiares.

“Y yo entré ahí -dice- y encontré luego luego trabajo. Aquí ganábamos muy bien, decíamos, porque veníamos de la provincia donde sabíamos que ganaban poquito”.

     La Revolución Mexicana avanzaba viento en popa y, en cuando Francisco I. Madero entró en la capital de la República, Esther -señaló Carbó- “ya estaba trabajando en la Cigarrera Mexicana en la calle de Pugibet”.

     Como no existía aún la jornada laboral de 8 horas como demandaba el movimiento obrero internacional y el programa del Partido Liberal Mexicano (magonista), la nueva obrera trabajaba de sol a sol, 12 horas diarias. Esther contó que “una señorita le dijo a mi mamá que nosotras íbamos a acabar como acababan otras personas que trabajaban en cigarreras de tuberculosas (…) y ya entonces mi mamá nos buscó en la fábrica de costura, (…) a mí me mandaron a la camisería y a Nachita mi hermana a hacer (…) uniformes, ropa para obreros, pantalones de mezclilla (…)”.

     El patrón Pugibet, “cuando vino la revolución, se asustó y se fue a los Estados Unidos y ya dejó en otro poder la fábrica”. “En tiempo de revolución pues uno quiere vivir nada más”, dice Esther, y entonces, “en la época (1914) en que estuvo Carranza aquí todos teníamos dinero pero no había que comprar, fue cuando vino el hambre”.

     La Casa del Obrero Mundial había sido fundada en 1912, al siguiente año, organizó la primera gran manifestación en el DF para conmemorar el 1º de Mayo y entregar el pliego petitorio a los diputados en el edificio de Donceles. En 1914, dos gobiernos tomaron el poder central, primero la Convención Revolucionaria de Aguascalientes, y en agosto de 1914, los constitucionalistas.

     La historiadora Garbó narró: “Sin trabajo por falta de materia prima, con una creciente escasez en la capital de la República, Esther y Nachita Torres hicieron caso a una muchacha, Guadalupe Gutiérrez, quien les dijo ‘las voy a llevar a la Casa del Obrero Mundial para que vean que bonito es, que bonito hablan y se contradicen y luego al final se abrazan y que más allá y que más acá (…) Y fuimos’.”

     Cuando las hermanas Torres fueron a la Casa del Obrero ya se había firmado en febrero de 1915 el “Pacto celebrado entre la Revolución Constitucionalista y la Casa del Obrero Mundial, por el cual el constitucionalismo se compromete a mejorar las condiciones de los trabajadores, a cambio del apoyo armado de éstos. Veracruz”. De ahí surgieron los llamados Batallones Rojos y el Grupo Sanitario Ácrata de mujeres y enfermeras 4.

Esther recordó que:

Hubo compañeras que se fueron a la Revolución porque eran de la Casa del Obrero Mundial, que se fueron de enfermeras, con los primeros auxilios.

Esther y Nachita se hubieran sumado al Grupo Sanitario Ácrata pero, cuentan, “no nos dejó ir mi mamá (…) por eso no fuimos, ¡pero de mil amores! Veíamos el entusiasmo con que se iban las muchachas (…) todas ‘salud y salud’; era el saludo oficial, no se decían ‘buen días’, ‘buenas tardes’ sino se hablaban ‘salud’ y decíamos ¡Ay qué bonito!”.

“Indoctrinamiento” de las hermanas Torres

La Casa del Obrero tenía su escuela racionalista para educar y doctrinar a sus miembros, uno de los ideólogos fue Quintero del Sindicato de Tipógrafos. El recuerdo de Esther fue:

Él nos dio una conferencia (…) y nos habló de qué cosa era socialismo, cómo era el socialismo, a que nos conducía el socialismo, de una manera gráfica sencilla, pero tan sencilla, que salíamos de ahí convencidos (…) Cuando salimos dijimos: ‘Qué bonito es esto, cuáles son las armas…qué es un sindicato, cómo es un sindicato, cómo está formado un sindicato, para qué sirve el sindicato (…) salimos de ahí convencidas, de todos los gremios (…) luego luego nos echamos a las fábricas en dónde habíamos trabajado.

     La Revolución tuvo impactos en todos los niveles de la vida social, cultural y sindical en el DF. Esther contó –dice Garbó- “… que las mujeres participaban en las asambleas, y que ‘una vez que entramos al círculo, ya también opinábamos’. Las asambleas tenían lugar cada ocho días, un día a la semana, hasta que ‘llegó el general Pablo González con yaquis (sic), nos echó de la Casa, nos sacó nuestros archivos y nos los quemó en el patio de Sanborns, y que fue por orden del señor Carranza’”.

El feminismo de la COM

Esa participación de las mujeres se debió al clima camaderil en la COM. Como señaló la historiadora Garbó: “Esther Torres reconoce que las cosas, afuera, no fueron fáciles para las mujeres sindicalistas: ‘Lo importante es que éramos muy mal vistas; por nuestros compañeros muy bien vistas porque hasta nos decían compañerita, compañerita, compañerita, pero por la sociedad éramos mal vistas, porque eso no era para una mujer, eso era para el hombre. Los hombres tenían derecho a hacer todo, ¿verdad?, pero las mujeres no”.

     “Es seguramente por esto último –dice Garbó-, porque al interior de la Casa del Obrero Mundial las mujeres se sintieron respetadas por sus compañeros, y porque en el discurso de la organización se vieron dignificadas como trabajadoras, como personas y militantes, que se hicieron sindicalistas y se aprestaron a luchar por un mundo mejor”.

 



104 años de la fundación del Sindicato Mexicano de Electricistas

La Utopía de hoy, será la realidad del mañana

 

POR. RAÚL JIMÉNEZ LESCAS

La Huelga General de 1916 desde los ojos negros de Esther

     Al alba de 1916, Venustiano Carranza decidió dar por finiquitado el Pacto con la Casa del Obrero Mundial y lanzó una ofensiva contra la misma casa y los sindicatos en el DF, que se había organizado (mientras los de la Casa andaban en los Batallones Rojos) en la Federación de Sindicatos del DF y que presidia un electricista, N. Morones.

     El contexto del México revolucionario en 1916 era más que complejo: la Expedición de Pershing para atrapar a Pancho Villa en Chihuahua, violentaba la Soberanía Nacional 5; la AFL bajo la batuta de Samuel Gompers lanzó una ofensiva para captar al sindicalismo mexicano y alejarlo de la influencia de la IWW y el anarcosindicalismo; la economía atravesaba por una crisis muy fuerte, el billete carrancista se había devaluado (sí un peso equivalía a 50 centavos de dólar en 1910, para 1916, tan sólo 7 centavos, una devaluación de 43 centavos, mucho para esos años); la carestía estaba imparable y los salarios perdieron su poder de compra.

      Carranza, como era su costumbre, fue de golpe en golpe: El 13 de enero de 1916 disolvió los Batallones Rojos; el 29, prohibió toda actividad de la COM; el 4 de febrero desalojó del Sanborns a los integrantes de la Casa (como narró Esther); en diversas entidades, se detuvo a los activistas de la Casa y en Monterrey se le expulsó al vecino del Norte; el 2 de marzo, decretó la sustitución del billete de Veracruz por uno nuevo, provocando más devaluación que golpeó severamente el poder de compra de los salarios.

     Mientras tanto, el sindicalismo pretendió reorganizarse y convocaron a un congreso en Veracruz (gobernado por Heriberto Jara). Durante 15 días discutieron representantes sindicales de 8 entidades, iniciando sus sesiones el 5 de marzo. En abril, la COM renovó su directiva al mando del tipógrafo José Barragán. Y, el 1º de Mayo, se conmemoró la gesta de los Mártires de Chicago en el Salón Star del SME.

     Para abril, dejó de circular Ariete el periódico de la COM y los conflictos sindicales brotaron por doquier ante la crisis económica y la devaluación del billete constitucionalista. Los trabajadores de Aguascalientes salieron a protestar y con huelgas, lo mismo los ferrocarrileros.

     El 18 de mayo la situación era inaguantable. La FSDF se pronunció contra los billetes devaluados y exigió el pago de los salarios en oro nacional o su equivalente en billete valuado. Cuatro días después estallaron diversas huelgas, lo que obligó a Carranza a mandar un mediador, el general Benjamín Hill (tiene una avenida en su honor) que promovió la reunión que yo llamo 10 + 10 + 1 = 1. Diez sindicalistas (2 electricistas), 10 empresarios y Hill, que tenía poder de veto.

     Como narró Esther:

(…) y entonces sucede que nos acostamos con el billete valiendo un peso y al otro día en la mañana nos encontramos con la terrible de que valía dos centavos el billete (…) pues ¡’ay! decíamos: ¿qué hacemos? –‘Pues ni modo, pues vamos a reunirnos a ver qué acuerdo tomamos (…)-. Y desconcierto tremendo, y pues naturalmente con la salida de Sanborns hubo desbandada (…) el sindicato (…) era el único que nos podía defender, el único que podía hablar, el único que podía actuar, el sindicato, porque independientemente quién puede hacer algo, ‘no? (…) Por fin se toma el acuerdo ahí, se hace la junta de la federación de sindicatos (…) Cada sindicato manda un delegado; entre esos delegados íbamos Nachita mi hermana y yo, el compañero Araiza, el que fue mi esposo, (…) y entonces todos discuten y pues unos dicen que hay que protestar, que hay que hacer una manifestación de protesta; y pues yo dije que pues a mí me había enseñado que por medio del sindicato debiéramos de conseguir lo que quería el trabajador y que (…) como el alma del sindicato era la huelga, yo proponía que fuéramos una huelga general, una huelga de todos los gremios y todo eso, bueno pues entonces dijeron: ‘Una huelga general’.”

     Como ocurre en todas las narraciones personales, se exagera un poco y lo más probable es que varios de delegados hayan propuesto hacer la Huelga General ante la precariedad de la vida cotidiana entre los trabajadores.

La Huelga General

     La tregua pactada por Benajamín Hill fue efímera, duró los días de junio hasta el 22 de julio, cuando la FSDF, lanzó su Memorial demandando el pago en oro Nacional o estallaría la Huelga General, esa acordada según el testimonio de Esther. Cinco días después estallaron varias huelgas por parte del Sindicato de los empleados de los comercios y, cuatro días después, el 31 de julio a las 4 de la madrugada se bajó el switch por los electricistas e inició la Huelga General en el Distrito Federal (Esther contó que a media noche). La huelga duró del 31 de julio al 2 de agosto, es decir, 56 horas (Ernesto Velasco recordó que terminó el 1º de agosto, 24 horas menos, es decir 32 horas).

     La clave y la fuerza fundamental de dicha Huelga sería dejar sin energía eléctrica a la capital de la República y sede del por carrancista. El SME, nacido en 1914, tenía ya la fuerza suficiente para encabezar una gesta del tamaño de las circunstancias. En 1913 desafió el movimiento obrero a Victoriano Huerta; en 1916 al general Carranza. Esther contó:

“Se apagó la luz, a las doce y media de la noche y nosotros los que estamos ahí. Te felicito, te felicito, dándonos abrazos, apretones de mano y todo, y a otro día en la mañana las calles llenas de pasquines y en cada esquina un grupo de personas, señores, señoritas, todos leyendo, y la cita fue en la parte poniente de la Alameda Central, que era ahí el salón Star, el lugar de los electricistas. (…) Y cuando estábamos ahí fue cuando llegó el Dr. Atl y dijo (…) ‘El señor Carranza está disgustadísimo, disgustadísimo. Me pidió que viniera con la Comisión de Huelga para tratar con ellos (…) Ya cuando llegamos a Palacio, ya estaba una escolta ahí. Luego luego nos rodeó la escolta, ya subimos escoltados (…) Saludamos al señor presidente, él nos saludó también, y la emprendió con los compañeros: que eran unos traidores a la patria (…). Y ellos haciéndole ver que la cuestión era socio-económica, y él diciendo que no, que estaban en connivencia con ellos, con los gringos, y por fin cuando llega a su máximo coraje del señor Carranza le dice al jefe de nuestra escolta. ‘Lléveselos a la penitenciaría, que se les aplique la ley del 25 de enero de 1862; aparte a las mujeres’. Le dije, ‘no señor, nosotros corremos la misma suerte de nuestros compañeros’. El señor Carranza dijo ‘todos’. Por eso todos fuimos”.

     Mientras el DF estaba paralizado –Carranza no tenía luz en Palacio Nacional ni en su casa-, la Unión de Empleados de los Restaurantes llevaba el desayuno, comida y cena a los presos políticos sindicales a la entonces Penitenciaría del DF (Belén) y el secretario general del SME, Ernesto Velasco, estaba escondido en un refugio antes acordado por los huelguistas. Anna ribera Carbó estimó en 82 mil los trabajadores en paro forzado por la falta de energía eléctrica o en huelga.

     Cabe destacar que se formaron tres comités de huelga, el primero tiene una característica muy interesante: no estuvo formado por líderes sino por cuadros medios o de base. Seguramente, proponerse a ese comité era muy arriesgado porque cabía la muy probable posibilidad de que fueran detenidos, mientras que los dos restantes comités, sí estaban integrados por los principales líderes de la FSDF y la COM.

     Otra cosa muy interesante es que dicho primer comité de huelga estuvo integrado por dos mujeres: la costurera Esther y la bonetera Ángela Inclán, ambas cayeron presas. Los demás integrantes fueron: Timoteo García, textilero; Federico Rocha, mesero; Reynaldo Cervantes, tipógrafo, y los electricistas Luís Harris y Alfredo Pérez Medina.

     A los diez minutos que el primer comité caminó desde el Salón Star del SME (al poniente de la Alameda Central), la gendarmería del DF con sable en mano, arremetió contra los huelguistas, ocupó la COM de Bucareli, el local del sindicato de restauranteros, la plantas de Nonoalco, y también los soldados ocuparon la planta de Necaxa, en Puebla.

     Pero la Huelga General dominaba el DF y Carranza no podía contener su ira, hasta arremetió contra el Dr. Atl, acusándolo (injustamente) de lanzar a los obreros contra el gobierno. El Dr. Atl acababa de llegar de Estados Unidos y no tuvo nada que ver con la organización de la huelga. Carranza ordenó cerrar el local donde se confeccionaba el periódico Acción Mundial, cuyo director fue precisamente, el famoso pintor Atl.

     La historiadora Garbó señaló que:

En el interrogatorio les preguntaron qué relación tenían con los trabajadores de Estados Unidos, si la huelga se había acordado general o nacional, la relación con otros trabajadores y trabajadoras. Se sometió a los miembros del Primer Comité de Huelga a un juicio sumario. Luis Harris y Ernesto Velasco, aunque no formaban parte del comité, fueron consignados en virtud de ser los operadores de la planta de energía de Nonoalco que cortaron el suministro. A los veintiséis días fueron liberados todos incluyendo a ‘las dos valientes compañeras Esther Torres y Ángela lnclán’, y a excepción de Ernesto Velasco, quien pasó año y medio en la penitenciaría.

     La Huelga General fue la sepultura para el grupo político que dirigía y administraba la Casa del Obrero Mundial (Grupo Luz), porque aunque influyeron en el movimiento obrero, no enraizan en los sindicatos; mientras tanto, la Huelga fue (pese a la represión y los encarcelamientos) la plataforma de la posterior reorganización del movimiento obrero que daría origen a la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) en mayo de 1918, la primera central obrera de carácter nacional aunque dirigida por una élite burocrática y pragmática, dependiente del gobierno de Álvaro Obregón y luego de Plutarco E. Calles, pero esa ya es harina de otro costal.

¿Fracasó la Huelga General?

     Sí el objetivo fue paralizar el DF, empezando por bajar el swich, la huelga lo logró por 56 o 32 horas según los testimonios. Sí el objetivo fue que se pagaran los salarios en oro Nacional o su equivalente en billete valuado, se logró. Y, dos cosas más: la primera, las dos presas y todos los presos presas políticos sindicales salieron libres (a los 26 días) y, pese al Juicio Sumario para fusilarlos, no logró Carranza hacerlo. Ernesto Velasco estuvo año y medio preso y salió libre (18 de marzo de 1918). Carranza pretendía fusilarlo, tampoco lo logró.

     Toda huelga general es un desafío al poder y a los empresarios, porque los trabajadores interrumpen la actividad productiva, comercial y financiera. Sí en 1913, los sindicatos desafiaron al golpista Victoriano Huerta con una manifestación de más de 20 mil trabajadores; tres años después, desafiaron al “primer jefe de la Revolución Constitucionalista” con una huelga general con switch bajado (no todas las huelgas generales lo logran). 

     Y, segundo y fundamental: los 80 o 90 mil huelguistas de 1916, pusieron indirectamente en la agenda del Congreso Constituyente convocado por Carranza para iniciar sus sesiones en Querétaro en diciembre de ese año, el tema laboral y sindical. Aunque ningún líder de esa huelga fue electo diputado al Constituyente en Querétaro (Ernesto Velasco seguía preso), algunos diputados de origen sindicalista como Carlos L. Gracidas, Dionisio Zavala, Nicolás Cano, Esteban B. Calderón, simpatizantes como el ingeniero Pastor Rouaix, Heriberto Jara y Francisco J. Múgica lograron redactar el Artículo 123. El recuerdo del diputado Pastor Rouaix es elocuente:

 … con ello quedaron establecidas por primera vez en la Constitución Política de un país, preceptos que garantizaban los derechos al proletariado trabajador, colocándolo en un plano de igualdad con el capitalismo que había sido hasta entonces privilegiado.

     Con la promulgación del Artículo 123 (pese a que el Estado será árbitro entre el capital y el trabajo), el movimiento obrero conquistó sus principales derechos. La larga lucha desde los mineros de Real de Monte en el 1770, los esfuerzos insurgentes por dotar de derechos sociales como los ondeados por el Generalísimo Morelos, las luchas de las sociedades mutualistas en el México Independiente y su Congreso de 1876, los magonistas y su Manifiesto de 1906, las huelgas de Cananea, Río Blanco y de los ferrocarrileros; la COM y los sindicatos en la Revolución Mexicana, y sobre todo, la Huelga General de 1916, fueron el preámbulo para que los constituyentes de 1916-1917, redactaron el 123 y, paradójico, fue promulgada la Constitución por el presidente Venustiano Carranza el 5 de febrero de 1917.  

     Paul Ricoeur, ese filósofo francés, dijo una vez: La deuda del sindicalismo no es con el pasado, sino con las gentes del pasado, con los muertos.

     Nuestras muertas y muertos están vivos: Los Mártires de Chicago, Cananea y Río Blanco, Don Serapio Rendón, Ernesto Velasco, Esther Torres y su hermana Nachita, Heriberto Jara, Esteban B. Calderón, el General Múgica y tanto otros que abrazaron la causa social del sindicalismo y nos heredaron los derechos sociales y laborales. Esos hombres, mujeres, niños y ancianos de abajo vivirán en nuestra Memoria Histórica mientras los recordemos y sigamos defendiendo su causa social.

     Propongo que sean los sindicatos, el SME y los sindicalistas del país, quienes organicen el recordatorio de Esther Torres.

     La Utopía de hoy, será la realidad del mañana.


http://www.memoriapoliticademexico.org/Efemerides/3/10031916.html

 

Fuentes

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