En la aprobación del T-MEC, nadie sabe, nadie supo

junio 29, 2019 | Por Martín Esparza 

 
Si se realizara una encuesta entre los mexicanos, incluidos muchos diputados y senadores, sobre el contenido y las verdaderas implicaciones del T-MEC en la economía nacional, seguramente un alto porcentaje no sabría qué responder.
Lamentable, pero hoy como hace 25 años en que se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el país desconoce de un tema que sigue decidiéndose en las esferas del poder sin recoger la opinión de amplios sectores en cuya actividad repercutirá para o bien o para mal, su puesta en marcha.
Luego de la ratificación por el Senado de la República y echar las campanas al vuelo, la mayoría de los legisladores que votaron en pro, irán enterandose, al paso de los meses, de los pormenores y las “letras chiquitas” de asuntos en materia laboral, agropecuaria; actividades como la minería y sectores como el eléctrico y petrolero.
De manera similar al TLCAN, el T-MEC se promociona como la panacea comercial del nuevo siglo, pero a diferencia de su hermano gemelo concebido en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, éste último ve la luz en medio de una polarizada relación bilateral con el gobierno de Donald Trump.
El nuevo tratado es aceptado por México pese a tener tras sus espaldas la amenazante guadaña de un presidente norteamericano que no ha dudado en mezclar asuntos migratorios con los temas netamente comerciales. El amedrentar con la imposición de aranceles a las exportaciones mexicanas si no se detiene el flujo de migrantes centroamericanos, allende el Suchiate, no vaticina buenos augurios al acuerdo.
Dejar fuera del análisis del T-MEC, el punto de vista de especialistas y diversos sectores económicos y sociales, implica el riesgo de repetir los errores del pasado cuando el TLCAN terminó por devastar la producción agropecuaria, anular la autosuficiencia alimentaria y expulsar a millones de pequeños productores a los Estados Unidos para no morir de hambre.
A la fecha, el país no se repone de este enorme rezago en el campo donde los recursos asignados por los gobiernos neoliberales favorecieron a empresas como Monsanto, Cargill, Gamesa, Bimbo, Bayer, PHI México, Dow Agroscience, Syngenta Agro, Bunge y Maseca, por citar algunas, dejando a su suerte a los pequeños productores.
El TLCAN representó la pérdida de soberanía económica como también la caída en los salarios sobre todo en algunos ramos como el de las maquiladoras. Por eso no puede pasarse por alto el estudio a detalle de las reglas que habrán de normar el funcionamiento del T-MEC, para determinar bajo qué condiciones se firmó el acuerdo con nuestros socios comerciales.
No debemos pasar por alto, por ejemplo, que bajo el contexto del TLCAN el gobierno de Salinas de Gortari justificó la privatización de más mil empresas estatales, cuya venta a precio de ganga, benefició a amigos cercanos al entonces presidente, amén del inicio de la apertura de los sectores eléctrico y petrolero a los particulares que decantó, en el sexenio pasado, en la Reforma Energética.
Por eso es apremiante dar a conocer lo ratificado por los senadores para evitar una reedición del TLCAN, cuyo beneficio se circunscribió a las grandes empresas multinacionales. Y con Trump a nuestras espaldas, más vale ir analizando nuevas alternativas internacionales para nuestro comercio exterior.

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