Tribunal Electoral: agandalle oficialista
 
      
     
          
            
    
        
          
     
La sede del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Foto: Benjamin Flores
Tribunal Electoral: agandalle oficialista
Ernesto Zedillo nombró a cuatro priistas de los siete 
magistrados que lo componen, pero uno de ellos (Orozco) se juntó con 
otros tres y jugó el papel de díscolo en algunos lances importantes como
 el del Pemexgate, cuando se obligó al PRI a pagar mil
 millones de pesos por haberse robado de la paraestatal petrolera una 
cantidad igual. El dato duro en la coyuntura era que el PRI ya había 
perdido la Presidencia.
Con o sin mayoría automática priista, el Tribunal ha jugado 
un papel de legislador. Cuando no le conviene acatar la letra de la ley,
 se inventa otra norma y aplica su criterio. Ese es uno de los más 
graves defectos del más alto tribunal electoral del país.
El Senado ha escogido a siete magistrados y magistradas de 
otras tantas ternas enviadas por la Suprema Corte, de las cuales sólo 
dos de ellas estuvieron integradas sólo por mujeres y cinco 
exclusivamente por hombres. La paridad era imposible por el número impar
 de los integrantes del tribunal, pero ¿por qué sólo dos mujeres?
La Corte, como siempre, no se esfuerza en dar explicaciones,
 pero la cuasi paridad entre hombres y mujeres que estaba al alcance fue
 descartada en sucesivas votaciones arregladas de antemano mediante 
criterios preestablecidos. Así se las gastan los togados en los días 
corrientes.
De los siete integrantes de la Sala Superior tenemos otra 
vez cuatro oficialistas. Esta es la composición ideada originalmente por
 Zedillo desde cuando ese tribunal se integró como órgano del Poder 
Judicial. El TEPJF se permite inventar normas legislativas que son de 
inmediato aplicadas por él mismo. Luego, lo peor, es que el Instituto 
Nacional Electoral acata los mismos dictados judiciales aunque no 
conformen jurisprudencia, como si fueran parte integrante de la 
legislación del Congreso de la Unión.
Ese Tribunal puede anular cualquier elección actuando como 
instancia única y de alzada, es decir, sin revisar ningún fallo anterior
 y resolviendo lo que nadie le pidió. Así ha funcionado dicho órgano del
 Poder Judicial, con escándalos concretos, pero sin que en el Congreso 
imponga un criterio de moderación al poder asignado a siete personas.
¿Por qué el PAN y el PRD han admitido el exceso de 
facultades del Tribunal y su nefasta composición? Esa es una buena 
pregunta pero no tenemos a la mano forma de responderla 
satisfactoriamente. Por su parte, al PRI le importa muy poco que digan 
que unos magistrados, como unos consejeros ciudadanos, son oficialistas 
disciplinados. El cinismo de la clase política tradicional mexicana 
carece de límites.
Una vez, el PRD tuvo que hacer una proposición completa para
 integrar el IFE porque se le había marginado de las negociaciones 
debido a su exigencia de que cada uno de los tres partidos pudiera 
objetar las propuestas de los demás.
El PAN había dado su consentimiento (Germán Martínez y 
Molinar) para resistir la decisión de Madrazo y Gordillo de imponer un 
IFE nefasto encabezado por Ugalde, pero negociaron en lo más oscuro de 
San Lázaro a cambio de un consejero más para el PAN.
Como coordinador de la bancada del PRD (2003-2006) me 
sostuve hasta el final en la exigencia, aunque poco después fui 
criticado por integrantes de la dirección del partido por romper con la 
tradición de tomar lo menos y ceder lo más.
Pero, ¿para qué queríamos dos consejeros electorales en el 
IFE si el PRI estaba tomando la mayoría? Ese partido ni siquiera tenía 
al Ejecutivo federal, pero el PAN buscaba acuerdos contra una izquierda 
en ascenso los cuales terminaron favoreciendo al candidato Calderón. En 
verdad, ningún partido debería tener a un solo consejero de su lado.
Cuando fui senador (2006-2012) se llegaron a “innovaciones”,
 por ejemplo, para meter al Tribunal a Penagos que ya había sido 
rechazado en su terna original pero devuelto por la Corte en otro trío 
con el fin de lograr su inclusión. Beltrones arregló esa maniobra con la
 aquiescencia del PAN, el PRD y la petición de Convergencia. Penagos era
 el cuarto elemento de entre siete magistrados.
La idea priista siempre fue que si no se tenía una mayoría 
automática en el órgano administrativo se podía arreglar cualquier cosa 
en sede jurisdiccional. Esa sapiencia es elemental pero el problema 
sigue siendo ¿por qué las oposiciones la han admitido?
Hoy tendremos cuatro magistrados oficialistas (Mata, Soto, 
Fuentes y Vargas), dos panistas (Otálora y Rodríguez) y uno propuesto 
por el PRD (Infante). Eso es “agandalle” disfrazado de “pluralidad”. 
Pero no es pluralidad lo que se requiere sino imparcialidad, que es cosa
 diferente. El nuevo Tribunal Electoral del Poder Judicial de la 
Federación traerá problemas al país porque su método de integración es 
el peor posible y porque predomina el gobierno, cuyos intereses 
normalmente se decantan a favor de la parcialidad del aparato electoral,
 la coacción del voto y la simulación.
Lo precario de nuestra democracia se expresa también en la 
inconsistencia de las instituciones. En particular, los tribunales 
siguen siendo de consigna en los asuntos más relevantes y políticamente 
decisivos para el poder establecido.
 
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