En el día del presidente, Díaz Ordaz advirtió que usaría el Ejército contra los estudiantes

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▲ El presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-70).Foto Ap
Emir Olivares y José Antonio Román /III
 
Periódico La Jornada
Lunes 17 de septiembre de 2018, p. 18
“Hemos sido tolerantes, hasta excesos criticables; pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo […] México entero sabe que cuando el Ejército interviene es para salvaguardar la tranquilidad, no para oprimir al pueblo.”
Con esas palabras, el presidente Gustavo Díaz Ordaz advirtió lo que vendría. Era el primero de septiembre de 1968, y durante la presentación de su cuarto Informe de Gobierno ante el Congreso de la Unión, el mandatario hizo una larga alocución para referirse a la efervecencia del movimiento ­estudiantil.
La juventud se atrevió a rebelarse ante el autoritarismo, a hablarle de tú al gobierno. Exigió diálogo público. Se arriesgó a tomar las calles, a enfrentarse a policías y militares, a no temerle a sus tanques. Públicamente confrontó a la figura presidencial, a la que incluso lanzó insultos y endilgó motes, como La Changa.
Díaz Ordaz lo aprovechó bien, era su día, lo que por décadas se conoció como el día del presidente. No había mejor foro: un recinto colmado de abyectos legisladores y gobernadores (todos de su partido, el Revolucionario Institucional), además de invitados. Eran días de una institucionalidad férrea, cuadrarse –aunque se estuviera en desacuerdo– con la palabra del señor Presidente.
El mensaje fue claro, el mandatario rechazó que se hubiera violado la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se dijo promotor de la del Politécnico, calificó al movimiento estudiantil de libertino y dijo que buscaba presionar de manera ilegítima al gobierno.
Desde las esferas del poder se intentaba desacreditar la movilización estudiantil. En cada oportunidad que tenían, el presidente y sus hombres lo calificaban de una imitación extralógica de otros movimientos, como los de Berlín y París. Acusaban a los estudiantes de intentar provocar una revolución socialista en México frente a un Estado democrático y revolucionario que busca por medios pacíficos el desarrollo económico y social del pueblo.
El movimiento estudiantil persistía en su demanda de que el diálogo fuera público. Frente a las agresiones gubernamentales y la presencia de militares y tanques en las inmediaciones de sus escuelas convocaron a una manifestación que pasaría a la historia: la Marcha del Silencio, el 13 de septiembre.
Septiembre
Domingo primero. Cuarto Informe de Gustavo Díaz Ordaz. Al referirse al movimiento, señala que existe la intervención de manos no estudiantiles, visibles fuerzas internas y externas [...] Defenderé los principios más caros, arrostro las consecuencias. No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario.
Lunes 2. El Consejo Nacional de Huelga (CNH) declara: Nosotros no vamos a dialogar con la presión de los tanques y las bayonetas encima de nosotros. Retiren los tanques de las calles, retiren el Ejército de la calle, y entonces públicamente estaremos dispuestos a debatir, antes no.
Martes 3. El CNH responde en un manifiesto público a lo planteado por el presidente en su Informe: Negamos que por nuestra parte existan presiones ilegítimas hacia el gobierno; pero la falta de respuesta a una demanda lleva necesariamente a la acción popular; única vía que queda abierta ante un régimen sordo y mudo. Ratifica además su demanda de diálogo público.
Viernes 6. El gobierno propone diálogo público, pero sin ­exhibicionismo.
Sábado 7. En rechazo a la propuesta oficial, el CNH responde con un mitin en Tlatelolco, al que se suman 25 mil personas.
Lunes 9. El rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, hace un llamado a la comunidad para volver a clases sin renunciar a los fines del movimiento. Es necesario y urgente el retorno a la normalidad.
Apoyo incondicional
Martes 10. El Senado da su apoyo incondicional al presidente Díaz Ordaz para que disponga del Ejército, la aviación y la Marina, en defensa de la seguridad interna y externa de México cuando sea preciso. En asambleas, los estudiantes deciden continuar con la huelga.
Jueves 12. Desde helicópteros que sobrevuelan la ciudad se dejan caer volantes firmados por supuestas uniones y sociedades de padres de familia de la Universidad Nacional y el Politécnico, en los que se recomienda a los padres de familia impedir que sus hijos participaran en la manifestación silenciosa, porque serían enfrentados con el Ejército.
Viernes 13. Se celebra la Manifestación del Silencio que parte del Museo Nacional de Antropología, recorre Paseo de la Reforma y llega al Zócalo. Se calcula que participan 250 mil personas, quienes en completo silencio cubren el recorrido. Portan carteles y cubrebocas en rechazo a los calificativos –lanzados por el gobierno y sus aliados– de provocadores y revoltosos. Un volante repartido por los jóvenes enfatiza que el silencio es más elocuente que las palabras que acallaron las bayonetas. Aún está fresco el recuerdo de los tanques y los soldados que a bayoneta calada desalojaron a más de 3 mil estudiantes del Zócalo y de la zona aledaña a Palacio Nacional, la madrugada del 28 de agosto.
Domingo 15. El ingeniero Heberto Castillo, de la Coalición de Maestros y gran luchador social, da el Grito de Independencia en Ciudad Universitaria. Durante la ceremonia en el Zócalo, los asistentes propinan una severa rechifla al presidente Díaz Ordaz.
Días después vendrían dos tremendos golpes al movimiento: la toma del Ejército de CU y del Casco de Santo Tomás.
La próxima entrega de esta cronología se publicará el lunes 24 de septiembre.

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