¿Crisis en los países árabes: ¿Construcción de democracias o gestación de un nuevo colonialismo?

martes 8 de febrero de 2011

Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)

Se ha generalizado la noción de que las revueltas sociales en el mundo árabe y especialmente en Egipto, son causadas casi exclusivamente por un descontento local gestado por falta de libertad y pobreza. En todas por generación espontánea al unísono desean despachar al líder de turno. Si fuera así, se estaría en presencia de una nueva independencia árabe y que, de derivar en una desestabilización generalizada, requeriría de una intervención internacional con magnitud insospechada.

Los problemas políticos en el mundo árabe se incuban desde el colonialismo que ha sido asfixiante. El rico y poderoso mundo árabe no ha tenido respiro y en aras de la gobernabilidad se privilegiaron regímenes autoritarios o militares. Fue una forma improvisada para salir del paso, porque está ampliamente demostrado que el territorio que hoy ocupan las naciones árabes que sufren estas desestabilizaciones ha estado siempre amenazado por nuevas interferencias extranjeras a los procesos políticos locales y por la emergencia de un nuevo actor en la región: el estado de Israel, con un mandato impuesto, digámoslo sin ambages, de vigilar la zona en beneficio de la Alianza Transatlántica. Este es el meollo de las continuas crisis en el mundo árabe además de la variable más central, la formación del estado palestino.

Desde el fin de la Guerra Fría anterior, decretado arbitrariamente con el desplome soviético, en el seno de la Alianza Transatlántica surge la necesidad de la intervención internacional para construir democracias. Esta intervención adquiere muchas formas y una ha sido montar un plan de democratizar la zona en un proyecto interesante aunque riesgoso. El más notorio por su carácter de internacional ha sido el concebido bajo un trabajo conjunto entre la ONU y destacadas figuras del mundo árabe. (AHDR series. 2002-2005.ONU)

En este plan se propone un diseño maestro de cambiar regímenes con la ONU en un rol protagónico en la validación internacional. El objetivo consiste en transformar los marcos políticos y establecer democracias con representatividad amplia y de legitimidad comprobada. Este proceso de democratizar sufre dos embates. El ataque a las torres gemelas en 2001, y la invasión a Irak en 2003. La lucha internacional contra el terrorismo empantana aún más su desarrollo porque en vez de unir para el debate y lograr objetivos comunes, levanta un muro de desconfianza y polarización en la población y en las elites.

Aún así, la construcción del arsenal de ideas y de redes ciudadanas enfocadas a cambiar los regímenes autoritarios no cesó y lo que se sembró es lo que se está cosechando ahora: revueltas populares con variada representatividad de intereses pero aséptica en lo político e ideológico. El grado de diversidad política en la actual revuelta de Egipto es tan notorio, que en aras de mantener el pulso alto a las protestas esas diferencias se esconden bajo una fachada de uniformidad ideológica que no es tal. Es así que surge en Egipto por ejemplo, la intervención del ejército como la única fuerza de poder político estable con algún grado de uniformidad. Aún así, existe información que la unidad entre los militares no es tan férrea como aparenta ser.

Apenas se desataron estas revueltas el reclamo del gobierno de Arabia Saudita no se hizo esperar. Es sintomático cuando reitera que “el mundo árabe no se dejará intervenir y que se deberá respetar la autonomía y la independencia del mundo árabe” (Agencias y NYT.30 enero.2011). Más que un apoyo al gobierno de Hosni Mubarak, la advertencia inusual de un gobierno de perfil bajo, se refería a la intervención extranjera en los asuntos internos árabes.

Es claro que el gobierno Saudita está diciendo que algo salió fuera del carril de los compromisos. Ellos como nadie saben cómo ha funcionado la intervención extranjera en el mundo árabe, especialmente la de Estados Unidos bajo administraciones republicanas con quiénes el gobierno Saudita ha tenido una relación especial.

El origen de estas revueltas por la democracia en el mundo árabe y Egipto en particular no es nítido y ellas mismas no son compactas. Responden a motivaciones deslavadas en cuanto a su ideología. Por la información divulgada se desprende que los movimientos se reducen a la intención de despachar a los gobiernos existentes sin dar a conocer con precisión el proyecto de “para qué tipo sociedad se han organizado”, más allá de aspirar a elecciones libres. En la euforia, claramente las motivaciones más subyacentes son menos visibles que el objetivo de derribar un régimen.

Las potencias Occidentales, que han sido tradicionalmente las que más han influenciado en la política interna de los países árabes, enfrentan en Egipto y el mundo árabe un dilema extraordinariamente complejo, inusualmente nuevo como coyuntura.

Tener que optar entre la promoción de la democracia que agita las revueltas que se han producido después de un largo proceso de intervención, o el apaciguamiento del cambio acelerado y violento que obliga a la intervención drástica.

Lo que las potencias Occidentales o el sistema internacional hagan en Egipto será pauta para el resto. De producir una desestabilización política generalizada desde el norte de África hasta el cercano oriente, por el efecto político global debería ser materia urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para prevenir un descalabro mayor.

En el caso de que estas manifestaciones sociales no hayan sido inducidas por fuerzas externas, estaríamos en presencia de un escenario grotesco por los contrasentidos. Observamos a líderes y analistas que no anticiparon los riesgos del cambio y las amenazas subyacentes en un sistema político no convencional desde el punto de vista occidental. El no anticipar una posible catástrofe de semejante magnitud en países que sustentan más de la mitad del producto mundial por concepto de energía, es una falla mayor en el sistema del poder que administra la gobernabilidad a nivel global.

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Comentarios

Mariana Escobedo ha dicho que…
Hola, Egipto no está en crisis, Egipto vive una revolución. A los medios internacionales les cuesta trabajo usar ese término tal y como lo hacen los protagonistas de prodemocracia. Es una maravillosa revolución, un renacimiento.