La explosión 25 muertos

Mirna Servín e Israel Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Viernes 1º de febrero de 2013, p. 2
Un estallido seguido de una onda expansiva –que se sintió como un temblor– causó pánico entre miles de trabajadores de los edificios de Petróleos Mexicanos (Pemex). La versión oficial de lo sucedido fue la de un corto circuito, y por la noche la conclusión anunciada fue que se requerirá la intervención de expertos nacionales e internacionales.
Antes de las 16 horas de ayer, y aún sin saber la magnitud de lo ocurrido, cientos de trabajadores empezaron a desalojar las torres ubicadas sobre Marina Nacional, en la colonia Verónica Anzures, delegación Miguel Hidalgo.
En el edificio B2, que tiene 13 pisos, ocurrió el derrumbe de varios pisos, entre ellos la planta baja, el sótano y el vestíbulo, lo que dejó decenas de personas atrapadas y heridas.
El conteo preliminar de la noche de ayer era de 25 muertos y 101 heridos, aunque la suma no había concluido, y más de un centenar de personas reportadas como lesionadas, las cuales fueron enviadas a los hospitales de la paraestatal. No se habló del número de personas desaparecidas o no localizadas.
El caos y la incertidumbre generados por la falta de información se extendieron desde las autoridades de Pemex, que a través de su cuenta de Twitter a las 15:58 horas daban a conocer que el desalojo se debía a una falla eléctrica, cuando a esa misma hora los familiares de los trabajadores llegaban al lugar preguntando por lesionados de la explosión y del derrumbe reportado por las últimas llamadas telefónicas que habían recibido desde el interior del edificio. El humo blanco que salía del lugar se podía observar desde el Circuito Interior.
Vecinos de la sede de la paraestatal que se acercaban al lugar, que inmediatamente se empezó a congestionar de unidades de rescate, ambulancias, bomberos y policías, dieron cuenta de las llamas que momentáneamente habían salido del edificio.
Alrededor de las 16 horas, elementos de la policía capitalina y agentes federales empezaban a acordonar el lugar, en el cual no se percibía olor a gas, al menos en el exterior de la torre B, donde los vidrios de las ventanas de al menos tres pisos estaban rotos.
Los trabajadores que salían de los edificios hablaban de una onda expansiva que se sintió en inmuebles aledaños y en la calle, donde comerciantes ambulantes empezaron a retirar sus puestos.
Los primeros heridos, que salían en camillas o caminando, tenían raspones, cortaduras de vidrio y golpes. Uno de ellos explicó que eran los de la parte alta del edificio porque toda la zona de recursos humanos, ubicada en la planta baja, estaba en medio del colapso.
El chofer de un alto funcionario de Pemex, de quien se reserva su identidad, relató que al sentir la onda expansiva fue proyectado hacia una columna y, después de unos segundos, se recuperó de la conmoción inicial y entró para ayudar al menos a ocho trabajadores. El testigo aseguró que nunca vio fuego ni percibió ningún olor. Sólo oí una explosión. No vi llamas; lo que sí vi fue el pasillo del edificio B2, que recientemente había sido techado con un cobertizo, y toda la estructura metálica estaba retorcida.
Un trabajador reveló que en el área del siniestro no hay calderas, como se había especulado. En el sótano está el archivo muerto, las máquinas pulidoras y de limpieza. Las calderas se encuentran en un edificio diferente. El edificio B2 está contiguo a la torre principal de Pemex, que es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de México por sus 214 metros de altura y por ser la sede de la principal compañía de América Latina.
Foto
Foto Alfredo Domínguez
Minutos antes de las 17 horas el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, llegó al lugar y poco después lo hizo el jefe de la policía capitalina, Jesús Rodríguez Almeida. El cerco a los complejos de Pemex se empezó a extender varias manzanas con la ayuda de granaderos capitalinos. Los vidrios habían caído a gran distancia.
Poco a poco se distinguían varios círculos de vigilancia. El más cercano al lugar del incidente estaba llenos de militares y escuadrones de rescate. Le seguían las fuerzas federales, acordonando el resto de las calles, y los policías capitalinos.
Al lugar llegaron el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; el titular de la Procuraduría General de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, y el comisionado general de la Policía Federal, Enrique Francisco Galindo Cevallos, quienes no informaron nada, pero las más de 100 ambulancias de distintas corporaciones que habían salido y entrado del lugar hablaban por sí mismas. Los helicópteros de la SSPDF no dejaban de sobrevolar la zona, que junto a otros de medios de comunicación eran alrededor de cinco.
Cerca de las 18 horas se negaba toda información sobre personas fallecidas, pero en contraste llegaban ambulancias de servicios periciales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, que habitualmente sólo son requeridos para el levantamiento de cadáveres.
Personal especializado de la UNAM entró acompañado de perros entrenados para la localización de personas; a esto siguieron personal de rescate de la SSPDF, con palas y polines, y cinco binomios de perro y entrenador de la Secretaría de Marina. La zona del derrumbe había quedado completamente oscura, por lo que también acudió personal con dos plantas de luz.
La zona se empezó a llenar de elementos de la Policía Federal, del Ejército que iban con armas de alto poder. Casi a las 20 horas aparecieron elementos de la Marina. Era el agrupamiento antibombas. Había tensión.
En total, se estima que en la circunferencia y en el edificio colapsado había más de 800 elementos especializados, entre policías y trabajadores de rescate. Paradójicamente, horas antes de la toma policiaca de la paraestatal, a la 13:59, la cuenta de Twitter de la paraestal anunciaba: es un logro de Pemex mantener los indicadores de seguridad por debajo del estándar internacional.
A la zona, poco a poco empezaron a llegar más familiares de trabajadores que ya habían recorrido diversos hospitales sin éxito. Ni los gritos ni el llanto de mujeres y hombres derivaron en una respuesta oficial.
En cambio, a la llegada de camionetas blindadas llenas de personal de seguridad abrían inmediatamente el cordón de seguridad instalado para delimitar la zona.
Tras la primera explosión de la tarde, hubo una nueva alerta por la noche que produjo el desalojo de gran parte de los elementos policiacos, reporteros y gente reunida en el lugar.
Eran las 10:10 horas y una sirena de emergencia se escuchó. Todos los que estaban ahí corrieron indistintamente por la puerta 15 ubicada en la calle de Bahía de Banderas. Al parecer el peligro aún era inminente.
 
 
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