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FMI: La cuna de la impunidad

Christine Lagarde, directora del FMI. Foto: AP / Cliff Owen
Christine Lagarde, directora del FMI. Foto: AP / Cliff Owen



PROCESO

MADRID (apro).- Prácticamente todos los gobiernos miembros alrededor del mundo asumen las directrices del Fondo Monetario Internacional como si se tratara de la palabra de Dios. Y, aunque pataleen, todos acaban sometiendo a sus gobernados a las duras recetas de este organismo supranacional, que se supone el centinela de la estabilidad financiera de la economía mundial.
Sin embargo, este guardián de la economía mundial no es tan riguroso a la hora de aplicar sus propias directrices internas, en particular la relativa a los “máximos estándares éticos” que deben regir a sus directivos, si partimos que los tres últimos directores gerentes han estado envueltos en procesos judiciales –por causas muy distintas–, lo que no habla bien del propio organismo. Me refiero al español Rodrigo Rato y los franceses Dominique Strauss Kahn y Christine Lagarde, por cierto, directores gerentes de forma consecutiva.
El FMI exige a sus directores gerentes “los máximos estándares éticos”, entre ellos la “integridad, imparcialidad y discreción”, que ninguno de los aludidos acata.
Asimismo, esta poderosa entidad –con 181 países miembros, encabezado por los integrantes del poderoso G-20– dispone que las inversiones personales de los jerarcas y de sus familiares “no deben generar conflictos de intereses”, entre muchas otras disposiciones.
El FMI llega ser tan correcto en las formas que olvida el oloroso fondo de las cuestiones: El 16 de abril de 2015, cuando su exdirector Rodrigo Rato era detenido en España por fraude fiscal, blanqueo y alzamiento de bienes, en Estados Unidos, en un coloquio en la Universidad George Washington donde participaba, la señora Lagarde dio una lección más al decir que “todos, incluidos los ricos, tenemos que pagar impuestos”, pero ni una palabra sobre las trapacerías de su antecesor.
Por ello tampoco sorprende, por más estupor e indignación que provoque, que en estos días navideños la señora Lagarde fuera hallada culpable “por negligencia” en el desvío de 403 millones de euros del contribuyente francés para engrosar la billetera del polémico empresario Bernard Tapie –quien apoyó la campaña de Nicolas Sarkozy–.
El 19 de este mes, la Corte de Justicia de la República, un tribunal de excepción francés que enjuicia a altos cargos públicos que hayan cometido algún delito durante el ejercicio de sus funciones, emitió su fallo contra Lagarde durante su época como ministra de Economía (2007-2011) del gobierno francés.
Pero el tribunal rechazó que la culpable pagara con un año de cárcel y una multa de 15 mil euros, que equivale a casi 16 mil dólares, como lo exigía la fiscalía. Eso sí, la sentencia hace una acotación gratuita al apuntar que la señora Lagarde cuenta con una “reputación internacional”, como si lo que se estuviera poniendo en valor fuera el prestigio del personaje y no un supuesto delito.
Tapie, socio mayoritario de la empresa Adidas, vendió sus acciones en la compañía en 1993, con el fin de incorporarse al gobierno de Francois Mitterrand. Más tarde, el empresario demandó a Crédit Lyonnais por la gestión de la venta de dichas acciones al considerar que el banco (semi-estatal) le había defraudado mediante la devaluación deliberada de la compañía.
El tribunal arbitral, designado por Lagarde en 2008, condenó a Crédit Lyonnais a pagar la millonaria indemnización a Tapie, actuación por la que la justicia considera que la gestión del caso por parte de la entonces ministra de Sarkozy, fue negligente. A esto se añade que la señora Lagarde nunca impugnó o recurrió la decisión, pese al elevado monto con que se benefició al empresario.
En 2014, la justicia civil anuló la sentencia arbitral y Tapie fue condenado a devolver los 403 millones de euros.
El mismo 19 de diciembre que se conoció esa sentencia, el Consejo del FMI reafirmó “su confianza plena en la capacidad de la directora gerente para continuar llevando a cabo de manera efectiva sus tareas”. Borrón y cuenta nueva.
Rato: Del cielo a los infiernos
La imagen de Rodrigo Rato detenido en su domicilio e introducido a un vehículo por agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera español como un vil delincuente, fue quizá el golpe más brutal para la imagen de una casta política y empresarial. Lo es también para su pertenencia al Partido Popular (PP) y su paso como vicepresidente en los gobiernos de José María Aznar. Evidentemente, es un golpe también para el FMI, por más silencio que haya sobre este caso desde el organismo.
Rodrigo Rato tuvo las riendas del FMI entre 2004 y 2007, cuando abandonó intempestivamente el organismo internacional. Existen fuertes indicios citados en la prensa española de que las acusaciones contra Rato de blanqueo de dinero pudieron haberse cometido incluso durante sus años en el FMI.
El Fondo Monetario Internacional nunca ha dicho una sola palabra sobre el acoso judicial al que está sometido el hombre fuerte de Aznar, al que presumía como “el mejor ministro de economía de España” y líder del “milagro económico español”.
Tras dejar el organismo con sede en Washington, se anunció en 2007 su incorporación a la división internacional de Lazard, el banco de inversiones franco-estadounidense. Un año después se incorporó al Consejo Asesor Internacional del Banco Santander y Telefónica también le dio cabida.
En enero de 2010 se hizo cargo de Caja Madrid y operó la fusión de varias entidades para la creación de Bankia, la que salió a Bolsa en 2011.
Paradójicamente, dos años después de su arribo a esta entidad bancaria, el FMI la consideró el principal riesgo para el sistema bancario español. Bankia tuvo que ser controlada por el Estado español y fue rescatada con 22 mil millones de euros. Sin embargo, el diario El Mundo publicó en abril pasado un informe que señala que el rescate en realidad fue de 46 mil millones de euros.
En julio de 2012 fue citado a declarar como imputado por la Audiencia Nacional por su gestión de Bankia y enfrenta dos querellas por delitos de blanqueo de capitales, alzamiento de bienes y diversos delitos fiscales.
También está implicado en el uso de las llamadas “tarjetas black”, que son tarjetas de la misma entidad bancaria, sin control fiscal y con los que él hizo suntuosos gastos sin justificar por casi 100 mil euros.
En 2015 la Agencia Tributaria también lo investiga como uno de los 705 contribuyentes que se acogieron a la amnistía fiscal de 2012, en el que se descubrieron los presuntos delitos de fraude, blanqueo de capitales y alzamiento de bienes. Es cuando fue detenido y liberado horas después, pero con cargos.
Su infierno judicial aún tiene largo recorrido y quizá los resultados sean poco edificantes para el organismo que dirigió durante tres años.
Straus Kahn: depredador sexual
El sucesor del español fue el francés Dominique Strauss-Kahn, cuya historia fue ampliamente conocida en todo el mundo cuando fue detenido antes de abandonar Nueva York, acusado de violación.
Durante su estancia en el hotel Sofitel de la gran manzana, Strauss-Kahn violó a la camarera Nagissatoy Diallo, quien denunció al político que entonces era considerado un seguro aspirante a las primarias socialistas para las elecciones al gobierno francés.
El entonces director gerente del FMI fue invitado a dimitir de esa responsabilidad, pero se hizo solo hasta que fue denunciado, no antes.
Finalmente fue absuelto de este delito gracias a un acuerdo económico que se mantuvo en secreto entre la acusadora y el político francés, por el cual Strauss-Kahn se comprometía a indemnizarla con una suma que se estimó entre 1.5 y 6 millones de dólares.
Asimismo, en junio del año pasado, Strauss-Kahn fue absuelto por un tribunal de la localidad francesa de Lille del delito de “proxenetismo agravado” que pesaba sobre él y por el que se enfrentaba a una pena de cárcel de diez años y una multa de 1.5 millones de euros.
El caso fue bautizado como Caso Carlton, en el que el economista y político francés estaba acusado junto a otras 12 personas de gestionar y beneficiarse de una red de prostitución de alto nivel que durante la década de los 90 prestó servicios sexuales en orgías en Francia y Estados Unidos.
La red de prostitución tenía su sede en el elegante hotel Carlton de Lille, donde personas de altos recursos económicos pagaban para participar en esas orgías donde el exdirector general del FMI era el principal cliente.
Su defensa fue que si bien participó en esas orgías, desconocía que las mujeres eran prostitutas y que eran remuneradas por sus servicios sexuales.
Las mujeres retiraron los cargos de proxenetismo contra este político depredador sexual.
Como sea, con el caso de Rato, Strauss-Kahn y Lagarde en sus propios escándalos, son figuras poco edificantes para el organismo que no solo falló en sus filtros para elegir a sus directores gerentes, sino que seguirá imponiendo sus políticas como el saneamiento presupuestal de las naciones a expensas del gasto social, que es proclive a la eliminación de subsidios tanto en la actividad pública como en los servicios sociales, a la implementación de impuestos regresivos, al libre mercado en prácticamente todos los servicios, sin intervención del Estado, incluidos la educación, la salud o la previsión social, o que aplaude eufórico la flexibilidad laboral siempre a favor del patrón.


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