México: La semilla y la cuenta regresiva

lunes 9 de enero de 2012

Eduardo Ibarra Aguirre (FORUMENLINEA)

Transcurridos los primeros 11 años de panistas despachando desde Los Pinos -y todo pareciera indicar que no rebasarán la docena-, el primer blanquiazul del país no se apiada de su antecesor (Vicente Fox), de su partido (Acción Nacional) y de sí mismo (Felipe Calderón), al ofrecer a los gobernados que “Trabajaremos sin descanso, hasta el último día, para que, precisamente, pueda crecer esta semilla de un México seguro, justo y próspero, que hemos plantado (...) Es en el hogar donde empezamos a sembrar la semilla del México que queremos para nosotros, pero, sobre todo, para nuestros hijos”.

Aparte de los excesos retóricos propios de la temporada de Guadalupe Reyes, amén de característicos del quehacer público, Calderón Hinojosa se da licencias para comunicarse con auditorios seleccionados a modo, donde con frecuencia sobredimensiona la obra de su gobierno, lo cual es recurrente en presidentes que acaban por asumirse como lo que sus subordinados les dicen que son, pero éste negó en su mensaje con motivo del comienzo de 2012, el esfuerzo sexenal por errático y corrupto que haya sido, de toda una camada de panistas, priístas cogobernando y yunquistas que formaron parte del “gobierno del cambio”.

Tiempo en que el abogado, economista y administrador público se desempeñó como coordinador de la bancada panista en la Cámara de Diputados, director general de Banobras, secretario de Energía y candidato presidencial apuntalado a fondo e ilimitadamente por Fox Quesada desde la Presidencia de la República y sin medir consecuencias judiciales, que para eso existía el Tribunal Electoral concertado con el Ejecutivo federal.

“Haiga sido como haiga sido”, el general de cinco estrellas no tiene la virtud de ser agradecido con quien hizo posible que a trompicones y todo, pero se colocara la banda presidencial en San Lázaro, misma que el guanajuatense le entregó la medianoche previa en una ceremonia con los de casa y acompañados de jefes militares.

Generales, almirantes y tropas con los que se sembró la semilla de la militarización extrema de la seguridad pública, la criminalización de la protesta social, la estigmatización de los jóvenes desempleados y el protagonismo casi ilimitado de los primeros.

Acaso por ello, cuando en la capital de Durango, en el Canal 12, el entrevistador le preguntó sobre la entrega de la banda presidencial al triunfador de la contienda del primer domingo de julio, aseguró que lo hará “gustoso el próximo primero de diciembre”. Pero cuando en la pregunta apareció la sombra que lo selló de por vida: “¿Y si es Andrés Manuel (López Obrador)?”, respondió más que turbado: “El que sea, siempre y cuando sea electo verdaderamente (sic) por los mexicanos”.

Perdón ¿y quién más elige a los presidentes mexicanos? Incluso en los tiempos del “partido prácticamente único”, ¿lo elegían los dueños de México, la Casa Blanca, el Vaticano y otros poderes fácticos?

Seguramente el escenario menos deseado por el michoacano de Morelia y que millones de electores aún no tienen claro si “verdaderamente” fue electo “por los mexicanos”, es entregarle la codiciada banda al de Macuspana, Tabasco. Sería un hecho sin precedente y de elemental justicia, pero ésta no se empata con las dinámicas políticas y electorales, condicionadas por los grandes intereses de los dueños del dinero y sus aliados en la aldea global.

Con el traspié sufrido por la “elección indicativa”, de manufactura presidencial como reconoció Gustavo Madero, se vuelve más incierto el futuro de Ernesto Cordero, y el panorama se le complica al primer panista del país, quien ya optó por refugiarse en “esta es la última vez”, sabedor que en 10 meses y días su futuro podría ubicarse allende el río Bravo.

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