“Se necesitan varios años para aprender a manejar los ventiladores que se acaban de comprar”
El País.
El doctor José Elizalde, jefe del servicio de neumología del Instituto Salvador Zubirán, de Ciudad de México, analiza los retos que encara el país en la fase más crítica de la pandemia
Jacobo García
México - 01 may 2020 - 11:06 CDT

El
 doctor José Elizalde se despoja de los guantes y la mascarilla antes de
 hacer una pausa para la entrevista tras una jornada en la que apenas 
encuentra un momento para comer o contestar las decenas de mensajes que 
se agolpan en su celular. “Estamos en la guerra antes de que se 
disparara la primera bala”, dice en su despacho al recordar que, muchos 
días antes de la declaración de la fase III en México, el 21 de abril, 
la mayoría de hospitales ya vivían la emergencia.
Jefe
 de terapia intensiva durante 20 años en el Hospital privado ABC, ahora 
el doctor Elizalde está al frente del departamento de Neumología del 
Instituto Salvador Zubirán, un prestigioso centro público con hospital y
 centro de investigación, donde afronta una realidad extenuante. “Un día
 llegas y las salas están llenas de enfermos”, dice sobre el 
departamento que encabeza y que forma parte de los centros de referencia
 que atienden la covid-19.
Nacido hace 65 años en Ciudad 
de México y orgullosamente formado en la UNAM (Universidad Nacional 
Autónoma de México), Elizalde accede a hablar con este diario después de
 que otros reconocidos neumólogos de los principales hospitales del país
 optaran por guardar silencio a “sugerencia” de sus superiores para 
evitar polémicas.
Para entender la velocidad y el tamaño 
de la crisis sanitaria el doctor aporta un dato. El fin de semana 
pasado, cuando se realizó la entrevista, había unos pocos pacientes 
intubados, pero cinco días después no hay una sola cama libre. Aunque en
 el resto del país la ocupación hospitalaria ronda el 30%, en la capital
 las costuras del sistema están al límite. México llegó ayer a los 1.859
 fallecidos y 19.000 contagios detectados, pero las autoridades 
reconocen que lo peor está por llegar.
Pregunta. ¿Cómo ve la situación en el país?
Respuesta.
 Estamos mejor que en el 2009, cuando llegó la pandemia de la gripe A, a
 la que llegamos con retraso. Sin embargo, aquella ocasión y la 
oportunidad ahora de dar seguimiento a lo que sucedió en Europa nos 
permitió prepararnos durante cinco semanas y hacer mejor las cosas, 
aunque todo sea mejorable.
P. ¿Se refiere a la actuación del Gobierno?
R.
 Las pandemias son de memoria corta. Crean mucha alarma, pero en cuanto 
bajan los muertos dejan de ser noticia y a la gente se le olvida. No se 
hizo nada durante el Gobierno de Felipe Calderón, menos con Peña Nieto y
 en este Gobierno también pasa algo parecido. Aunque China o Trump 
mandaran 10 veces más ventiladores hace falta el personal que lo maneje.
P. Se anunció que se buscaría contratar a 6.000 médicos y 12.000 enfermeras. ¿Se puede formar a alguien en dos semanas?
R. Es un plan absurdo.
 Son improvisaciones del síndrome del ‘casi ahogamiento’. O sea, hay que
 hacer algo porque tenemos el agua al cuello. A mis alumnos de Medicina 
de último año de la UNAM les doy un semestre de clínica de neumología 
donde aprenden formas de intubar, estrés respiratorio o ventilación 
mecánica. Son los mejores, los más preparados y los que tienen mejores 
calificaciones, pero después de seis meses aún no saben manejar un 
paciente grave o un ventilador. En México, o en España, se trata de una 
especialización de tres años. Dudo que con una capacitación al vapor 
pueda alguien manejar un ventilador o casos difíciles como los que están
 llegando.
P. ¿Cuál es el peligro actual en los hospitales?
R. El cansancio del sistema de salud. La saturación agota a los médicos,
 a las unidades de emergencia, al hospital y al propio sistema. Es 
entonces cuando empiezan los fracasos. Alemania logró mantener durante 
un mes una tasa de mortalidad de entre el 0,4 y el 0,8% hasta que 
después se cansó el sistema y subieron a 3,5%. Igual sucedió en Suecia, 
donde después de dos meses la mortalidad se elevó hasta el 8,5%. Un 10% 
del personal médico se contagia y eso implica que hay que retirar a 
cuatro o cinco personas de su círculo íntimo para que esté en cuarentena
 por lo que los grupos de trabajo son cada vez más pequeños. Cada vez 
que una persona se contagia significa retirar a otras cinco y que los 
que queden hagan su trabajo más el de los que no están.

P. ¿Le sorprende lo que está viendo?
R.
 Algunas cosas nos las imaginábamos tal cual han sucedido, pero la 
realidad ha resultado ser abrumadora. Llegas un día y te encuentras el 
hospital lleno de pacientes y las salas llenas. Fue como ir a la guerra 
antes de que se disparara la primera bala.
P. ¿De qué fecha hablamos?
R.
 El fin de semana del 18 y 19 de abril todo cambió radicalmente. Era 
evidente que había que haber pasado a la fase III desde hacía días, pero
 se incluyeron circunstancias políticas, como la reunión de expertos del
 lunes 20 de abril, que retrasó casi cinco días la decisión. Los 
primeros casos eran importados y eran de gente de un nivel adquisitivo 
alto. Son contagiados que habían viajado a Estados Unidos, Italia, 
España o China por ocio o trabajo pero se trata de un sector que se 
dirige a la medicina privada. Por aquel entonces los hospitales privados
 ya estaban a tope de casos de la covid-19 mientras que en la medicina 
pública no había ni uno solo. Y ahora es al revés. Aquí hay muchos 
casos, pero son menos que los de la pública. A la hora de enfrentar la 
crisis, la respuesta del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) 
estuvo por detrás de la Secretaría de Salud. La Secretaría fue la 
primera en moverse y con ella los hospitales privados. Sin embargo, el 
IMSS y el ISSSTE se quedaron atrás a la hora de tomar medidas y dar a la
 población instrucciones básicas. Nosotros llevamos preparándonos desde 
enero y el IMSS ha empezado a hacerlo hace un par de semanas (primera 
semana de abril).
P. Aún no llegamos al pico pero ya se habla de desconfinamiento, ¿le preocupa?
R.
 El tema de las escuelas es preocupante. Hay un gran número de pacientes
 asintomáticos. En China se creyó que era un 1%, pero las estimaciones 
rondan el 30%. Habría que seguir hasta fin de año haciendo educación a 
distancia. Y los trabajadores fundamentales para la economía, la salud, 
distribución de alimentos o fabricaciones de alimentos deberían hacerse 
una prueba o manejar cartillas de salud. Pero eso cuesta dinero, cada 
una ronda los 1.200 pesos (unos 50 dólares) y eso tampoco asegura nada.
P. ¿Cómo ve el debate entre Estados como Jalisco, que defiende los test rápidos o el uso del cubrebocas, y el Gobierno Federal?
R.
 El debate es bueno, pero hay secretarios de Salud en municipios o 
Estados que han hecho cosas absurdas. En muchos lugares se trata de un 
cargo menor al que, en muchas ocasiones, se llega por amiguismo o 
compadreo. Pero en el caso del discurso del Gobierno federal se ha 
mezclado con la política. De hecho, algunos datos se presentan con base 
en casos reales confirmados, porque son pocos, y otros sobre 
estimaciones. Hay un manejo político para resaltar ciertas partes que le
 interesan al Gobierno.
P. ¿La neumonía atípica sigue siendo el cajón de sastre?
R.
 México tiene una subestimación de casos. Ahora podemos confirmar hasta 
24 virus distintos, pero si yo tengo la confirmación de que alguien 
tiene SARS-CoV-2 le llamo covid, pero si tengo todo el cuadro clínico, 
una prueba falsa negativa o no tengo pruebas porque vivo en un pueblo, 
se inscribe como neumonía atípica. Creo que la cifra real debería ser la
 sumatoria de ambas estadísticas.
P. ¿Cuál es la situación en su hospital?
R.
 Estamos al 100%. Hay 40 pacientes de la covid-19 internados y 18 
intubados. Pero en paralelo vivimos una realidad en la puerta de la 
calle, donde un policía le dice a los pacientes que no pueden acceder 
porque no hay camas, y otra en el área de emergencias, donde debe 
decidirse entre quienes se quedan ingresados o regresan a casa para que 
superen la enfermedad. Esa parte presenta grandes fallas de acuerdo a 
las cifras oficiales. Se sabe que suele internarse un 20% de la 
población, pero en México estamos en torno a un 40%, el doble que en el 
resto del mundo, y eso colapsa el sistema de salud.
P. ¿Por qué ocurre esto?
R.
 En los hospitales se mezcla gente que debe estar en observación, porque
 podrían empeorar, con otros pacientes que tienen la enfermedad pero no 
deberían estar en un hospital sino en su casa. Eso pasa porque quien 
hace esa tarea son médicos en medicina interna y no tienen la 
experiencia para seleccionar de forma correcta a los pacientes. Es mucha
 responsabilidad decir este señor se va a su casa. Otra realidad también
 es que los médicos no salen a comer, a fumar un cigarro ni a hablar con
 la novia por teléfono, están recluidos y concentrados al 100%. Pero 
normalmente de 10 camas de UCI en un hospital suelen estar operativas 
siete u ocho, pero ahora las dos que estaban estropeadas están 
funcionando y eso hace que el personal médico ya no trabaje al 100% sino
 al 125%.
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