Iniciativa sobre Ley de Aguas mantiene régimen neoliberal de concesiones
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 Autor: 
Érika Ramírez @erika_contra 
En septiembre próximo podría dictaminarse la Ley General de Aguas, iniciativa propuesta por la Comisión de Recursos Hidráulicos, Agua Potable y Saneamiento, misma que mantiene el régimen de concesiones a 30 años con prórroga inmediata por el mismo lapso. Este modelo, impuesto desde la administración salinista, ha permitido el acaparamiento del vital líquido en pocas manos

En el Congreso de la Unión se cabildea una iniciativa de la Ley General de Aguas
 que pretende continuar con el régimen concesional instaurado en el 
periodo neoliberal –durante la administración de Carlos Salinas de 
Gortari–, a través de la Ley de Aguas Nacionales (LAN).
Se trata de la iniciativa propuesta por la Comisión de Recursos Hidráulicos,  Agua Potable y Saneamiento,
 presidida por Feliciano Flores Anguiano, misma que ha sido cuestionada 
por sus propios correligionarios porque busca mantener el tiempo de las 
concesiones hasta por 30 años y con la capacidad de renovarse por el 
mismo lapso; es decir, un concesionario podría mantener su título hasta 
por 60 años, como ocurre actualmente.
Francisco López Bárcenas, investigador 
del Colegio de San Luis en el programa de Agua y Sociedad, explica que, 
hasta antes de la reforma de 1992, las concesiones eran un recurso que 
se dedicaba fundamentalmente a satisfacer las necesidades de los 
mexicanos, de la industria y del campo en México; sin embargo, desde ese año “muchos vieron en esto un negocio y ése es el motivo por el cual se ha mantenido”.
A ello, también se suma que los 
agroindustriales y no los ejidatarios son los más beneficiados en 
mantener las concesiones de agua en el país, como ocurre actualmente.
El investigador puntualiza: “según los registros de la Conagua
 [Comisión Nacional del Agua] están las actividades agrícolas, pero hay 
que decir que es agricultura de exportación, agroindustrial, después la 
actividad público-urbana (de la que no se aclara a qué responde), la 
industrial (sobre todo la automotriz), servicios, acuacultura, 
generación de energía eléctrica por privados, y el doméstico, que es el 
que más relación puede tener con el derecho humano al agua”.
Las Estadísticas del agua en México, edición 2018, reportan
 105 acuíferos sobreexplotados, de los 653 que hay en el país. Además, 
da cuenta que los usos del recurso en el país es: 76 por ciento 
agrícola, 4.7 por ciento para la generación de energía eléctrica, 14.4 
abastecimiento público y 4.9 industria autoabastecida.
La LAN no ha sido modificada, en desacato desde hace 8 años,
 por diversos intereses empresariales que han impedido la creación de la
 Ley General de Aguas, añade López Bárcenas. Y es que el 8 de febrero de
 2012 se modificó el artículo 4 de la Constitución Política de los 
Estados Unidos Mexicanos en el que se establece: “toda persona tiene 
derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo 
personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y 
asequible. El Estado garantizará este derecho y la ley definirá las 
bases, apoyos y modalidades para el acceso y uso equitativo y 
sustentable de los recursos hídricos, estableciendo la participación de 
la Federación, las entidades federativas y los municipios, así como la 
participación de la ciudadanía para la consecución de dichos fines”.
Para ello, en su artículo tercero 
transitorio mandata: “el Congreso de la Unión contará con un plazo de 
360 días para emitir una Ley General de Aguas”, misma que no ha sido 
promulgada.
La propuesta de la comisión encabezada 
por el legislador morenista Flores Anguiano, es una de las tres que ya 
hay en el poder legislativo y que podría ser dictaminadas en septiembre 
próximo.

Alerta de dictamen
Miguel Ángel Montoya, consultor 
independiente y cercano a la iniciativa, alerta que al provenir del seno
 de una de una la comisiones dictaminadoras –la de Recursos Hidráulicos,
 Agua Potable y Saneamiento– de la cámara de origen “es muy probable que
 se convierta en la base del futuro dictamen para expedir este nuevo 
ordenamiento, mismo que definirá el acceso al agua para el futuro de 
varias generaciones de mexicanos”.
Y aunque en la iniciativa se reconocen los abusos en las concesiones,
 ésta mantiene la vigencia de la LAN que debe ser reformada. A la letra,
 indica: “en México hay una creciente preocupación en torno al 
otorgamiento, control y vigilancia de los títulos de concesión y 
asignación de agua. Diversos estudios señalan que el volumen extraído es mayor al volumen concesionado o
 reportado, lo cual provoca daños graves a los usuarios, a los 
ecosistemas hídricos, así como una estructura de corrupción e impunidad 
en torno al aprovechamiento ilegal del agua.
“Hay una baja reinversión en la 
administración del agua, incluyendo los sistemas de control y 
vigilancia. La baja inversión y la distribución presupuestal poco 
estratégica, han generado que la Comisión Nacional del Agua no cuente 
con el personal o el sistema que le permita fiscalizar, vigilar y 
comprobar, que se cumpla con los parámetros de cantidad y calidad 
reglamentarios. Se realizan inspecciones solamente en alrededor del dos 
por ciento de las concesiones y no se cuenta con mecanismos efectivos 
para monitorear lo que sucede en las demás, lo cual ha permitido que los
 abusos sean extensivos.

“Esta desafortunada realidad ha generado
 un importante consenso en torno a la urgente necesidad de reformar el 
sistema de concesiones y alcanzar un estado de derecho en la 
administración del agua”, expone.
El especialista en gestión integral del 
agua indica que desde la presidencia y secretaría técnica de la Comisión
 de Recursos Hidráulicos, Agua Potable y Saneamiento, “se establecieron 
acuerdos verticales y cupulares con los grupos del poder económico de 
forma tal que se trastocó la esencia y el modelo de gestión propuesto 
para que el status quo de la gestión del agua 
permanezca intacto, es así que ahora ya como una Iniciativa de Ley las 
concesiones podrán seguir durando ahora 30  años,  pero ahora con 
renovaciones automáticas lo que podrá hacer realidad el viejo anhelo de 
la hidrocracia neoliberal: Concesiones inafectables y con vigencia a 
perpetuidad, mismas que habían quedado expresadas en  los proyectos del 
PRIAN de las dos anteriores Legislaturas que se conocieron como Ley Korenfeld y Ley Pichardo que concitaron una enorme polémica y rechazo”.
Además, “se incurrió  en el exceso de mandatar el otorgamiento de concesiones de agua ligadas automáticamente a la infraestructura hidroagrícola
 a cargo de la Conagua, lo cual opera en beneficio del 5 por ciento de 
los agricultores que concentran el 78 por ciento del agua en el campo y,
 lo más grave, en favor de los grupos de la delincuencia organizada ligados al narcotráfico;
 ya que como se sabe, la infraestructura no sólo es  hidráulica o de 
riego, sino también de un una amplia red de caminos de que han servido 
para el trasiego de drogas y armamento y para movilizar a estos grupos”, expone el experto.

Vigencia del neoliberalismo
La LAN, promulgada en 1992, precisa que 
una concesión es el “título que otorga el Ejecutivo Federal, a través de
 ‘la Comisión’ o del Organismo de Cuenca que corresponda, conforme a sus
 respectivas competencias, para la explotación, uso o aprovechamiento de
 las aguas nacionales, y de sus bienes inherentes, a las personas 
físicas o morales de carácter público y privado, excepto los títulos de 
asignación”.
En tanto, el artículo 24 de la misma 
expone: “el término de la concesión o asignación para la explotación, 
uso o aprovechamiento de las aguas nacionales no será menor de cinco ni 
mayor de treinta años, de acuerdo con la prelación del uso específico 
del cual se trate, las prioridades de desarrollo, el beneficio social y 
el capital invertido o por invertir en forma comprobable en el 
aprovechamiento respectivo. En la duración de las concesiones y 
asignaciones, “la Autoridad del Agua” tomará en consideración las 
condiciones que guarde la fuente de suministro, la prelación de usos 
vigentes en la región que corresponda y las expectativas de crecimiento 
de dichos usos”.
Las concesiones, indica, podrán tener prórroga
 “hasta por igual término y características del título vigente por el 
que se hubieren otorgado”; es decir que un concesionario podría tener 
hasta por 60 años el título para la explotación del agua”.
Diego Eduardo del Bosque Villarreal 
–secretario de la Comisión de Medio Ambiente, Sustentabilidad, Cambio 
Climático y Recursos Naturales, y uno de los legisladores que se negó a 
firmar la iniciativa– comenta en entrevista con Contralínea que
 la Ley General de Aguas tiene que servir para llevar a cabo una 
justicia hídrica, “para que se pague esa deuda con personas de los 
sectores periurbanos que, aún ahora, no tienen acceso a este vital 
líquido”.
El diputado federal por el Movimiento Regeneración Nacional reconoce que hay un reducido porcentaje de empresas que controlan el 70 de las aguas
 concesionadas, y quienes “tienen cabilderos muy fuertes que estén 
queriendo que esta ley sólo le dé una pintadita al esquema de cómo se 
reparte el agua en el país y que no se les toquen sus privilegios”.

“Creemos que puede haber concesiones, 
pero que se cumplan con instrumentos de planeación a partir de un 
consenso con los territorios, de ver cómo se va a utilizar y que no 
solamente sirva para beneficiar a unos cuantos”, añade el legislador 
originario de Coahuila, una de las entidades con graves problemas de 
acceso al agua.
Al respecto, el diputado federal por 
Michoacán, Feliciano Flores Anguiano –presidente de la Comisión de 
Recursos Hidráulicos, Agua Potable y Saneamiento– acepta que prevalece la propuesta de mantener las concesiones por 30 años, con capacidad de renovarse por el mismo periodo.
Comenta a Contralínea que “hay diputados que a lo mejor están de acuerdo con la propuesta y habrá otros que no. Vamos a tratar de llegar a un consenso
 y si no, no nos queda más que votarlo y sacarlo por mayoría, pero 
espero que esas partes, donde hay diferencias, tratemos de llegar a un 
punto de equilibrio y salga por consenso”.
Flores Anguiano dice que de no llegar a 
un consenso para otorgarlas a 30 años, se pretenderá “llegar a un punto 
de equilibrio, 15 o 10 años, o dependiendo, pensando en el futuro, en 
cómo va a estar de aquí a 10 o 15, 20 años la situación del agua. A lo 
mejor, puede haber varias condiciones para dar las concesiones, como: si
 la cuenca va deteriorándose, en ese momento reducir la cantidad de 
agua.
“También hay que pensar que si de aquí a
 cierta cantidad de años a futuro no hay cierta cantidad deben de haber 
ciertas restricciones o también si alguien no hace el uso adecuado de 
esa concesión. Hay que ver los temas de la contaminación o el 
saneamiento del agua, va a haber varias cosas y en ese sentido, buscar 
la manera de llegar a un punto donde coincidamos o acordemos la mayoría,
 si no es que todos”, añade.
Respecto de la reducción de años en las 
concesiones de agua y la afectación de intereses particulares, el 
legislador comenta que los usuarios de riego o las empresas tienen, en 
su mayoría, proyectos a largo plazo, y “también dicen pues si no tenemos
 la certeza jurídica de X cantidad de años para mi proyecto se me 
complica invertir, es cuestión de analizar bien”.
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