Miseria, racismo y abuso padecen millones de indígenas mexicanos
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En México, los pueblos originarios sobreviven en la miseria, sin reconocimiento jurídico como sujetos de derecho por parte del Estado y en un ambiente de racismo generalizado. En el Día Internacional de los Pueblos Indígenas –celebrado este 9 de agosto–, miles reivindican la defensa de sus territorios ante la imposición de megaproyectos

En el contexto del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, las condiciones de no reconocimiento jurídico como sujetos de derecho por parte del Estado mexicano, la marginación y la pobreza extrema prevalecen en México
 para más de 25 millones de indígenas. A ello, se suma la imposición de 
magaproyectos en sus territorios, bajo el argumento de llevarles 
desarrollo a sus regiones. El abuso de autoridad y el racismo son dos de
 los principales flagelos que padecen desde la Conquista.
El antropólogo Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, dice a Contralínea
 que en el país prevalece una deuda histórica con los pueblos 
originarios, en términos de alcanzar una reforma constitucional los 
reconozca como sujetos de derecho. Es decir que los pueblos indígenas realmente puedan tener personalidad jurídica
 para ser también un actor importante en la gobernabilidad del país, que
 sean contemplados dentro de los mismos presupuesto públicos y que ellos
 mismos puedan ejercer el derecho a la libre determinación para realizar
 sus propias formas de organización social y política.
“La representación política de los 
pueblos; obviamente tanto en el Congreso Federal como en el Congreso 
Estatal. La posibilidad de que puedan ser nombradas sus autoridades en 
asambleas y la asamblea como un órgano de gobierno reconocido por parte 
de la Constitución”, expone.
Éste es, dice antropólogo, el techo 
jurídico que se requiere para que los pueblos puedan ser, realmente, 
parte del cambio que se requiere en nuestro país, “para que no haya ciudadanos de segunda
 y tampoco se les discrimine tanto en la forma de ejercer su gobierno, 
su representación política y en el ejercicio presupuestal”.
De acuerdo con la más reciente Encuesta intercensal, que data de 2015 y fue elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en el país 121 millones de personas y el 21.5 por ciento se considera indígena
 de acuerdo con su cultura, historia y tradiciones. En tanto, el Consejo
 Nacional de Población (Conapo) indica que las entidades federativas con
 mayor población hablante de lengua indígena son Oaxaca, Yucatán, y 
Chiapas, las tres acumulan el 42.6 por ciento del total de hablantes.
El mismo Conapo indica que actualmente hay 68 lenguas con 364 variantes en todo el país; las principales lenguas, debido a la proporción de población hablante son el Náhuatl, Maya y Tzeltal.
La Constitución Política de los Estados 
Unidos Mexicanos indica en su artículo 2 que “la nación mexicana es 
única e indivisible. La Nación tiene una composición pluricultural 
sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que 
descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país
 al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones 
sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas”.
La diputada Irma Juan Carlos, presidenta
 de la Comisión de Pueblos Indígenas en la Cámara de Diputados, comenta 
en entrevista que una primera iniciativa presentada por legisladores de 
la comisión es que se reforme el artículo 2, para eliminar la que dice 
que “somos gente de interés público y seamos sujetos de derecho público 
para que se nos trate como ciudadanos, como cualquier mexicano que tiene
 los mismos derechos en el país”.
Y es que la misma Constitución señala: 
“las constituciones y leyes de las entidades federativas establecerán 
las características de libre determinación y autonomía que mejor 
expresen las situaciones y aspiraciones de los pueblos indígenas en cada
 entidad, así como las normas para el reconocimiento de las comunidades 
indígenas como entidades de interés público”.
Indígena chinanteca, Irma Juan Carlos 
añade que es indispensable la consulta antes de que los diferentes 
niveles de gobierno deseen implementar medidas legislativas y 
administrativas, que puedan ser susceptibles de afectación en los 
pueblos indígenas; esto significa que “si el gobierno quiere realizar 
alguna acción, proyecto en los territorios de las comunidades indígenas, antes tiene que realizar una consulta con pertinencia cultural, como lo establecen los estándares internacionales”.
Por ello, se ha presentado una iniciativa de reforma al artículo 2 y al 73, para dar facultades al Congreso de la Unión
 y así emitir una ley que estaría regulando estas consultas para que los
 pueblos tengan derecho de opinar sobre sus territorios y su desarrollo.
Francisco López Bárcenas, investigador del Colegio de San Luis, expone que hay dos pendientes importantes en relación con los derechos de los indígenas,
 principalmente: la representación política, no sólo a nivel municipal 
sino también a nivel de congresos locales y del federal. “Ya hay 
posicionamientos jurídicos, tanto de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
 como del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación 
diciendo que el derecho a la libre determinación de los pueblos se 
manifiesta en que ellos se puedan regir de acuerdo con sus propios 
sistemas normativos y fuera de los partidos políticos, ahí ya no debería
 haber exposición sino una implementación de este tipo.
“El otro tiene que ver con el 
reconocimiento de los territorios y los recursos naturales; ahí hay un 
debate ideológico sobre si los pueblos indígenas tienen derecho o no a 
los recursos naturales y esto deviene de que el artículo 27 dice que las
 tierras y aguas son propiedad de la nación, nada más que se hace una 
lectura un poco tergiversada de eso; porque sí, son propiedad de la 
nación, pero de una nación originaria… Los pueblos indígenas tienen derecho a los recursos naturales
 porque son habitantes originarios de este país. Debería reconocerse la 
propiedad sobre ello, lo cuál implicaría que ya no tuvieran que obtener 
permisos o que ya no tuvieran que tener concesiones para poder usarlos 
legalmente; de hecho, sería al revés: cuando el gobierno tuviera que 
hacer obras que son importantes para toda la población, tuviera que 
pactar con ellos”, añade.

La imposición de magaproyectos
El doctor Gilberto López y Rivas, 
profesor-investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia 
(INAH), resalta que la población indígena en esta administración, 
encabezada por Andrés Manuel López Obrador, continúa con la imposición de megaproyectos
 en su territorio, como lo hicieran los gobiernos que le antecedieron. 
Destaca el Tren Maya, el Corredor Transístmico y el Proyecto Integral 
Morelos.
A ello, dice, se suma la presencia de la
 Guardia Nacional en las comunidades de los pueblos originarios, con la 
presencia de la Guardia Nacional. Esto último, comenta el antropólogo, 
contradice la promesa de campaña presidencial de “regresar a los 
militares a los cuarteles”.
“Si hay un talón de Aquiles en la 
llamada cuarta Transformación, es lo que el Congreso Nacional Indígena y
 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional han calificado como guerra
 contra los pueblos”, expresa el investigador del INAH .
Cuestiona que en el país se haya llevado a cabo la ratificación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá
 (Tmec), sin tomar en cuenta el impacto socioeconómico del Tratado de 
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), “que provocó una rebelión indígena,
 y formó parte sustancial de la sentencia del Tribunal Permanente de los
 Pueblos (TPP), producto de un proceso de tres años que involucró a 
miles de personas de poblaciones afectadas… que trabajaron bajo el 
enunciado de libre comercio, violencia, impunidad y derechos de los 
pueblos”.

El antropólogo Abel Barrera añade que los megaproyectos han generado un conflicto al interior de las comunidades
 que en lugar de fortalecer su unidad como pueblos, “de afianzar sus 
luchas históricas por la defensa del territorio se vulnera ese derecho 
porque quedan fragmentados, polarizados y la puesta en marcha de los 
megaproyectos tienen que respetar la decisión de los pueblos”.
Juan Carlos Flores Solís, abogado del 
Frente de Pueblos en Defensa del Agua y de la Tierra de Morelos, Puebla y
 Tlaxcala, y en defensa del Proyecto Integral Morelos, comenta que en 
esta región persiste el “afán por seguir defendiendo la vida de las 
comunidades”, ante la intención de trazar un gasoducto en esta zona.
El 20 de febrero, tras las denuncias de 
lo que dejaría este megaproyecto entre las comunidades, fue asesinado el
 campesino campesino indígena náhuatl Samir Flores Soberanes. Tres días 
después el presidente presentaría la consulta para llevar a cabo la 
central energética.
Flores Solís, también integrante del Congreso Nacional Indígena,
 expone “seguimos estando en el mismo juego de los gobiernos, de los 
partidos políticos, cuando la alternativa está más en la autonomía de 
los pueblos, aterrizar el gobierno en el pueblo, como lo indica el 
artículo 39 de la Constitución”.
El texto constitucional dice a la letra:
 “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. 
Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de 
éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o
 modificar la forma de su gobierno”.
En el marco del Día Internacional de los
 Pueblos Indígenas, el abogado expresa que no solamente en este día 
podemos hablar de la situación “de cómo hemos sido avasallados, de cómo 
sigue la discriminación y el despojo, sino también de la propuesta de 
gobierno, de autonomía de los pueblos indígenas que es donde está una 
ventana a un mundo diferente donde realmente podamos construir otra 
forma de vida que nos salve de esta catástrofe. Antes no se hablaba de 
que los pueblos tienen que dar permiso, si no se tiene el permiso no se 
puede hacer el proyecto”.

Precariedad histórica
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social indica que “la precariedad en las condiciones de vida de la población indígena en México
 ha sido sistemáticamente mayor a la de la población no indígena. Las 
brechas existentes entre el bienestar de la población indígena y no 
indígena en 2018 es similar a las encontradas en 2008”.
En su informe La pobreza en la población indígena de México,
 2008 – 2018, publicado en agosto de 2019, enfatiza que este sector del 
país “ha presentado históricamente situaciones acentuadas de pobreza y 
vulnerabilidad”.
En 2018, precisa el Coneval, el 
porcentaje de población indígena en situación de pobreza se situó en el 
69.5 por ciento, en contraste con el 39 por ciento de la población no 
indígena que se encuentra en esta situación.

Señala que uno de cada cuatro personas indígenas se encuentran en situación de pobreza extrema;
 es decir que no cuenta con los ingresos suficientes para consumir una 
canasta alimentaria y presenta tres o más carencias sociales. Bajo esta 
condición de precariedad vive el 39.4 por ciento en las zonas rurales.
Abel Barrera, director del Centro de 
Derechos Humanos Tlachinollan, comenta que pese a los programas que 
administra el gobierno federal para el combate a la pobreza, con estos 
apoyos no se están resolviendo “problemas añejos relacionados con el 
rezago educativo, con la falta de infraestructura hospitalaria, con 
empleos no remunerados, con la recuperación de la agricultura de los 
productores pequeños.
A ello, se suma que con la crisis provocada por la pandemia del coronavirus,
 pues la pobreza se ha agudizado porque disminuyeron las remesas 
provenientes de Estados Unidos, “un gran número de familias depende de 
ellas, recibían un monto aproximado de 300 dólares al mes y ya no están 
llegando. Los que reciben, pues ya no reciben los 300, serán 100 dólares
 o menos porque los hijos no están trabajando de igual modo, tienen 
menos ingreso y otros murieron; esto vino a quebrar la economía indígena
 todavía más”.






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