REVUELTAS POR LAS TARIFAS DEL TRANSPORTE

Cuando eran jóvenes los abuelos de los estudiantes de hoy, la tarifa de los camiones de la Ciudad de México subió de 20 a 35 centavos. La respuesta fue explosiva. En pocos días se organizó un movimiento de estudiantes de la UNAM y del Poli que secuestró unos 300 camiones y los concentró en la Ciudad Universitaria. Los inconformes quemaron parte de la terminal camionera de la línea Bellas Artes-Villa Obregón y utilizaron los camiones para ir al Zócalo de la ciudad, donde se reunieron varios miles de jóvenes encabronados.

El “Movimiento camionero”, como se le conoció, ocurrió en el año 1958 y salió victorioso al acordar directamente con el presidente Ruiz Cortines que no se aumentara la tarifa y, de paso, que las tropas del ejército salieran del internado del Politécnico, que llevaban ahí tres años. Pero esa es otra historia.

Sin ir tan lejos, al grito de ¡Si la tarifa no baja, la ciudad va a parar! este 2013 Brasil fue sacudido por una revuelta provocada por el aumento al transporte en la ciudad de Sao Paulo de 20 centavos de Real (algo así como 1.20 pesos mexicanos). La protesta comenzó en las universidades, a partir de una convocatoria en Facebook del colectivo Movimiento Pase Libre y en pocos días se extendió a las principales ciudades de Brasil. Miles de jóvenes encabezaron la protesta y lograron que otros sectores de la sociedad se sumaran. En uno de los días de mayor movilización, los medios calcularon más de un millón de personas en las calles de 80 ciudades. Sólo en Río de Janeiro marcharon 300 mil cariocas y los más enojados, al calor de los enfrentamientos, por poco toman por asalto la alcaldía.

La respuesta de los gobiernos locales fue desastrosa. Minimizaron la protesta, descalificaron los argumentos del movimiento y reprimieron con la policía militar a los inconformes. En pocos días, y en plena Copa Confederaciones, la crisis política provocó que el gobierno federal de Dilma Rousseff y el expresidente Lula da Silva intervinieran para apagar el fuego. El aumento al transporte público fue cancelado y el 20 de junio una marcha multitudinaria en Sao Paulo se convirtió en una inmensa fiesta popular.

Pero la revuelta brasileña no sólo detuvo el aumento al transporte. Dejó al descubierto importantes demandas sociales. Al reclamo por los problemas del transporte se sumó la exigencia de mayor presupuesto público para salud, vivienda y educación y se condenó la inversión pública multimillonaria para la infraestructura al servicio del inmenso negocio privado de la Copa Confederaciones y el Mundial de fútbol que se realizará el próximo año.

Por otro lado, el movimiento enarboló una plataforma de transformaciones profundas para las ciudades que han elaborado durante los últimos años distintos colectivos progresistas, principalmente universitarios, así como grupos de urbanistas y ecologistas de diversas partes del mundo. Estas propuestas han sido por lo general ignoradas por los gobiernos, incluso los emanados de partidos políticos de izquierda. El hecho es que el pragmatismo de los gobernantes, los cuales acusan limitaciones estructurales, no está dando respuesta a la difícil vida de la mayoría de los habitantes de las megalópolis del siglo XXI.

El movimiento brasileño exigió la estatización de los sistemas de transporte, reivindicando como un derecho básico la movilidad y pugnando por la gratuidad del transporte. Por supuesto, hubo funcionarios que tacharon de utópico al movimiento, y afirmaron que era imposible dar marcha atrás al aumento autorizado. Pero como se vio, lo imposible a veces se logra con la movilización.

Ahora toca a la ciudad de México. El aumento del 66% del precio del boleto del Metro, aparentemente legitimado por una encuesta en la que nadie cree y once promesas de mejorar el servicio, está provocando enojo en las redes.

El gobierno de Miguel Ángel Mancera no ha construido una escuela, ni un hospital ni un centro cultural en su primer año de gobierno. Seguramente por que la ciudad no necesita nada de eso. Tampoco se ha propuesto construir una línea nueva de Metro, a pesar de que en el año 1996 el gobierno elaboró un Plan Maestro que consideraba indispensable llegar al año 2020 con tres líneas más de las que actualmente existen, además de cinco prolongaciones (para las líneas 4, 5, 6, 7 y 8 ), una línea más de metro férreo y nueve de tren ligero. De ese tamaño será el rezago en transporte público al terminar este sexenio.

Ni el transporte, ni la salud ni la educación son prioridad del actual Jefe de Gobierno, falta saber cual es su prioridad. Subir el precio del boleto reduce drásticamente un subsidio indispensable para un amplio sector social y no construir mas Metro condena a la ciudad a una mayor crisis del transporte. Ante ese desafío, la historia increpa a los jóvenes de hoy. La ciudad los necesita.

Argel Gómez


 

Comentarios