La injusta y costosa Tremenda Corte
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 Autor: 
Martin Esparza 
30 de enero se 
cumplen 5 años de la inverosímil sentencia con que los ministros 
integrantes de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la 
Nación revocaron el amparo concedido a favor del Sindicato Mexicano de 
Electricistas (SME), por los magistrado del Segundo Tribunal Colegiado 
de Circuito en Materia Laboral, el 13 de septiembre de 2012, que 
ordenaba al gobierno de Felipe Calderón asumir su obligación como patrón
 sustituto, a través de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), para 
devolver su empleo a 16 mil 599 trabajadores en resistencia.
El perverso fallo emitido el 30 de enero 
de 2013 quedó registrado en los anales de la jurisprudencia como una de 
las peores bajezas cometidas en el seno del máximo tribunal, y demostró 
que en nuestro país el respeto al marco constitucional y al estado de 
derecho no existen; siendo una irrealidad la autonomía de un Poder 
Judicial supeditado a los designios del Ejecutivo.
Hasta la fecha, no hay un solo jurista que, en su sano juicio, se atreva a meter las manos al fuego
 en la argumentación presentada por los ministros Sergio Valls, Fernando
 Franco, Luis María Aguilar, Margarita Luna Ramos y Alberto Pérez, para 
justificar tal desaseo jurídico. Debemos recordar que estos personajes 
tuvieron la desfachatez de asegurar que “los organismos descentralizados
 no forman parte del Poder Ejecutivo”, razón por la cual al extinguirse 
Luz y Fuerza del Centro, el expresidente Calderón no era responsable, 
mediante la Comisión Federal, de asumirse como patrón sustituto, según 
el torcido criterio de los integrantes de la Segunda Sala.
Refresquemos la memoria a la opinión 
pública del atropello cometido entonces por quienes juramentaron hacer 
cumplir la Constitución, pues entre otras tantas aberraciones aseguraron
 que no existía una subordinación entre las paraestatales y el 
presidente, y aún cuando la propia Constitución en su Artículo 90 marca 
las funciones del Ejecutivo, los integrantes de la Tremenda Corte
 establecieron que esto “no implica que las entidades paraestatales 
formen parte del Poder Ejecutivo Federal, toda vez que dichas entidades 
no tienen por objeto el despacho de los negocios del orden 
administrativo relacionado con las atribuciones del Ejecutivo federal”.
Por mera curiosidad cabe preguntar a los 
responsables de este latrocinio jurídico quién designa a los directores 
de Petróleos Mexicanos y de la CFE. ¿No es acaso el presidente de la 
República? ¿Desde cuándo los titulares de las paraestatales –hoy 
empresas productivas del Estado– se nombran y mandan solos?
La lista de atropellos cometidos por los 
integrantes de la Corte a los intereses del pueblo de México y de la 
clase trabajadora son numerosos y gran parte de los problemas económicos
 que actualmente aquejan a millones de mexicanos recaen en la 
complicidad de los ministros a favor de una política neoliberal que ha 
favorecido al gran capital nacional y extranjero, olvidando el sentido 
estricto de la aplicación de la justicia a favor de las mayorías.
Los efectos devastadores de las reformas 
laboral y energética pudieron evitarse, o al menos aminorarse, si los 
miembros de la Suprema Corte hubieran valorado los 3 millones de amparos
 que se presentaron para frenar a la primera y los 5 millones de firmas 
para someter a una consulta nacional a la segunda.
No está de más recordar que los altos 
magistrados no pueden ser los garantes de la puntual aplicación de las 
leyes que emanan de nuestra Constitución porque sus cargos son 
propuestos y apoyados desde los mecanismos del poder público. Mientras 
sea el presidente de la República quien designe a los aspirantes a la 
Corte para ser ratificados –en mero trámite– por el Senado, la autonomía
 de este órgano de justicia existirá sólo en la teoría.
Los 11 ministros han terminado coptados 
por toda una serie de privilegios que los hace estar en deuda con la 
clase política que los ha colocado en su exclusiva zona de confort, 
desde la cual se autoasignan lo que les viene en gana para su beneficio 
personal. Por ejemplo, a pesar de que la reforma constitucional de 2009 
estableció que ningún servidor público debe ganar más que el presidente 
de la República, los encargados de hacer cumplir la ley han hecho caso 
omiso de la misma y cobran sueldos mensuales promedio de 350 mil pesos.
En diciembre pasado, por concepto de 
aguinaldos, prima vacacional de fin de año y bono de riesgo cada 
ministro se llevó alrededor de 1 millón de pesos para redondear sus 
ingresos anuales en 6 millones 700 mil pesos, en promedio. Ni en 100 
años un obrero de salario mínimo podría ganar tal cantidad. Eso sí, como
 una más de sus canonjías, los miembros de la Corte se aseguran de 
ribete un retiro digno: su pensión mensual asciende a 258 mil pesos al 
mes.
El pueblo de México está pagando caro por
 tener un alto tribunal que no defiende sus intereses. Citemos otra de 
las tantas anomalías cometidas contra los ciudadanos y, en particular, a
 los usuarios de la energía eléctrica a quienes los ministros les 
negaron el derecho a ampararse por los altos y arbitrarios cobros de la 
CFE, al ponerles como condición “primero pagar” para tramitar un amparo.
Pero no conformes con no aplicar la ley 
en la defensa de los que menos tienen, algunos exmiembros de la Corte 
que en su momento fueron tapaderas y cómplices de las pillerías 
cometidas por el expresidente Felipe Calderón ahora son “candidateados” 
para formar parte de probables gabinetes en caso de que partidos como 
Movimiento de Regeneración Nacional ganen la elección presidencial.
Tal es el caso de la exministra Olga 
Sánchez Cordero, aspirante a secretaria de Gobernación; misma que al 
igual que sus excompañeros ignoró los reclamos de la ciudadanía y se 
negó a hacer justicia a los trabajadores.
En este año electoral en que muchos 
personajes como Sánchez Cordero ya se frotan las manos buscando 
recuperar y acrecentar sus canonjías, es necesario hacer un recuento de 
su paso por el máximo tribunal del país, para demostrar que no le asiste
 calidad moral alguna para pedir el voto de aquellos a quienes afectaron
 con sus manipuladas y tendenciosas decisiones.
De cara a los comicios, los electores 
deben preguntarse si vale la pena otorgar su sufragio por esos senadores
 y sus partidos que siguen avalando que 11 selectos y exquisitos 
ministros vivan como reyes contribuyendo con sus fallos a acrecentar la 
pobreza y desigualdad del país.
Martín Esparza Flores*
*Secretario General del Sindicato Mexicano de Electricistas
[OPINIÓN]
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