Felipe Calderón Hinojosa y la descomposición de la política
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En México y en el mundo la descomposición política radica en el ejercicio del engaño, la simulación y la mentira. Aquí, el expresidente Calderón y quienes desean que existan millones de muertos por Covid-19, que haya una recesión económica o incluso que AMLO enferme para tachar de incapaz a su gobierno. Su arma son las fake news

De la filosofía francesa recuperada por 
los anglosajones se desprende la noción de que el propósito de la 
política es el logro de la felicidad para la sociedad; sin embargo, de 
lo que hoy parece el idealismo de la Revolución Francesa (libertad, 
igualdad y fraternidad) parecemos alejarnos hacia una felicidad 
utilitarista que sólo beneficia a políticos y genera la amargura de la 
sociedad que ve distanciada su felicidad para descubrir que el ejercicio
 de la política lleva más tragedia y sufrimiento colectivo a cambio del 
beneficio de unos pocos.
De la misma forma, contrasta en absoluto
 con las ideas modernas que buscaron reivindicar al ciudadano en el 
ejercicio político democrático, plasmadas en referentes constitucionales
 a nivel mundial, como fue la carta de independencia estadunidense: su 
constitución y sus enmiendas, donde resaltaron valores liberales y 
republicanos, así como virtudes que hoy parecen ser más fantasías que 
realidades, pues pareciera que los peores temores de los arquitectos 
teóricos de la política –Aristóteles, Platón, Rousseau, Montesquieu, por
 citar algunos– se encarnan en las castas políticas contemporáneas 
carentes de escrúpulos y sin una moral cívica.
La política se ha convertido en un 
ejercicio del engaño, la simulación y la mentira, respaldada de nuevas 
tecnologías especialistas en la manipulación de la voluntad popular.

No debe sorprender que haya aumentado la
 corrupción y la pulsión de concentración de poder que llevan a los 
intentos de instauración de dictaduras demacraáticas, o sea la 
manipulación electoral para perpetrarse en el poder. Ese impulso 
inconsciente o tal vez muy consciente de concentrar poder que influye el
 desarrollo de la personalidad de los políticos y transforma el 
ejercicio de la política. Es el caso del PRI mexicano en el siglo XX, de
 Vladimir Putin en Rusia, de Nicolás Maduro en Venezuela, de Benjamín 
Netanyahu en Israel, de Mahmud Abás en la Autoridad Palestina y los 
intentos de Donald Trump por ampliar sus poderes presidenciales tal y 
como lo logró Viktor Orbán el presidente de Hungría. Tal vez habrá que 
incluir la proliferación de sistemas autoritarios con tendencias 
totalitarias como Irán, Turquía, Gaza, Brasil, entre otros más.
El fenómeno representa un debilitamiento
 de la democracia como un sistema de equilibrio de poder, de libertades 
amplias y de rendición de cuentas. Parte de la dominación que consiste 
en hacerle creer a la sociedad que la democracia persiste simplemente 
porque las elecciones se llevan a cabo sistemáticamente, aunque los 
resultados electorales se manipulen como lo ha hecho el colegio 
electoral de Estados Unidos, o haya negociado acuerdos ocultos para la 
preservación del puesto político. Al igual que el gobierno de unidad que
 le permite permanecer a Netanyahu en el poder de Israel en 2020, no 
obstante a tener acusaciones penales y contar con el apoyo de la 
población que aprovecha egoístamente la preservación democrática.
El poder se alimenta del egoísmo, la 
ambición, la necesidad de control y hay quien sostiene que el poder es 
adictivo. La visión de la política es un medio para el enriquecimiento 
material y el poder es una vía para lograrlo. Esto incluye hacer a un 
lado a todo aquel que se interpone en el camino, hasta convertir en 
legítima la satisfacción de la ambición y la injusticia para cumplirlo.
Según Arendt, el poder es el resultado 
de la pluralidad de actores reunidos por un propósito político común y 
debe basarse en el consentimiento y la persuasión racional. Pero también
 esto ha sido distorsionado al ocultarse las verdaderas intenciones de 
los políticos para satisfacer la ambición individual y la pulsión de 
concentración de poder. Algunas de estas ideas están presentes en su 
famosa obra Los orígenes del totalitarismo.

México
En el caso de México, históricamente se ha educado a la población de las clases media alta y alta en la quimera del sueño americano.
 Mientras que parte de esa media y una gran cantidad de la clase baja 
actúan bajo la premisa de entrar a toda costa, aún de manera 
indocumentada y arriesgando sus vidas en la frontera, a Estados Unidos, 
obligados a volverse invisibles y ocupar el lugar de la discriminación 
por antonomasia.
Ver hacia el Norte no es sólo una 
cuestión geográfica sino un alimento al ego, a las pasiones más 
primarias de reconocimiento porque genera un símbolo de estatus. A ese 
mexicano que se le ha educado para poder identificarse con “falsos 
ídolos” sólo le augura un devenir trágico porque tanto los ídolos como 
la “quimera del sueño americano”, están hechos para nunca alcanzarse; es
 decir, para ser utópicos.
La idolatría tiene de base el pasmo 
encantador que produce la envidia y que lleva a reproducir en 
automático, como mimetismo todo lo que se ve. Ésta pulsión escópica 
conlleva una cuota muy alta de dolor enmascarado por odio, con notas de 
agresividad intensas que se depositan en el Otro, por ser ése radicalmente distinto.
Los políticos son parte de esa clase media alta educada para dar la espalda a su prójimo mexicano y con vileza enaltecer al Otro
 del que se vuelven siervos mientras cultivan con asiduidad su 
malinchismo. Aquellos estratos sociales que escalan a golpe de 
corruptelas, favoritismos, nepotismo, etcétera, evidencian que la 
política en este país es escuela de delincuentes y uno de los negocios 
más lucrativos.
El rechazo hacia el y lo mexicano se 
muestra no sólo en la desfachatez de clientelas que buscan dirigir los 
beneficios hacia aquellos que esperan que los favores vayan de regreso 
en una lógica de amos y esclavos. Lo que el envidioso no logra ver, 
quizá cegado por su propio deslumbre, es que ese odio mana de sí mismo y
 por ende regresa hacia sí en toda acción destinada al otro pues él es 
ese otro pero negado; es un rasgo de una sociedad patológica.
Podrá apropiarse de recursos y dictar 
políticas adversas de las que más o menos se libran pues están 
recortadas por su propia mano, pero no logran abandonar la miseria 
económica y mucho menos la espiritual, porque no pueden volverse 
autónomos en su sentir y actuar, sino que están atrapados en la 
dialéctica esclavista de sus pasiones por el goce de ver a quienes 
someten y ser reconocidos por ésos.
El envidioso no sólo odia, ama su odio y
 es presa de él, pues en esta pulsión se recrea imaginariamente la 
ilusión de quien quisiera ser pero nunca logra. La integridad es eso que
 enaltece la independencia de pensamiento y otorga la fortaleza de 
carácter. Es lo que el envidioso no posee porque no hay lugar para el 
pensamiento autónomo mientras su mente busque de manera consciente e 
inconsciente al ídolo para invitarlo a su teatro.
Esta dinámica se reproduce de manera íntegra con los diversos sectores de la población en México. Aquí además de la cubeta de cangrejos,
 hay miradas listas a detener cualquier impulso por mejorar y salir 
adelante. Al envidioso no lo empuja el deseo de ser mejor según el 
ejemplo de su ídolo, sino que el Otro no disfrute ni tenga 
aquello que él desea. Así ninguno lo tiene y él puede mantenerse en el 
circuito de la no satisfacción pues ése es su alimento: desear lo que no
 tiene aún a costa de nunca conseguirlo aunque pudiera. Y pese a 
conseguirlo, su vorágine interna le llevará a alimentar el ego deseando 
lo que no puede poseer y que el Otro tiene.
A ese tipo de mexicano que entra a la 
política se le enseña que lo nacional es “chafa” y pobre; gobierna para 
sentirse mejor frente al odio que le han inculcado hacia la otredad, que
 no es más que la parte rechazada de sí mismo. Ése es el origen de la 
acritud para gobernar: comparte su poder con quienes ve como iguales e 
identificados a la misma causa, pudiendo así regodearse en delirios de 
inteligencia y superioridad tras la adquisición de poder servil para 
unos cuantos. Siendo testigos del mismo rechazo remojan sus bigotes
 bajo la misma dinámica de poder que les da no sólo una obscena 
inmunidad sino la seguridad de subir escalafones “por buen 
comportamiento”. Los políticos gobiernan para dejar de ser pobres y 
olvidar que son parte de una comunidad a la que sus ídolos han 
empobrecido y lacerado, no por un llamado ético a servir.

Uno de los ejemplos arquetípicos 
insertos en la cultura mexicana actual es el expresidente Felipe 
Calderón Hinojosa, personaje vinculado a los sectores más radicales de 
la derecha con los que, lejos de tener pactos y negociaciones, tuvo 
también descontentos, rupturas y confrontaciones que van más allá de lo 
político. Ejemplo de ello, su popular alcoholismo, su violencia 
intrafamiliar, sus actos de corruptelas, entre más actividades 
desdeñables que lo llevaron a romper con el PAN.
Su sexenio no se diferenció del de su 
antecesor Vicente Fox, quien desapareció de los medios de comunicación 
después de la detención de Genaro Luna en Estados Unidos, acusado por 
haber sostenido nexos con el Cártel de Sinaloa y el famoso Chapo Guzmán.
 Cabe recordar que García Luna ha sido protagonista de los últimos 
gobiernos derechistas –tanto del PRI como del PAN– y fue vital en temas 
de seguridad pública en el mandato de Calderón.
Este nexo ha sido crucial para entender 
su enfermedad por el poder, pues después de su llegada a la Presidencia 
en 2006 tras un proceso de elección fraudulento, intentó legitimarse 
soezmente sacando al Ejército a las calles para declararle la guerra al 
narcotráfico y ser el único responsable de la gran cantidad de muertes y
 desaparecidos en el país. Pues sus escrúpulos se inmortalizaron en su 
vulgar frase: “¡haiga sido como haiga sido!”
El síndrome de hibris o la enfermedad 
por el poder que tiene Calderón no sólo lo ha llevado a condenar a 
México a una tragedia interminable y cimentada en la violencia; se ha 
escudado detrás de las redes sociales para hacer virales fake news
 e impactar en los sectores más ignorantes de la sociedad, y lo continúa
 haciendo pese a que ha sido desenmascarado muchas veces. Se ha 
refugiado dentro de “las faldas” de su propia esposa –Margarita Zavala–,
 a quien la ha arrojado a contender políticamente y a hacer el ridículo 
sin importarle la vergüenza. Ahora se escuda en la creación del partido 
México Libre mediante una serie de irregularidades electorales que 
también se han denunciado, y que vinculan al corrupto Lorenzo Córdova, 
consejero presidente del INE .
Se ha vuelto un principal referente para
 detectar a medios de comunicación que promueven sus posturas y mensajes
 fascistas; aquellos medios de comunicación que amargamente muestran 
haber dejado de recibir las “mochadas” multimillonarias de gobiernos 
anteriores. El análisis político y comunicológico ayuda a detectar la 
andanada en contra de nuestra delicada y titubeante democracia. Los 
promotores del golpismo buscan con denuedo la continuación del régimen 
de privilegios y la no desaparición de un sistema de inequidad que 
consolida el poder oligárquico y que se pone en riesgo por cualquiera 
que promueva el menor avance democrático. Es insana la incidencia 
política de exmandatarios vinculados con el narcotráfico y de medios de 
comunicación que siguen arrastrando rémoras autoritarias.
La política en México se ha deformado: 
la oposición se ha vuelto vulgar y golpista. Bien lo decía Robert 
Michels hace casi 100 años, al expresar que cuando los políticos no 
tienen propuestas reales, suelen desacreditar vulgarmente a sus 
contrincantes, denostando su imagen mediante prejuicios ordinarios. Y 
estos políticos, nos recuerda Joan del Alcazar, usualmente se acompañan 
de los intelectuales impecables retratados por Rafael del Águila con dos
 características extraordinariamente desarrolladas: 1) siempre exigen 
con altanería y a grandes voces soluciones perfectas a los problemas más
 complejos; y 2) cuando no se les complace, lo que por el peso de la 
realidad sucede prácticamente siempre, culpan inequívocamente al poder, 
auto eximiéndose, claro, de cualquier tipo de responsabilidad en el 
asunto en cuestión, fuere el que fuere.
Parece aterrador mirar cómo la 
democracia mexicana atraviesa, desde hace ya varios años, por una 
coyuntura crítica y una desvalorización cívica. Empero, este fenómeno 
arroja no sólo a los autores intelectuales de la campaña negativa en 
contra del gobierno federal, sino a los sectores sociales que tienen 
inserto, “el viejo chip fascista” que ha mantenido a la derecha
 operando por más de un siglo en México, aquella que tiene como eje 
central ideológico el racismo, el machismo, la misoginia, el clasismo, 
la intolerancia, la ignorancia, el terrorismo conservador, la xenofobia,
 la ultra-religiosidad, la homofobia, etcétera. Aquellos que desean con 
anhelo que existan millones de muertos por Covid-19, que se deprecie la 
moneda, que exista una devaluación, una recesión económica, que desean 
frívolamente que el presidente [Andrés Manuel López Obrador] se enferme 
para tacharlo de incapaz, etcétera, son los mismos a los que la política
 leal no se les da y que buscan febrilmente desestabilizar al gobierno.
Ésta es nuestra sociedad experimental 
que arrojaron los gobiernos de derecha priístas y panistas, carentes de 
juicio crítico y político, envenenados en las ideologías de derecha y 
que aplauden frenéticamente los intentos golpistas que destruirían la 
poca democracia que otorgó la libertad de disentir.
El tiempo lo develará y quedarán ahí, en
 el imaginario del inconsciente colectivo ignorante, vulgar y servil de 
un sector social que,sin darse cuenta, sigue alimentando al gobierno 
federal. Pues como dijo Jung: “Lo que resistes, persiste”, aludiendo a 
una actitud arraigada en muchos seres humanos que se aferran a lo 
conocido y a ideas preconcebidas, sin siquiera discernir su validez a 
medida que avanza el tiempo.
Una sociedad sumida en la ignorancia y 
la casi nula actividad literaria es tristemente incapaz de generar un 
análisis profundo y detallado (político), pues éste se restringe para 
unos cuantos, de los cuales muchos son en realidad amanuenses del poder 
oligárquico y las complicidades oscuras. Cada día se hace más 
evidente que Calderón y sus secuaces se desesperarán por golpear al 
gobierno federal porque –especialmente a partir de la detención de 
Genaro García Luna en Estados Unidos– aumenta la posibilidad de que, 
después de la contingencia sanitaria, será el próximo juicio político en
 México. Esto es clave para que la política nacional pueda liberarse de 
delincuentes de cuello blanco: los únicos responsables de que el país esté en ruinas. ¡Estaremos ahí con gusto, en primera fila y aplaudiendo!
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