México: Sueños de independencia

jueves 23 de septiembre de 2010

Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info)


“Que el fraude electoral jamás se olvide”


Se conmemora el bicentenario del inicio de la Guerra de Independencia justo cuando México es más dependiente que nunca. Recordar a Hidalgo, a Morelos y a los héroes que nos dieron patria obliga a quienes somos sus herederos a mantener la lucha emancipadora para construir la nación libre que ellos soñaron y por la que entregaron sus vidas.

Venerarlos implica también la obligación de delatar a los émulos de Moctezuma que endiosan a los que nos conquistan y rinden la plaza a cambio de espejitos y espejismos. Entonar con emoción el Himno Nacional debe llevarnos a identificar al extraño enemigo que mancilla con su plata el suelo patrio, a sabiendas de que el coloniaje moderno no necesita de los ejércitos invasores, basta ahora con los misiles de la economía para doblegar a naciones enteras.


Reza el refrán: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Viene como anillo al dedo para el discurso del régimen que festeja 200 años del México independiente; que se envuelve en el lábaro patrio para cantar la virginidad de nuestra soberanía que, contra viento y marea, se mantiene “impoluta e intacta”, pronunciado por el más abyecto palafrenero del emperador que viene del norte, al tiempo que exhibe sus espejitos en un fallido y oneroso espectáculo propio de carnaval de Walt Disney, cuyas concepción, diseño y ejecución simbolizan a plenitud la actitud colonial de quienes dicen gobernarnos, además de su aberrante incapacidad de ejecución.


Si la soberanía es la capacidad de un pueblo para decidir su destino y dotarse de los instrumentos necesarios para alcanzarlo, tendremos que reconocer lo alejado que estamos de ser un pueblo soberano. A menos que aceptemos que, por nuestra decisión soberana, tengamos un estado intervenido por los organismos dependientes del gran capital internacional; o que, para nuestra conveniencia, la mitad de lo que comemos lo tengamos que adquirir en el extranjero, en tanto que tenemos abandonado el campo y a los campesinos sirviendo en los Estados Unidos; o que, por ser nuestro deseo, las riquezas naturales sean explotadas por los ajenos sin dejar ni las migajas para los nacionales; o que, por fortuna, el comercio y la oferta de bienes de consumo esté controlado por los grandes almacenes transnacionales en su exclusivo beneficio; o que la industria local esté en bancarrota y el desempleo en pleno auge; o que la lucha contra el crimen sea diseñada e instrumentada desde Washington conforme a sus intereses; o que el entramado social esté resquebrajado porque así nos guste y no por el fraude electoral tejido a la medida para proteger a la oligarquía criolla y a sus patrones del extranjero; o que, para asegurar el futuro promisorio, hayamos desmantelado al estado y desatendido sus compromisos con la educación gratuita y de calidad, así como la salud para todos.


No hay tal soberanía cuando el derecho del pueblo de darse condiciones de libertad y de bienestar con justicia, le ha sido arrebatado por una oligarquía parasitaria y una caterva de tecnócratas a su servicio, siempre apoyada y sostenida desde el exterior, en un contubernio nefasto que sólo se refiere a la patria en el discurso y las celebraciones de oropel; que rinden tributo de adoración al dios del mercado y acatan la fatalidad de sus designios en la medida en que engrosan sus tesoros personales, sin que les quite el sueño el sufrimiento y la miseria de la mayoría que, en todo caso, son pobres por que son flojos.


Cuando estamos discutiendo el Proyecto Alternativo de Nación, indispensable para construir el país digno y justo al que aspiramos, llegamos a la conclusión de que su ejecución significará una ardua lucha para recuperar la soberanía hoy cancelada por todo un mar de candados establecidos en tratados y compromisos internacionales, signados a espaldas de los nacionales y adornados por falsas expectativas de progreso. Veo a México encadenado, aunque sea con eslabones de hierro adornados con guirnaldas de plástico barato y de importación. La larga lista de las cosas que debemos realizar en busca de la felicidad y que nos están explícitamente prohibidas por el TLC o por el FMI o por el BM o la OMC o la ASPAN y cuantas más siglas incomprensibles se quieran agregar, además de las otras que se mantienen en lo oscurito, constituyen el más severo de los dominios. Tiene razón Noam Chomsky que este martes, en conferencia magistral en la UNAM dijo: “El TLC es más dañino que la Colonia española”. Yo agrego: Carlos Salinas de Gortari, progenitor del TLC, es más criminal que Pedro de Alvarado.


Hidalgo y Morelos, a doscientos años de su gesta heroica, están vigentes por su capacidad para convocar al pueblo mexicano a la lucha emancipadora. Conmemorar la efeméride bicentenaria no puede ser para sentirnos satisfechos sino para emularlos y seguir su ejemplo imborrable. La lucha de hoy sólo podrá darse con las armas de la movilización popular y su expresión contundente en las urnas electorales. Es la convocatoria de López Obrador. La Patria sigue en espera de los hijos que el cielo le dio.


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