Voy a dedicar toda mi imaginación y trabajo a la causa de la transformación de México

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Andrés Manuel López Obrador se dio tiempo para saludar a algunos de sus seguidoresFoto Carlos Ramos
Arturo Cano
 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de septiembre de 2012, p. 4
La profesora universitaria, como muchos, viene por su propio pie y toma fotos durante el discurso de Andrés Manuel López Obrador. Las muestra poco después en uno de los restaurantes del Centro Histórico que se llenan de obradoristas:
Mira, mira, no me hace feliz, pero así lo vi. La imagen muestra personas de espaldas, muchas con la cabeza gacha. Acompaña las fotos de las palabras que se escucharon en el soleado Zócalo del nuevo partido de la izquierda: resignación, tristeza, duelo, coraje, más tristeza.
La catarsis ha esperado demasiado tiempo, quizá. Porque en esa mezcla cruda de malos sentimientos hay lugar, pese a todo, para escuchar la propuesta de una nueva fuerza político electoral de la izquierda sin hacerle gestos. Creí que íbamos a escuchar su propuesta y luego a votar a mano alzada; está mejor así, dice alguien más, en las mesas posmitineras.
La hoja de ruta está clara. Voy a dedicar toda mi imaginación y trabajo a la causa de la transformación de México. Lo haré desde el espacio que representa Morena (Movimiento Regeneración Nacional), por esta razón me separaré de los partidos del movimiento progresista, dijo hace unos momentos López Obrador, y con esas frases, con ese discurso, uno de los mejores que ha pronunciado en estos meses, dio cauce a sus casi 16 millones de votos, a sus más fieles seguidores, incluyendo a quienes gritaron ¡Revolución! cuando él insistía en la vía pacífica y electoral.
Antes del mitin, un hombre mayor marcha en medio de las goyas y los huélums, arrastrando una maleta de rueditas (carga libros, es de suponerse).
–¿Partido o movimiento? –se le pregunta.
–Movimiento con registro –dice, con su verbo de ametralladora, Paco Ignacio Taibo II.
Resume en esas tres palabras el debate en curso en Morena: poner el acento en la construcción del partido o en las causas que un movimiento puede aglutinar. A los movimientistas –sin ningún afán peyorativo sea dicho– no les gusta la idea de poner el acento en el instrumento electoral. Sus ideas, plasmadas en documentos, serán parte del debate, de las discusiones en asambleas que culminarán en el congreso nacional de noviembre.
Víctor Suárez, propuesto por AMLO durante la campaña como secretario de Agricultura en su gabinete, resume la postura de esa vertiente: Sería un poco como en Bolivia; la fuerza nace del movimiento social y, cuando requieres el instrumento electoral, pues lo utilizas.
Weber y los votos
Bajo el templete, los reporteros cuentan más las ausencias que las presencias. Dirán lo de rigor. Que no hubo ninguna figura de Nueva Izquierda, con todo y el papel de primera línea que jugó, hasta el viernes pasado, Jesús Zambrano. Que sí estuvieron los dirigentes de los otros partidos aliados, Luis Walton y Alberto Anaya.
En la rígida puerta de los apachurrones, los aduaneros tienen la lista de los convocados al templete: dirigentes de los partidos coaligados, integrantes del gabinete legítimo, líderes estatales de Morena, senadores y diputados obradoristas.
En la lista de las ausencias destacan, claro, los nombres de Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera que, sin embargo, no están del todo ausentes. Los representa, aunque evite la foto en la primera fila, el senador Manuel Camacho, quien toma un lugar lo más lejos posible del podio y se queda ahí, quieto.
Una semana atrás, Camacho imaginaba el futuro de López Obrador: “Impulsará y respaldará una estrategia de inicio de cambio de régimen… O someterá los objetivos políticos a un objetivo personal: salvar su alma y buscar ocupar un lugar en la historia. ¿Decidirá en función de la lógica de las convicciones o de la responsabilidad? (Weber)”.
–Senador ¿qué ve hoy, las convicciones o la responsabilidad?
–Está enmedio.
Se explica Manuel Camacho en charla informal: Por un lado, no tenía mucho margen para dar un cauce en medio de la violencia que vive el país; por otro, ya no tiene caso esa confrontación, esa polarización dentro del PRD.
Con todo y que le parece la ruta correcta, Camacho refiere una reunión de hace dos días, cuando Zambrano adelantó la decisión de López Obrador. Estaban ahí los dirigentes de los partidos. Cuando se anunció, les vi los rostros demudados. Ellos se han beneficiado de AMLO, pero ya dijeron que ellos no se salen.
De un lado, están las cifras. Más de seis millones de votos de distancia entre el partido y el candidato presidencial.
Del otro lado, un cálculo que no quiere empezar de cero: Quiere a nuestras bases, pero no a nosotros, como dice un dirigente que no vino a la despedida.
Las tribus y los antisicóticos
¿Qué sigue? ¿Adónde va esto? Hay aquí muchos fundadores del PRD, gente que no pintaba canas cuando hizo suyo un llamado similar al de hoy, el de Cuauhtémoc Cárdenas, cuya voz sonó de nuevo hace unos días: El partido de tribus y cuotas, de sectarismos y oportunismos, de clientelas y no de militancias libres y conscientes, está destinado al achicamiento y a los fracasos.
Uno de los destinatarios de la crítica fue Jesús Ortega, cuya lengua se quemaba de tal modo que no tardó ni unas horas en festejar la despedida. Bravo, dijo, porque así terminará la esquizofrenia política del PRD.
¿Por qué no recetó el antisicótico antes de los comicios? Por la misma razón que en 2004 Cárdenas abandonó la sede del congreso perredista entre gritos de ¡Obrador, Obrador!, lanzados con enjundia por los chuchos. La misma razón: un cálculo electoral.
Pasados los comicios, y a pesar de la exitosa campaña de López Obrador (casi 16 millones de sufragios, es decir, el doble de su intención de voto inicial, sumado a su avance innegable entre las clases medias y los sectores más instruidos), las corrientes del PRD le reprocharon haberse quedado corto para atraer a los votantes de la derecha que perdía a diario el PAN, cosa que hubiera conseguido de proponer, en campaña y por ejemplo, la inversión privada en la empresa pública, como se lee en un documento del PRD.
Andan por aquí los petistas meneando la cabeza. Es un error, abona a la división de la izquierda, dicen por lo bajo.
¿De qué se quejan? No tienen de qué, se quedaron con todo, a AMLO no le dieron nada, dice Martí Batres.
Flotan en el ambiente las propuestas que anticiparon la jugada de López Obrador. Por ejemplo, la planteada por Zambrano en estas páginas: un partido-frente que sume a las tres organizaciones con registro y a Morena.
Sale al paso Batres: ¿Partido-frente? ¿Y qué hay ahora? Justo en eso convirtieron al partido. Y lo legalizaron con la reforma electoral de 2007, que fue hecha justo para evitar que Andrés Manuel no tuviera otra opción que la aduana del PRD.
Carreras duras
Desde el templete, el Zócalo se ve lleno y repleto de banderas, mantas y estandartes. La mayor parte de los banderines son amarillos. El río de siglas es sobre todo de organizaciones sociales vinculadas de una u otra forma al PRD.
Eso mira Ricardo Monreal cuando se le pregunta:
–¿Y ahora sí se va a afiliar a otro partido?
–No, voy a ayudar –dice, detrás de la raya, como no se le veía hace tiempo. Curioso que el zacatecano quiera ser discreto en esto que califica de un acto histórico sin precedentes, un parteaguas en la historia política del país.
Mira Monreal la plaza llena y sigue: Los partidos tienen razón para estar preocupados. El PT y Movimiento Ciudadano le ofrecieron sus registros, y Andrés no aceptó, porque quiere que este proceso sea desde abajo. Y sí, ahí está el temor, en que la nueva organización los desfonde.
Muy cerca brilla el conjunto deportivo de una mujer espigada.
–¿No es esta carrera que comienza más difícil que las suyas?
–Pues sí, y con más obstáculos, con todo en contra –responde la campeona olímpica Ana Gabriela Guevara.
Delante suyo está un hombre al que sus detractores consideran loco, un obsesionado con la Presidencia de la República. Aquí, para sus seguidores, es la única esperanza posible en el escenario político. Y para todos, de nuevo y por encima de todo, un corredor de fondo.

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