Iroshima y Nagazaky ¡NUNCA MÁS!

*A 73 años del genocidio que cometió EU y que sigue impune.
Participación de Carlos Guillén Soriano,
Secretario de Prensa del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear
y colaborador voluntario de Frecuencia Laboral,
Publicación Original del Portal www.frecuencialaboral.com
El 6 de agosto y 9 de 2018 se cumplieron 73 años de la mayor barbarie cometida contra la humanidad.
La mañana del 6 de agosto de 1945, a las 8:15 (hora local), el bombardero estadounidense Enola Gay lanzó su carga mortífera, denominada Little Boy, desde una altura de unos 12 mil metros sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. La bomba estalló 600 metros antes de llegar al suelo; más de 65 mil edificios, viviendas y hospitales y 70 mil personas se volatilizaron al instante.
Los puestos de servicios asistenciales y de urgencias, así como los 18 hospitales desaparecieron. Otras 110 mil mujeres, hombres y niños fallecían poco después, carbonizados o mutilados. Tres días después, el 9 de agosto, a las 11:02 (hora local) la pequeña ciudad portuaria de Nagasaki fue víctima de otra bomba, ésta llamada Fat Man. Ahí, fueron aniquiladas instantáneamente 25 mil de las 280 mil personas que ahí se encontraban.
Hiroshima y Nagasaki quedaban borradas del mapa. Así conoció el mundo el poder destructivo del átomo. Así se inició una nueva forma de hacer la guerra, poniendo la ciencia al servicio de la destrucción.
Ante los ojos de un mundo que esperaba la paz después de años de padecer una guerra en la que ya habían muerto millones de seres, dio inicio una era en la que los nuevos dueños del planeta mostraron a qué se arriesgaban quienes no pensaran como ellos. Las bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades mártires de Japón, no fueron para terminar una guerra que ya estaba ganada por los aliados con la ocupación de Berlín por el Ejército Rojo , sino para mostrar al mundo el poder destructivo de la nueva arma en manos del gobierno de Estados Unidos.
De esta manera, fue presentada la energía nuclear como instrumento de destrucción y chantaje, en manos de quienes hicieron de la guerra un negocio más y para quienes la vida es algo prescindible si con ello se generan ganancias. Los años siguientes, los de la guerra fría, fueron marcados por la constante amenaza nuclear.
Siete décadas después, terminada la guerra fría y ya sin el contrapeso que representó el bloque soviético, los mismos que lanzaron las bombas, van por el mundo sembrando destrucción y muerte, apropiándose de todo tipo de riquezas, ya mediante el uso del libre mercado, ya mediante las armas, más sofisticadas y mortíferas que nunca. La barbarie continúa.
A 73 años de la barbarie, hay quienes insisten en hacer de la ciencia y la tecnología, instrumentos para la dominación. La guerra hoy es televisada en vivo. Se hace alarde del uso de las más modernas tecnologías para destruir y para que el mundo entero presencie tal destrucción. No conciben al conocimiento, si no sirve para acumular riqueza y poder.
Pero no todo está en las manos de los señores de la guerra. Cada nueva aventura bélica enfrenta mayor rechazo, aun entre las poblaciones de los países dominantes. Los trabajadores del conocimiento, también han aprendido que su labor debe dedicarse a la construcción de un mundo mejor y no a la destrucción.
La propia energía nuclear, que fue dada a conocer como instrumento de muerte, ahora tiene una gran cantidad de usos pacíficos y es una alternativa viable para la generación de energía, ante las condiciones que rodean el uso de hidrocarburos para mover al mundo de hoy. Esta energía, usada en forma pacífica, la única forma en que debe ser utilizada, ha demostrado ser respetuosa del ambiente.
La realidad que hoy vive el planeta, con una enorme demanda de energía acompañada por una impostergable necesidad de respetar al planeta, ha puesto a la energía nuclear, ayer usada para la destrucción, como un medio que contribuye a solucionar variados problemas de las sociedades modernas en ámbitos tan diversos como la medicina, la agricultura, la industria, el medio ambiente.
En particular, hoy más que nunca el SUTIN, integrado por trabajadores de las ciencias y las tecnologías nucleares, reitera su compromiso con el impulso a las aplicaciones pacíficas de la energía nuclear en la salud, la agricultura, la industria, el medio ambiente.
El SUTIN rechaza cualquier uso bélico del conocimiento y ratifica su compromiso de luchar porque la ciencia y la tecnología, y en particular la energía nuclear, estén al servicio de la humanidad. La educación, la ciencia y la tecnología, deben servir al ser humano para construir un mundo más justo, en armonía con la naturaleza. Nunca más se deben repetir los crímenes de hace setenta y tres años. En nuestro próximo congreso insistiremos en ello.
A 73 años del genocidio, todas las voces deben demandar que nunca más se use el conocimiento para la destrucción, que cese de inmediato el uso de la ciencia con fines bélicos. El conocimiento debe servir a la humanidad, a la generación de satisfactores para los pueblos, al cuidado de la naturaleza.


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