Un grito en el desierto

Samuel Maldonado B.
Lunes 5 de Julio de 2010 • Enviar nota • Imprimir

Felipe Calderón grita en el desierto; en la soledad que ha construido nadie lo escucha. Pide a todos “visión de Estado” para combatir el crimen organizado, cuando él mismo no la tiene ni la ha tenido; se le mira atribulado al observar que lo que se negaba reconocer en los largos tres años y medio transcurridos de su periodo hoy lo tiene compungido; por eso, ahora, clama desesperadamente ayuda y busca la solidaridad en todos los ciudadanos, en las diferentes organizaciones sociales y como generaliza, entendemos que también la solicita a sindicatos, a los partidos políticos, a los Poderes de la Unión, a los gobernadores de los estados.

Pudiera ser que algunas organizaciones en específico, como el sindicato y el partido de la maestra Gordillo o las personales de Jesús Ortega o Manuel Camacho le dieran una respuesta esperanzadora debido más a los favores recibidos, pero ¿por qué tendría que recibir apoyo de organizaciones como la de los mineros o de los electricistas del SME que por un decreto presidencial se quedaron sin trabajo? Al cerrar la compañía de Luz y Fuerza del Centro golpea absurdamente, con políticas neoliberales de exterminio, a cientos de miles de familiares y trabajadores de estos dos gremios; ¿podrían acaso los familiares de los 40 mil trabajadores despedidos arbitrariamente acudir al desesperado grito de auxilio de Calderón? ¿Levantarán los trabajadores del SME la huelga de hambre que mantienen desde hace más de 60 días en el corazón del México nuestro, como protesta por haberles robado su centro de trabajo y acudir en su ayuda tal como lo pide?

¿Se encontrarán los ciudadanos en lo general dispuestos a solidarizarse moralmente con el residente de Los Pinos, cuando toda su política en materia minera se ha concentrado en entregar las minas para que el suelo mexicano sea expoliado por extranjeros en su mayoría?

¿Acaso el grueso de los mexicanos deberíamos solidarizarnos con él, cuando hemos visto cómo los miserables salarios disminuyen cada día más y alcanzan para menos diariamente?

Recientemente su gobierno concesionó (entregó) miles de kilómetros de fibra óptica de la Comisión Federal de Electricidad a un conglomerado de televisoras. Gobiernos nacionalistas las habían instalado con costo de varios cientos de millones de dólares. Con este recurso industrial pudo el Estado mexicano utilizarlo para beneficio directo de la educación y la comunicación, pero prefirió licitarlo a cambio de unos cientos de millones de pesos. Ese tipo de acciones “oscuras” enoja y molesta y por lo mismo, pocos estaríamos dispuestos a escuchar la petición de socorro que hace Calderón.

Las fuentes de empleo disminuyen cada día transcurrido y se queja Felipe que el crimen organizado se nutre de la división de los mexicanos. ¿No ha sido el propio Felipe, con su estrategia económica el que ha propiciado que los sintrabajo y sinestudio se sumen a las filas de quienes les pueden pagar para poder vivir, sin importarles saber cuánto tiempo pasará para que les toque una bala que les arrebate la vida?

No creo que tenga respuesta positiva entre los padres de los niños muertos y heridos de Hermosillo; después de muchos días de tal suceso, tardía e infantilmente, declara día de luto nacional. Estoy cierto que tampoco encontrará solidaridad a su llamado entre los familiares de los jóvenes a los que llamó pandilleros y que fueron asesinados en Ciudad Juárez. Algunos de estos padres lastimados en lo más profundo de su ser, acudieron a Los Pinos buscando a Felipe sin que éste pudiera recibirlos.

Su “estrategia” económica, política, social y de seguridad ha sido fallida. Para iniciar la guerra contra el crimen organizado no avisó ni pidió auxilio, no acudió a nadie; sorpresivamente sacó al Ejército de los cuarteles esperando que con una maniobra militar rápida, eliminaría el avispero. Sus cálculos fueron erróneos y en todo el territorio nacional el engrudo se le hizo bolas para mayor desgracia de todos los que sufrimos su falta de capacidad y tino para gobernar. Ha habido en la figura del ejecutivo insensibilidad para todo; trabaja para cumplirle al gran capital y no para los intereses nacionales. Mucho se ha tardado en reaccionar y su comportamiento más pareciera el de un fajador, de un boxeador, que el de un jefe de Estado.

Sacó de sus criptas los restos de nuestros héroes patrios para pasearlos por Reforma, ¿pan y circo? ¡Ni siquiera eso!; con el catarrito esperó hasta que éste se transformara en una pulmonía que hasta la fecha desquició el sistema respiratorio nacional. Su grito ahora es patético y no tiene respuesta alguna del pueblo que nada le cree. Desde su asalto al poder, sus ofrecimientos han sido falsedades y por lo mismo dudo que en su primer círculo de ¿gobierno? alguien le crea ¡está solo, se ve solo! ¡Pobre Felipe! Por eso muchos piden su renuncia.

Con Fox seguido nos reíamos de sus ridiculeces; con Felipe es diferente, cada día es magnánimo para mostrarnos las cosas que como presidente de la República, o simplemente como un alto funcionario, no deben ni hacerse ni menos decirse.

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