México: Pascual y las razones personales

miércoles 23 de marzo de 2011

Eduardo Ibarra Aguirre

Para “evitar convertirse en una distracción” en la agenda bilateral de Estados Unidos y México fue que renunció Carlos Pascual a la titularidad de la embajada del primero en el segundo país, si nos atenemos a la declaración hecha por el portavoz del Departamento de Estado.

Por lo visto la beligerante jefa de la política exterior de USA consideró insuficiente el comunicado que emitió, el sábado 19, para informar “con profundo pesar”, mismo que aseguró comparte Barack Hussein Obama, la renuncia de Pascual, reconocerlo como “arquitecto y abogado para la relación EU-México”, porque “Ha colaborado sin descanso con sus contrapartes mexicanas para poner los cimientos de un mercado transfronterizo de energía renovable, abrir negociaciones sobre el manejo de las reservas de petróleo y gas que abarcan territorio mexicano y estadunidense”.

En tercer lugar por “construir una nueva estrategia fronteriza para fomentar el comercio y detener tráficos ilícitos”. Además de participar en “construir mercados que han ayudado a hacer de México el destino número dos de las exportaciones de Estados Unidos”. Y, en último lugar, porque hizo que la Iniciativa Mérida trascendiera el objetivo de “desmantelar a los cárteles al de construir instituciones para el imperio de la ley” y nada menos que “comprometer a la sociedad civil mexicana en procurar su seguridad”. Los aportes de Pascual “servirán a ambas naciones durante décadas”.

Con semejante valoración sobre apenas 18 meses de ejercicio, se reconoce en forma oficial que el experto en “Estados fallidos” y otrora embajador en la Ucrania de “la revolución naranja”, se desenvolvió en México “como Pedro por su casa”, con un protagonismo sin precedente y que permitió, por ejemplo, enterarnos con anticipación al anuncio hecho por las autoridades mexicanas, que el Ejército se replegaría en Ciudad Juárez y la Policía Federal ocuparía un primer plano.

Más que como diplomático en el cuidado de los contenidos y las formas, actuó como procónsul del imperio en repliegue global –con todo y los intensos bombardeos a Trípoli para “salvar vidas humanas” y que también causan la muerte de cientos de civiles--, pero en el traspatio está en preocupante expansión con la anuencia de Felipe Calderón y también sin ella, como pareciera demostrarlo la introducción de miles de armas de asalto estadunidenses a México.

Si a lo anterior se añaden los cables de Wikileaks dados a conocer por La Jornada a partir del 10 de febrero, entonces el intervencionismo de la Casa Blanca no sólo fue exhibido con documentos oficiales, sino puesto al desnudo. Y su primera víctima en México es justamente Carlos Pascual. Antes, el domingo 13, fue cesado Philip J. Crowley como subsecretario y vocero principal del Departamento que encabeza Hillary Clinton, por censurar el draconiano trato del Pentágono a Bradley Manning, el presunto filtrador de los documentos.

El ejercicio de transparencia es digno de colocarse en nivel destacado, pero tampoco son secundarias las legítimas presiones y exigencias de Calderón hasta rayar en el desesperado “No me ayudes compadre” al Washington Post, previo a su encuentro con Obama quien rechazó categóricamente la renuncia de Pascual, el 3 de marzo.

Una de las interrogantes que están en la mesa es cuánto le costará al país que el diplomático de origen cubano abandone el edificio de la colonia Cuauhtémoc.

Tenga o no lugar el pago de facturas a la Casa Blanca, pareciera el momento más oportuno para redefinir los términos de una relación que se significa por una creciente subordinación del gobierno de Calderón Hinojosa y un intervencionismo que no repara ya en fronteras y autoridades.

Fuente

Comentarios