Reprocha Romero Deschamps a Calderón abandono de petroquímica

Israel Rodríguez J. y Alonso Urrutia
Enviados
Periódico La Jornada
Sábado 19 de marzo de 2011, p. 23
Ciudad del Carmen, Camp., 18 de marzo. Rodeado de priístas, gobernadores y sindicalizados, en ocasión de la remembranza obligada de una de las herencias revolucionarias, el presidente Felipe Calderón escuchó el reproche, casi sin tregua, del líder petrolero Carlos Romero Deschamps quien, previas frases de protocolo obligado, enlistó una gama de hechos “inadmisibles” para el sindicato: la incapacidad de funcionarios, “el abandono de la petroquímica a su suerte o mala suerte” y concebir a la inversión privada como panacea salvadora de la industria y la amenaza del crimen organizado.

La crítica del dirigente petrolero –liderazgo legado del salinismo– no alteró la postura de Calderón, quien ofreció otra visión de la empresa, prodigó elogios a los trabajadores petroleros para luego sostener: “Petróleos Mexicanos no es patrimonio de un gobierno, de un partido ni de un grupo político. Es una empresa que pertenece a todos los mexicanos. Los verdaderos dueños tienen derecho a saber cómo se gasta y en qué se gasta el dinero que obtiene. Por eso, ni cuentas secretas, ni cajas chicas en esta empresa”.

Caja de resonancia

Para entonces, Calderón había lanzado tal cantidad de elogios a los trabajadores petroleros, sin acusar recibo de los reproches de su líder –los cuales no encontraron respuesta alguna– y que igualmente le festejaron su reivindicación de una mayor transparencia en la paraestatal. El Presidente respondía las porras automatizadas de los petroleros con vivas a los petroleros que escucharon de Calderón lo que querían escuchar: “Pemex es la mejor manera de defender la soberanía nacional”.

Vehemente, el mandatario subrayó que por primera vez desde 1979, las reservas probadas de petróleo en México se han recuperado en ciento por ciento. Recordó que como parte de todos los males que el país resintió en 2009 se encontraba también la caída de 200 mil barriles diarios de reservas probadas, situación que, según afirmó, se ha revertido y ahora “por cada barril que se venda o se produzca, habrá un barril descubierto ese mismo día”.

Al reivindicar la reforma energética, Calderón destacó que actualmente Petróleos Mexicanos es una de las empresas que más invierte en México, como ninguna otra de las que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores.

Sin aludir al reciente fallo de la Suprema Corte de Justicia sobre los contratos incentivados, Calderón se refirió a los efectos de la reforma energética: “hemos dado mayores facultades de contratación a Pemex para que pueda acceder a tecnologías de punta y multiplicar su capacidad de operación”.
Ni una mención expresa a los Pidiregas que tienen empeñada la producción petrolera. El Presidente sólo reconoció como reto atender el problema de sus finanzas a largo plazo.

Mimetizado con el entorno, Calderón hizo una encendida defensa de Pemex, desde sus orígenes con la expropiación propiciada por el “liderazgo, patriotismo y visión de futuro del general Lázaro Cárdenas” hasta los tiempos actuales en los que “es la mejor manera de defender la soberanía nacional”. Lo escuchaban los gobernadores priístas de Campeche, Tabasco, Veracruz y Tamaulipas, además de los centenares de sindicalizados, cuyas porras lanzadas a la menor provocación reditaron los tiempos del priísmo en el poder federal.

Muy lejos de la visión presidencial fue la ofrecida previamente por Romero Deschamps, quien enlistó casi un decálogo de las deficiencias de la paraestatal. Tiempos pre electorales, tiempos de abandonar los discursos obsequiosos del sexenio y abonar a la crítica para marcar distancias.

Vitoreado como nadie, Romero Deschamps fue pausado al describir su diagnóstico descarnado de la empresa hoy, luego de muchos años de una “mal entendida estrategia de ahorro que asignó a Pemex presupuestos exiguos y la orilló al endeudamiento para superar la astringencia financiera”.

Vendría entonces una cadena de hechos “inaceptables” para el líder sindical. “No es aceptable que la profesionalidad de los directivos que necesita la industria no coincida con la designación de funcionarios que no cumplen con los perfiles; no es aceptable que se siga viendo a la participación privada como panacea salvadora de la industria y sigamos manteniendo nuestras capacidades subutilizadas”.

Romero Deschamps habló de lo inadmisible que era el déficit en la producción de petrolíferos, en especial gasolinas, cuyo costo resulta competidor con los ingresos por ventas de crudo. Tampoco le pareció ahora admisible que se haya dejado “languidecer” la petroquímica “abandonada a su suerte o su mala suerte”.

Más allá del protocolo inicial no dejó espacio alguno para justificar el rumbo actual pues en estos tiempos que corren tampoco le pareció aceptable que “a la preocupación natural de trabajadores y familiares por el riesgo de la actividad, se sume ahora la incertidumbre de las acciones del crimen organizado en pozos, campos o ductos”.

Daba así su descripción de la paraestatal en los tiempos de los panistas, los que llegaron en 2000, después de aquella infructuosa operación del Pemexgate para apuntalar la campaña del partido oficial en el ocaso del priísmo, con el sindicato como parte de la triangulación financiera ilegal.


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