Se nos olvidó la Transmisión en la Reforma Energética | Por Santiago Barcón

Ciudad de México, 21 de junio (Por Santiago Barcón).– Al igual que en la escuela el obtener buenas notas en todas las materias y reprobar gimnasia no permite pasar de año, nos estamos enfrentando a algo similar con la Reforma Energética en el sector eléctrico. México ha sido capaz de implementar cambios que en otros países han tomado varios lustros y, muy relevante, en un entorno donde tenían cerca de tres cuartos de siglo sin moverse.
Ahora con las primeras subastas exitosas, inversiones en gaseoductos, comercializadores y suministradores en operación así como un apetito voraz de los inversionistas todo puede atrasarse en forma muy peligrosa por falta de un sistema robusto y confiable del Sistema de Transmisión (ST).
La Reforma dejó a las redes de transmisión y distribución como propiedad del Estado porque, dicen ellos, son monopolios naturales. Por supuesto que no es cierto y liberalizar los dos extremos, generación y usuarios, dejando los sistemas por donde circula el fluido eléctrico en manos del Estado era, por lo menos, algo fuera de lo común.
En particular los ST son vitales porque los tiempos de construcción son muy largos, recorren grandes distancias con la dificultad de todo tipo de permisos tanto de los propietarios de las tierras como de medio ambiente, requieren de una visión de por lo menos 25 años y, quizá lo más complejo de evaluar, los flujos de efectivo que producen son menores que la generación causando tiempos muy largos de recuperación. Sirva como ejemplo la línea propuesta de alta tensión en corriente directa, HVDC por su acrónimo en inglés, que tendrá un costo de 1,200 millones de dólares para transmitir –si todo marcha bien– 3 mil megawatts. Ésa misma cantidad en generación tendrá un costo de un poco más del doble pero con ingresos mucho más altos aunque, por supuesto, deberá de descontarse el precio del combustible o, de ser renovable, la intermitencia. Aún con las restricciones anteriores, en unos 15 años los inversionistas tendrán su dinero de vuelta con utilidad; en un ST tendrán que esperar dos lustros más. Esto, como resulta natural, hace que el apetito financiero disminuya en forma importante.
Muchos proyectos de generación, en un inicio los renovables porque deben de colocarse en sitios específicos donde el viento o la irradiación solar son óptimos, se vieron limitados por la falta de ST. Ahora los ciclos combinados ya tienen, o tendrán en breve, gas con el programa agresivo de construcción de ductos que se está llevando a cabo eliminando lo que era su principal restricción. Pero los proyectos no se llevarán a cabo, o tendrán que esperar, porque no se dispone de capacidad en los ST lo que resulta preocupante. De hecho antes se buscaban para construir nueva generación se buscaban sitios con acceso al gas, o en términos más elegantes, a la molécula. Actualmente el ST ya obliga a localizar sitios con capacidad de evacuación.
La pregunta obligada es: ¿qué hacer? En primer lugar asegurar que las obras programadas en el corto plazo no sufran los atrasos que han afectado seriamente. Hay varias causas pero la falta de recursos quizá sea la más importante, baste asistir a cualquier evento oficial y, con excepción de la línea de HVDC, el ST no es mencionado y, por desgracia, fuera de la agenda implica poco presupuesto. En segundo el buscar soluciones de rápida implementación como pueden ser tecnologías de compensación serie o enlaces cortos que refuercen el ST. Continuemos con una aplicación estricta del Código de Red que liberará capacidad al sistema: si los usuarios no demandan energía que no se vuelve en trabajo permitirá una operación más desahogada.
Hay muchas otras alternativas pero, al final, únicamente la construcción y mallado del ST logrará el que tengamos las autopistas eléctricas que México requiere. Manos a la obra pero con chequera disponible.

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