El PAN contra los centenarios

Víctor Flores Olea
México ha puesto el grito en el cielo por las conmemoraciones: no solamente lo proyectado está en el aire y/o definitivamente pospuesto o cancelado, sino que la obra realizada es magra a no poder, microscópica y sin relevancia. ¿O alguien pudiera contradecirme? Me refiero al gobierno del PAN, naturalmente, porque diversas instituciones, sobre todo las educativas y editoriales, eventualmente han hecho esfuerzos para publicar a propósito libros de interés y calidad. (Una excepción: Televisa, con sus episodios sobre la Independencia, eficaz pero de discutible linaje histórico y artístico. Y otra excepción, en que ha brillado el interés panista: los desfiles comerciales.)

Lo sorprendente es que alguien creyera que el gobierno del PAN iba a realizar una obra de real interés en la conmemoración del bicentenario y el centenario. Hay otros que con razón se quejan de la absoluta ausencia de ideas en esta conmemoración. No podía ser de otro modo. Por mi parte no estoy sorprendido porque desde el inicio percibí que estas celebraciones, en manos del PAN, terminarían en una pequeña polvareda sin importancia.

Y no es porque otra vez el gobierno de Felipe Calderón muestre su desorganización intrínseca y su incapacidad, o no es solamente por esa razón, sino, en el fondo, porque estaba incapacitado, digamos negado estructural y vocacionalmente, existencialmente, a celebrar con cierto donaire tales hechos históricos, ya que la estirpe del PAN, su ideología de origen y su significado político se sitúan en el polo opuesto de los acontecimientos a celebrar.

Por supuesto que muchos de nosotros hubiéramos deseado que se exaltara el lado más liberal de la Independencia, su importante lado de filiación al enciclopedismo y al jacobinismo, su herencia clara de la Ilustración y de una de las revoluciones más radicales de la historia humana, que comprendió sistemas políticos y económicos, pero que también fue profundamente filosófica y cultural. Por eso Marx afirmó en una de sus principales obras de juventud que la “revolución de la burguesía es la más profunda que ha vivido la humanidad hasta nuestros días”.

Pero fueron precisamente los enemigos de la Ilustración quienes se opusieron a la Revolución de Independencia y quienes fusilaron a Hidalgo y a Morelos. Por la catarata de los botones de muestra que ha exhibido ya desde su fundación, me temo que el PAN, y su clero más cercano, hubieran estado más bien del lado de quienes comandaban los pelotones de fusilamiento, no de los luchadores, no de los héroes de la Independencia. Tal es una filiación remota del PAN que sigue viva y actuando de manera clara.

Por algo el PAN es un franco y prácticamente confeso heredero del partido de los conservadores del siglo XIX, que se opusieron a las leyes de Reforma y a Juárez. ¿Acaso el gobierno del PAN ha hecho, ya no digamos una conmemoración, sino siquiera una discreta alusión a las Leyes de Reforma, que se proclamaron en septiembre de 1860, en Guanajuato, y que cumplen en este mismo mes 150 años de promulgación? Al contrario, en su actuar arropa y tolera a todos los enemigos a veces implícitos, otras explícitos, del laicismo y de la separación de la Iglesia y el Estado, que fueron la vena profunda de tales leyes.
Y para qué hablar de la Revolución, ya que los fundadores del PAN, en que había ciertos mexicanos ilustres, expresaron desde los primeros momentos su alejamiento y hasta su repudio de los principios de la Revolución Mexicana en su versión también más liberal y popular, social. No es casual que la fundación del PAN, que se llevó tiempo madurar, fuera en 1939, no demasiado después del gobierno de Lázaro Cárdenas, del cual difirieron ruidosamente, sobre todo con respecto a la nacionalización del petróleo, a la reforma agraria y al obrerismo. Explícitamente declararon estar en contra de los “caudillos” de la Revolución; en realidad, se alejaron y opusieron (siguen haciéndolo) al aspecto social de la Revolución, que inevitablemente tenía y tiene una carga “estatista”. Por ello al correr de los años parte importante del empresariado mexicano se sumó políticamente al PAN.

Claro está que en la celebración del centenario de la Revolución se hubiera deseado una exaltación actualizada de su vena social, sobre todo en los aspectos educativo y de salud, una definición contra la concentración desmesurada y abusiva de la riqueza, una actualización de los principios vertebrales de la política exterior, y tantas otras materias que dan pie hoy a la necesidad de una transformación profunda del país.

Pero nada de eso podía esperarse ocupando el sitial más alto de la República un partido y un panista particularmente cortos en su visión histórica, un partido y un presidente manifiestamente reaccionarios y absolutamente incompatibles con los aspectos más progresistas de la Revolución de 1910.

De tal partido y gobierno únicamente podían esperarse la desmemoria y el olvido, la “distracción” y el ocultamiento, para no hacer énfasis en el real significado de las revoluciones de Independencia y de la liberal-social y antimperialista de 1910.

Lo anterior explica que no se haya realizado nada importante por parte de un partido y de su gobierno, en el fondo y en la superficie opuestos y enemigos de las vertientes más revolucionarias y progresistas de la Independencia y de la Revolución Mexicana. El silencio tiene una causa: la real naturaleza del PAN. Que no nos sorprenda tanto, ya que en definitiva es lógico y natural.
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