¿Hacia dónde ir configurando el horizonte político educativo?

 

La vigente situación de violencia y de suma de opresiones pone un escenario que demanda que las personas de manera individual y colectiva realicemos acciones dirigidas a la modificación de nuestra realidad cotidiana. Entre las organizaciones que hacemos trabajo en derechos humanos sabemos que la apuesta por los procesos formativos es una tarea fundamental, generosa y fructífera. El Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, OP, AC, pone de sí con un esfuerzo formativo llamado Escuela para Personas Jóvenes Defensoras de Derechos Humanos. Desde hace 17 años “la Escuelita”, como es conocida cariñosamente, es un espacio que brinda herramientas y experiencias desde los derechos humanos, con la firme convicción de que la transformación social se construye de la mano de las juventudes, fundamentada en los aportes de la educación popular, para la paz y teniendo como núcleo la aproximación alternativa y crítica a los derechos humanos y teniendo como ejes el diálogo intergeneracional y la mirada interseccional.


Existe un discurso dominante y estereotipado en torno a lo que es ser joven, sin embargo desde nuestra experiencia sabemos que esto no es más que un conjunto de falsas creencias ya que las juventudes nutren continua y profundamente el esfuerzo de construir una vida más digna para todas las personas.
Víctor Manuel Chima, quien fue parte de esta última generación de la Escuelita,  pone énfasis en la comunicación digital como una herramienta para fomentar la participación de las juventudes en la defensa de derechos humanos. Comenta: “La información relacionada con los derechos humanos y los procesos de defensa y acompañamiento es vasta, por lo que es necesario pensar en formas y narrativas creativas de socialización con la intención de posicionar las discusiones en el debate público, visibilizar –sin revictimizar– a las víctimas de violaciones de derechos humanos y acompañar las exigencias de verdad, justicia y reparación, dando voz a quienes les ha sido arrebatada”. En sus palabras, afirma: la Escuelita, como espacio de compartición de saberes, nos invitó a repensar e intercambiar experiencias y herramientas siempre con el claro objetivo de ayudar a tener buenos resultados en el “acompañamiento digital de determinados procesos. Saber cómo contar historias desde la empatía, fortalecer los procesos de memoria colectiva, transmitir emociones a partir de las imágenes y generar conexiones desde el uso de las tecnologías de la información y plataformas digitales, pueden impactar en el imaginario de la sociedad y particularmente de las personas jóvenes, además de  motivar la construcción de espacios para el diálogo intercultural e intergeneracional”.
Yoxmara González Tapia es otra integrante de esta última generación que después de 8 meses de formación en la Escuelita presentó un proyecto que plantea elaborar un diagnóstico y reconocimiento territorial y social de la relación de los jóvenes con el campo. Yoxmara, quien es etnóloga de formación, nos dice que a pesar de los esfuerzos por incorporar a las y los jóvenes indígenas al sector a la educación superior, se ha invisibilizado lo que realmente buscan. Los diversos caminos que se pueden optar más allá de la profesionalización suelen ser muy variados y por ello es necesario pensar en mejorar no sólo las oportunidades en el ámbito escolar sino también en otros aspectos como lo laboral, en donde el trabajo campesino debe reconocerse como eso, trabajo, visibilizando los derechos que implica esto. Por último, otro aspecto relevante es el cambio generacional. Los jóvenes indígenas que no precisamente optan por la educación, buscan espacios que los representen pero estos no siempre son cedidos. Estos elementos influyeron de manera profunda en su decisión de buscar y aprender en espacios como la Escuelita. Ella comenta: “La formación como defensores va más allá de la crítica y la enunciación; es reconocernos y reconocer a quienes van en el camino, visibilizando otros aspectos que contribuyen a la construcción del panorama complejo de lo social. Las herramientas que se brindan en la Escuela para juventudes defensoras no sólo se enfocan en la defensa sino que invitan a reconocer y construir las formas de acompañar procesos. Cuestionar, reflexionar, proponer y accionar son el siguiente paso que nos toca como personas jóvenes y defensoras. Hoy, nos enfrentamos a diversos retos y, ante un contexto de violencias y precariedad, necesitamos transformar nuestras relaciones y espacios, construyendo oportunidades, buscando metas y compartiendo saberes”.
Por último tenemos la experiencia de Leslie Joryet Melo Gama, quien es una firme defensora de los derechos humanos de las mujeres y acompañante en temas de violencia de género. “Mi paso como parte de la Escuelita del Centro Vitoria, ha sido muy diferente a los espacios de formación de los que he sido parte, pues el aprendizaje se comparte desde las experiencias y del corazón. Éste es un espacio seguro, ya que al ser todas personas jóvenes, con interés y compromiso con la defensa y promoción de los derechos humanos, se genera un ambiente de confianza y compartición. Ante el contexto tan violento que atravesamos, espacios como este son sumamente necesarios para reflexionar colectivamente desde cada una de nuestras interseccionalidades, entretejernos y resistir desde otras formas creativas que nos permitan seguir construyendo y apostando a otras realidades posibles. En este sentido, es que a través de este proceso de formación en derechos humanos, se nos invita a la apropiación de las diversas herramientas compartidas, para fortalecer el trabajo que cada una de las personas desarrolla día a día desde sus diferentes espacios, sin desdibujar el trabajo de defensa como un proceso transformador de realidades en el mundo que habitamos, siendo nosotras, las diversas juventudes, parte del mismo al que se desea intervenir para recrear, retejer y reconstruir la dignidad de todas las personas que aquí existimos”.
Conocer las experiencias de estas personas jóvenes que hablan desde su vivencia y convicción, pone en evidencia cómo conectar con un deseo de transformación frente a la injusticia, siendo el punto de partida para trabajar por el ejercicio de los derechos humanos al servicio de las personas y los pueblos. Manifiesta también la importancia de seguir enriqueciendo los espacios políticos formativos ya que éstos abrevan al fortalecimiento de las dignas luchas personales y colectivas.
Víctor Chima*, Yoxmara González*, Leslie Melo* y Sinayini Ruiz Aguilar**/Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria
*Víctor Manuel Chima, Yoxmara González Tapia y Leslie Joryet Melo Gama son integrantes de la 17 Generación de la Escuela para Personas Jóvenes Defensoras de Derechos Humanos. Sinayini Ruiz Aguilar es colaboradora del Centro Vitoria en el área de Seguimiento a Procesos Organizativos y Formativos
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