FMI: Lamentable símbolo de un sistema capitalista y patriarcal

miércoles 1 de junio de 2011

Stéphanie Jacquemont - Damien Millet - Eric Toussaint - Christine Vanden Daelen

Desde hace unos días, todos los medios de comunicación internacionales informan de una posible agresión sexual cometida por Dominique Strauss Kahn en Nueva York, y la foto del director general del FMI esposado dio la vuelta al mundo. Sin pronunciarnos sobre su eventual culpabilidad en este suceso, queremos denunciar otro tipo de escándalo: las acciones del propio FMI.

Al contrario de lo que proclaman sus responsables, el FMI no es la institución que ayuda a los países en crisis, sino la que impone programas draconianos de austeridad y que defiende un modelo económico estructuralmente generador de pobreza y desigualdad. Es el propio accionar del FMI y de aquellos que sostienen la mundialización neoliberal lo que hace recaer el peso de la crisis sobre las poblaciones, que son sus primeras víctimas. Si se puede hablar de rescate en este asunto, se trata más bien el de los bancos, mientras los pueblos son sacrificados. Profundamente antidemocrático, ya que los países más ricos disponen de más de la mitad de los votos en el seno del consejo de administración, el FMI es de hecho un instrumento de las grandes potencias utilizado para vigilar el mantenimiento del sistema capitalista y de los intereses de las grandes sociedades transnacionales.

Muy activo durantes varias décadas en África, en Latinoamérica, en Asia y en Europa del Este, aprovechó la crisis que estalló en los años 2007-2008 para introducirse sólidamente en Europa occidental. Así impone a los pueblos de los países más industrializados las mismas recetas nocivas que llevaron a un trágico callejón sin salida a los países del Sur que las aplicaron.

En los Estados Unidos, treinta años de políticas neoliberales permitieron una desreglamentación generalizada del sector financiero, que llevó directamente a esta enorme crisis. Durante su primera fase (2007-2009), algunos «amortiguadores sociales» se establecieron, sólo temporalmente, en los Estados Unidos y en Europa, para limitar los riesgos de una explosión social. La puesta en marcha de la estrategia del shock comenzó a partir de 2010 y en un principio afectó a los países más débiles de la cadena de endeudamiento: Grecia, Irlanda, Portugal… El FMI está en el centro de esta estrategia.

En abril de 2009, en Londres, la cumbre del G20 decidió reflotar el FMI con el fin de permitirle intervenir en los Estados sobre endeudados. Gran ganador de esa operación, el FMI vio cómo sus capacidades de préstamo se triplicaban de 250.000 a 750.000 millones de dólares. Por primera vez, el FMI puede también pensar en pedir préstamos en los mercados financieros. Después de una grave crisis de legitimidad a comienzos de los años 2000, debido al fracaso de sus políticas en los países del Sur y a las numerosas rebeliones anti-FMI, parece que los tiempos de vacas flacas han terminado para esta institución. En consecuencia, en menos de un año ha abierto una línea de crédito en una decena de países europeos e interviene desde ahora en múltiples frentes.

En ese contexto, DSK se esfuerza por comunicar la idea de un FMI nuevo, en ruptura con los errores del pasado… Sin embargo, la lógica de las políticas impuestas no ha cambiado. Un verdadero huracán de austeridad se abate sobre Europa. Las delegaciones del FMI son enviadas simultáneamente a las grandes capitales y estudian, desde lo alto de sus habitaciones en los hoteles de lujo y desde las oficinas del ministerio de Finanzas que ocupan como si fueran propias, el balance contable de sus planes sin considerar las consecuencias sociales.

Los ejemplos son numerosos. El FMI suspende un crédito a Ucrania como consecuencia de la decisión del gobierno ucraniano de aumentar el salario mínimo; para poder continuar recibiendo financiamiento por parte del FMI y de la Unión Europea, Letonia debe reducir drásticamente los salarios de los funcionarios y las pensiones de jubilación; Grecia debe aceptar unas privatizaciones mayores que las previstas inicialmente y cuestionar la continuidad de muchos derechos sociales; Islandia, para recibir el aval del FMI, busca contornear la voluntad popular que ya se expresó por referéndum, en dos ocasiones, contra el pago de la deuda. En todos lados, el FMI da la razón a los banqueros en contra de los intereses de los pueblos. En todos lados, favorece la profundización espectacular de las desigualdades, el desarrollo de la corrupción, el mantenimiento de los pueblos en la sumisión al neoliberalismo. Mientras algunos esperaban que DSK instauraría de forma duradera una política neokeynesiana, de hecho está aplicando una política ultraliberal, digna de Friedrich von Hayek y Milton Friedman. Contracción de la demanda pública, compresión de los salarios, precarización del empleo, privatizaciones constituyen el núcleo de su orientación.

Más allá de este aspecto, el actual sistema internacional no es solamente capitalista sino también patriarcal y machista. Sólo han sido hombres, hasta hora, los presidentes de instituciones tales como el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. El machismo y el carácter patriarcal van automáticamente a la par con comportamientos de dominación, de acoso o de violencia sexual.

Independientemente de la responsabilidad real de DSK en este caso, actualmente mediatizado, se debe denunciar la trivialización de tales comportamientos. La lucha contra el capitalismo es indisociable de la lucha contra un sistema patriarcal, puesto que estos sistemas de dominación tienen raíces comunes y se alimentan mutuamente. La explotación económica y sexual de las mujeres no ha dejado de reforzarse bajo los incesantes ataques de la mundialización neoliberal promovida por las instituciones financieras internacionales. La trata de mujeres, sus migraciones para garantizar la supervivencia de su familia, el crecimiento exponencial de la feminización de la pobreza y de la extensión del trabajo informal y forzado de las mujeres, nos lo demuestra todos los días. La desigualdad de sexo, de clase y de raza se refuerza sin cesar bajo los efectos de las políticas impuestas a los pueblos especialmente por el FMI y el Banco Mundial. La imbricación de los sistemas de dominación es tal que cualquier emancipación real de los seres humanos —hombres y mujeres— no podrá realizarse sin combatir simultáneamente el capitalismo, el racismo y el patriarcado.

Se confirmen o no los hechos concernientes a DSK, lo que es indudable es que no puede haber impunidad para un funcionario del FMI, y todos aquellos que trabajan para una institución internacional deben rendir cuentas de sus actos. El FMI, en tanto que institución, debe también ser enjuiciado por las múltiples violaciones a los derechos humanos fundamentales que ha cometido y que continúa cometiendo en muchísimos países. La sustitución del FMI por un organismo democrático mundial encargado de la estabilidad de las monedas y de la lucha contra la especulación financiera es urgente. Desde hace más de sesenta años, el FMI actúa contra los pueblos con total impunidad. Ahora el mensaje debe ser claro: el FMI por encima de la ley está acabado.

PS.
Los autores son miembros del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo. A aparecer a fines de mayo: Damien Millet y Eric Toussaint (coordinadores), La Dette ou la Vie (La deuda o la vida), Aden-CADTM, Bruselas-Lieja, 2011.

Traducción: Griselda Pinero

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