Segunda parte del cuento "En busca de la luz"‏

Nuestro amigo Ricardo Grostieta nos envía la segunda parte de su creación, gracias compañero por tu valiosa contribución:


En busca de la luz - Segunda parte

Los hombres del General

Cuento

Muchos días pasaron y la tripulación de la nave se encontraba agobiada, las provisiones empezaban a escasear y el agua faltaba, la poca que había sabia mal, pareciera como si una maldición hubiese caído sobre nosotros.

Los mas fuertes alentaban a los decaídos, aunque había momentos en que no parecía haber esperanza. La desesperación empezó a hacer presa de los más jóvenes. Hubo quienes sin explicación alguna se aventaron por la borda, por momentos se oían sus gritos, pero al final, nada, se perdían en la negrura del mar: no quedaba rastro de ellos.

Hubo quienes manifestaron su desconcierto y desesperación, pero no por mucho, se hablaba con ellos y se conseguia algo en que ocuparlos, al final terminaban convencidos, reanimados para seguir con sus jornadas mas tranquilos; de vez en cuando se oía de alguien que se había arrojado por la borda pensando que quizás las corrientes los pudiesen llevar a tierra firme, de regreso -pero eso no era posible, quien saltaba del barco no podía regresar- no había manera de que pudieran regresar a la nave. El mar se los tragaba, se perdían.

Había ocasiones en que el cielo se abría y podíamos mirar su color azul, nubes altas y algunas veces una fresca brisa que golpeaba nuestro rostro; nada que pudiera empujar la nave o que nos llevara mas allá, ni siquiera para hinchar las velas; pero nos fortalecía sentir que había señales, esperábamos que la próxima fuera la ráfaga pudiera empujar el barco para seguir la marcha hacia nuestro destino.

Cierto día, amaneció claro y despejado, tuvimos la oportunidad de mirar el horizonte: a lo lejos nubes negras anunciaban tormenta. Lo espeso de las nubes y ese movimiento lento y pesado debieron darnos ánimos pero no fue así, había algo raro en esas nubes, algo que no se puede explicar con palabras pero nos erizó los bellos, una sensación de calofríos recorrió nuestros cuerpos. Poco tiempo después "el General" salía por la parte alta de la nave para dirigir la estrategia, para dar instrucciones. Había que prepararse, la tormenta era mas grande de lo que pensábamos, había que preparar la nave para soportar el duro embate de la tormenta que se avecinaba, había que guarecerse.

Antes de que cayera la primera gota de lluvia se aproximaron varios hombres, no los mas grandes, ni los mas experimentados, pero si eran valientes.

Una antigua historia decía que cuando la furia de la tormenta era como la que estábamos presenciando, se debía de ejecutar un sacrificio: habia que ofrecer la vida de algunos de los hombres. Muchos se ofrecieron pero solo unos pocos fueron los elegidos. El sacrificio correspondía en atarse afuera, en la cubierta mientras la furia de la tormenta azotaba el barco, se decía también que de no hacerlo, todos morirían. Rápidamente y antes de entrar en las turbulentas aguas, estos hombres fueron atados fuertemente en las partes mas firmes de la nave, mientras durara la tormenta no podrían comer ni beber nada, ya que cualquiera que osara salir a cubierta moriría sin remedio.

Así lo hicieron, quedaron atados para recibir el golpe de la tormenta a fin de que todos salieran con vida de la infernal tormenta. El aire silvaba al toque con la madera, las tablas crujian: había que entrar.

Un golpe terrible y una sacudida que casi nos tumba al piso nos hizo saber que habíamos entrado en la tormenta, el viento y la lluvia azotaban con gran fuerza la nave y sin embargo, se alcanzaban a oír los gritos de nuestros compañeros. La fuerza de las olas los golpeaba duramente, de tal forma que se alcanzaban a ver las llagas que se formaban, el agua salada caía en las heridas: lo que hacía mas dura la pena. Algunos perdieron el conocimiento, era mejor.

Algunos de los tripulantes dentro del refugio comenzaron a llorar, se sintieron indignos por tener que esperar bajo techo mientras sus compañeros eran lastimados por la tormenta. No había forma de ayudarlos, había que esperar.

Fueron días y noches de dura espera. El dolor hacia suponer que algunos habrían muerto, tal vez desmayados, no sabíamos, -esperábamos lo peor-.

De repente, nada. Quedó todo en silencio. De momento quedamos impávidos sin saber que hacer. El General gritó -rápido, vayan por los hombres que están afuera-. Corrimos lo mas rápido que pudimos. Faltaban hombres: habían sido arrancado de sus amarras, afortunadamente, fueron arrojados a una de las galeras que habían quedado abiertas por el golpe de las olas,  y que por fortuna los salvo de morir.

Poco a poco iban reaccionando. Faltaba uno. Casi no creiamos lo que habiamos visto, se había soltado de sus amarras y a fuerza de sujetarse con las mismas, escaló el mastil mayor para subir a la canastilla del vigía, allí se encontraba casi desfallecido, la ropa hecha jirones y su piel sangrante con llagas por todo el cuerpo, respiraba con dificultad. Lo tomamos con cuidado y lo llevamos adentro, donde pudiera estar seco y cómodo.

Después supimos que subió hasta allá para ofrecer su vida, a cambio de las nuestras. No estaba dispuesto a que nos perdiéramos en la tormenta, sabía que solo así lograríamos salir.

Nunca olvidare su mirada, cansada pero llena de esperanza. La mirada que tienen los hombres valientes que conocen su destino y mueven lo que esta a su alcance para que este destino se cumpla.

Ya no había miedo, ni deseperanza, ni intranquilidad, había fortaleza en la nave, porque ahora, la nave se movía. Con rumbo fijo. Hacia la tierra de la luz.

 Dedicado con mucho cariño a nuestras hermanas y hermanos de la "Huelga de Hambre", pero particularmente a Cayetano Cabrera, que nos puso al borde de un ataque de nervios mas de una vez, y que valientemente ofrecieron su vida y su salud, para que todos nosotros vieramos como este barco, nuevamente se mueve.
Nunca acabaremos de entender de que estan hechos estos hombres y mujeres que perduraran en la historia por su calidad humana y por su valor. Y no sabremos agradecer propiamente lo que ellos de manera mas alla del deber, nos regalaron. 

¡Hasta el triunfo compañeros!

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A small bird will drop frozen dead from a bough without ever having felt sorry for itself"
D.H. Lawrence

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