Normales rurales: por un diálogo sin represión
Zósimo Camacho
05 Jun 2021 a las 7:00 pm
Normales rurales: por un diálogo sin represión
Nada mejor que el diálogo para detener la andanada contra el normalismo rural que, en plena 4T, padecen alumnos y alumnas de las 17 escuelas normales rurales que superviven en el país. Qué mejor que el encuentro anunciado por el presidente con los normalistas rurales para frenar el discurso clasista y racista que se reproduce desde hace décadas desde los poderes formales y fácticos. Y es que, cuando se trata de normalistas rurales, hay consenso entre autoridades, empresarios, intelectuales orgánicos y medios. Tal vez no sean todos iguales… pero cómo se parecen.
Cabe recordar que el discurso contra los normalistas –que no sólo criminaliza la protesta sino que oculta las demandas, deslegitima la movilización y justifica brutales represiones– hizo posible la tragedia de los 43 de Ayotzinapa, estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, ubicada en ese poblado adyacente a la pequeña ciudad de Tixtla, Guerrero. No se debe olvidar que el ataque armado y la desaparición forzada que se ejecutaron contra los estudiantes, la noche del 26 de septiembre de 2014, fueron precedidos de toda una campaña que los acusaba de “violentos”, “pseudoestudiantes” y “asaltantes”. Luego, los medios acuñaron su despectivo favorito: “ayotzinapos”, para despojarlos de su dignidad de alumnos y de personas.
Esperemos que ahora, luego de la conferencia de prensa matutina del 3 de junio, no veamos el término “caciques” endilgado a los miles de estudiantes rurales movilizados en varias regiones del país.
Es de reconocerse el anuncio del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, de que dialogará con las alumnas y los alumnos de las escuelas normales rurales. Un diálogo entre el titular del Poder Ejecutivo federal y los estudiantes campesinos socialistas tendría carácter histórico. Probablemente no hay tal encuentro desde que el general Lázaro Cárdenas del Río –principal impulsor de estas escuelas– dejó la Presidencia de la República en 1940.
El presidente escuchará de viva voz las demandas de los estudiantes, quienes probablemente le explicarán en qué consiste el normalismo rural, cuáles son los cinco ejes que lo diferencian de los otros modelos educativos; por qué son fundamentales el internado y el comedor; por qué el primer requisito de ingreso es ser pobre y de extracción campesina u obrera. Y escuchará las reivindicaciones socialistas que, con orgullo, le expongan. Tendrá el presidente, ante sí, al último reducto de un proyecto que busca la formación integral del ser humano nuevo que delinearon pedagogos de la Revolución Mexicana. Sabrá, el presidente, que lo que reabrió en El Mexe, Hidalgo, no es una normal rural, sino una institución educativa más, pues no cuenta aún con las características del normalismo rural.
También el presidente, seguramente, deberá explicar por qué se redujo el presupuesto para las normales rurales. Deberá argumentar por qué son apenas 70 pesos los que reciben los estudiantes para las tres comidas del día, por ejemplo.
Los normalistas rurales saben dialogar y eso es lo que han privilegiado por décadas. Toman muy en serio el inicio de movilizaciones. No son decisiones a la ligera. Si inician un movimiento es precisamente porque no hay respuesta de las autoridades. El presidente podrá escucharlos y se encontrará con jóvenes estudiantes de extracción campesina, que tienen claridad en sus demandas, oradores de manos curtidas no sólo de arrastrar el lápiz, sino también el azadón, la coa, el bieldo, el machete. Y escuchará que hay disciplina a la que se someten todos, incluyendo los que integran los comités estudiantiles de todas las escuelas. Verá que, en efecto, no abrevan de Mahatma Gandhi sino de Carlos Marx, Federico Engels, Ernesto Guevara, el Che, y de Lucio Cabañas o Misael Núñez Acosta, por mencionar a dos egresados de sus propias aulas.
Tuve la oportunidad de preguntar al presidente, el jueves pasado, sobre si su gobierno apoyará al normalismo rural en sus demandas o seguiremos viendo casos como los de Mactumactzá, Chiapas. Como se sabe, luego de la represión y encarcelamiento que sufrieron alumnos de esta escuela por parte del gobierno del morenista Rutilio Escandón, fueron liberados bajo la condición de que no desarrollen actividades políticas.
Su respuesta me sorprendió en dos sentidos. La positiva, que habrá diálogo. Por fin, después de varias décadas, los alumnos de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) serán escuchados por un presidente de la República. La lamentable, que el presidente asumiera el discurso de la “violencia” de los estudiantes y que le sumara el de un supuesto “cacicazgo”.
“Voy a hablar con ellos para eso [apoyar a las normales] y con toda claridad, y vamos a hablar también de la vía pacífica para protestar. Nosotros no somos represores, yo no soy Díaz Ordaz. Vamos a entendernos bien. Pero no a los cacicazgos, nadie debe de abusar en ningún lugar, en ningún sindicato, en ninguna organización, en ninguna universidad”, señaló el presidente en una reflexión abundante de promesas pero tambien de reproches.
¿Quién le informa al presidente? Si hay estudiantes celosos de su independencia, que no aceptan la presencia de partidos políticos ni de organizaciones ajenas a sus escuelas son precisamente los normalistas rurales. ¿O ese es el problema, que las normales son impenetrables para Morena como lo han sido por décadas para todos los partidos del espectro electoral? Además, en las normales rurales no hay “fósiles” ni “líderes morales”. Quienes egresan de las normales, dejan de tener participación alguna en la vida orgánica de su alma máter. ¿De dónde las sospechas de que hay “caciques”? Esperemos que haya voluntad real de escuchar y no se trate del inicio de una persecución contra las escuelas que resistieron contra viento y marea todo el periodo neoliberal que, en materia educativa, no termina.
Si el presidente busca caciques de la educación, basta con mirar un poco en la estructura de su propio gobierno y en las alianzas de su partido en algunos estados. Podemos referirnos sólo a dos ejemplos. En la Secretaría de Educación Pública (SEP), la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación, es decir, la que se encarga de la atención a las normales rurales, está a cargo del mismo funcionario heredado de Peña Nieto: Mario Alfonso Chávez Campos. ¿Él fue quien le “informó” que hay “cacicazgos” en las normales?
El otro caso es el de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), donde los morenistas del estado tuvieron que pasar el amarguísimo trago de que su partido no combatiera, como prometió, al cacicazgo que grotescamente controla la máxima casa de estudios estatal. Peor aún, se alió con él en las elecciones de este domingo.
Los caciques de la eduación, señor presidente, sigue enquistados en la SEP y en las estructuras de las universidades públicas, autónomas y no autónomas. Y no son estudiantes.
Fragmentos
Adiós al luchador social Alberto López Limón, fallecido el pasado jueves. Uno de los últimos militantes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), que nunca fue detenido. Se integró a la lucha pacífica en el Frente Nacional contra la Represión, por la libertad de los presos políticos y la presentación de los desaparecidos. Elaboró análisis históricos y de sistematización de la información sobre la Guerra Sucia, tanto en la Ciudad de México como en Guerrero. Hasta su deceso, era parte del Grupo Promotor LC23S en la capital de la República. Jaime Laguna Berber, de la misma organización, destaca que su camarada deja una extensa obra escrita sobre la lucha revolucionaria de los movimientos armados por el socialismo. “Incluye de Rubén Jaramillo hasta la cronología negra de la Liga Comunista 23 de Septiembre, entre otros trabajos”. Agrega que muchos textos son inéditos pero, conforme la voluntad de López Limón, “estaremos compartiendo, distribuyendo y difundiendo”… Se cumplen 50 años del halconazo, la Matanza del Jueves de Corpus del 10 de junio de 1971 en la Ciudad de México. Nunca más la represión contra estudiantes ni el encubrimiento o la justificación.
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