Grecia: incertidumbre y soberanía recuperada

Editorial Periódico La Jornada

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recia cayó ayer en el impago de su deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) tras la negativa del Eurogrupo –los gobiernos que conforman la zona de la divisa euro– de extender el programa de ayuda financiera a la nación mediterránea. Cabe recordar que el Eurogrupo dio por terminado el programa de ayuda después de que el primer ministro griego Alexis Tsipras convocó a un referendo para que el pueblo decida si acepta las condiciones para otorgarle nuevos préstamos, impuestos por la troika –el Banco Central Europeo (BCE), FMI y la Comisión Europea–. Tales condiciones incluyen un nuevo plan de ajuste de marcada orientación antipopular que reduciría las tasas impositivas a los grandes capitales, castigaría al sector turístico con un IVA de 23 por ciento y afectaría a las pensiones con recortes adicionales.
La situación de morosidad implica que Atenas no podrá obtener nuevos préstamos del FMI en tanto no se ponga al corriente con sus pagos, a la vez que se le cerrarán los principales mercados financieros. Sin embargo, el escenario no representa la inevitable catástrofe que las autoridades europeas y los organismos financieros auguran a Grecia. Como señaló el premio Nobel Joseph Stiglitz, los griegos podrían mirar la experiencia de Argentina en su salida a la crisis de 2001, cuando el país sudamericano declaró la moratoria de pagos y, al reorientar los recursos antes destinados al pago de la deuda, experimentó un crecimiento económico del orden del 8 por ciento anual, el segundo más grande del mundo en su momento.
Al margen de los pronósticos financieros, es de aplaudirse que el gobierno griego, a contracorriente de la gestión neoliberal imperante, recupere el significado de la democracia al convocar el mencionado referéndum que dará a los griegos la posibilidad de poner fin a un largo periodo de endeudamiento en condiciones de usura que ha dado lugar a la corrupción, el dispendio y la humillación nacional. Pero aun si el pueblo griego decide continuar el sometimiento a las políticas de austeridad dictadas desde Bruselas, el referendo ya sentó un precedente importantísimo, al dejar claro a todos los gobiernos que en democracia son los ciudadanos, y no las camarillas de tecnócratas, los que deben tomar las decisiones fundamentales para su propio futuro. Asimismo, es destacable que Tsipras haya puesto sobre la mesa su renuncia en caso de que el pueblo opte por permanecer bajo el dictado de la troika, pues recuerda que un gobierno pierde su razón de ser cuando incumple el mandato para el que fue elegido.
Pero el desasosiego y la potencial desestabilización de los mercados financieros de todo el mundo, a causa de la incertidumbre sobre el futuro de Grecia, muestran la verdadera dimensión de la presente crisis, que trasciende el ámbito local e incluso regional: cuando una economía que sólo representa 2 por ciento de la eurozona se ve imposibilitada de cubrir sus adeudos y causa con ello tan severos trastornos globales, es inevitable concluir que el sistema financiero vigente padece gravísimos errores de diseño.
En esta circunstancia, la responsabilidad por el descalabro no puede achacarse única ni principalmente al país deudor, sino a un modelo de finanzas irracional que premia la ambición desmedida y sacrifica a pueblos enteros para mantener la rentabilidad de un puñado de corporaciones.
Por los precedentes democráticos antes señalados, se ha desatado una campaña de miedo que busca poner en jaque al actual gobierno de Tsipras y presiona por el regreso de los partidos griegos que mantuvieron una política de estricto apego a las directrices dictadas desde Bruselas y el FMI, las cuales, en última instancia, no hacen sino transmitir la voluntad de los grandes capitales. De hecho, como señalaron en días pasados los premios Nobel de Economía Paul Krugman y Joseph Stiglitz, la intención primordial de los representantes europeos no es tanto evitar un desorden financiero, sino desestabilizar a la administración de Syriza, con propósitos de escarmiento y advertencia a otros gobiernos en situación similar. La respuesta del gobierno de izquierda a este golpeteo político y mediático ha sido poner la decisión en manos de todos los griegos, haciendo posible que el 5 de julio esta emblemática nación comience a transitar un camino aún inexplorado, pero que difícilmente llevará a un destino peor que el que ha venido padeciendo la nación griega, caracterizado por el asfixiante estancamiento de la austeridad –con el enorme sufrimiento social que conlleva– y la pérdida de soberanía y de dignidad nacional.

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