¿Adónde va Italia?
jueves 26 de abril de 2012
Martín López (PRENSA OBRERA, especial para ARGENPRESS.info)
El 'gobierno técnico' se desvanece en el aire.
Italia
tiene, desde hace unos meses, un 'gobierno técnico' impuesto por la
Comisión Europea a la corporación política de 'centroderecha' y de
'centroizquierda'. Fue designado para imponer el 'ajuste' que los
políticos eran incapaces de aplicar, debido -sobre todo- a
contradicciones en la clase capitalista. El artífice de la maniobra fue
el presidente de Italia -una figura supuestamente figurativa. Pero
¿puede un 'gobierno técnico' (gobierno de banqueros) cabalgar una
bancarrota capitalista que se descarga sobre los trabajadores? Esa ha
sido la ilusión de la burguesía. El ajuste, mientras tanto, no reportó
ningún alivio a la quiebra económica; lo hizo en su lugar un paquete de
300 mil millones de euros que -de un total de un billón- aportó el Banco
Central Europeo y que los bancos italianos destinaron a comprar títulos
de las quebradas finanzas públicas de Italia, bajo el comando de un
banquero -el ex Intesa-Sao Paolo C. Passera. Noventa días más tarde, la
'bella Italia' se encuentra de nuevo al borde de un 'defol' -arrastrada,
en parte, por la bancarrota de España. Ocurre que ni uno ni otro tienen
el dinero para pagar la deuda que vence en el curso de 2012 y -lo que
es peor- se cierra el grifo de refinanciaciones de deudas en dólares
ante la decisión norteamericana de no seguir emitiendo dinero para
'estimular' la economía local. Conclusión: el gobierno de Italia ha
perdido sus virtudes 'técnicas' y ha dejado al desnudo sus falencias
políticas. El santurrón de la banca, el primer ministro designado a
dedo, Mario Monti, tiene los días contados -a pesar de que su 'mandato'
debería vencer en 2013. El plan montiano, “salva Italia”, se ha
transmutado en un 'salva Monti'.Crisis política
Pero
no será fácil, porque debajo de la quiebra 'técnica' de Italia opera un
sistema político que ya demostró su propia falencia. Cualquier
iniciativa oficial suscita divisiones en el Parlamento, en especial
porque dentro de un par de semanas tendrán lugar las elecciones
administrativas (regionales). Los políticos italianos acaban de
descubrir que el bi-polarismo se ha hecho trizas: entre el partido de
Berlusconi y el Democrático de centroizquierda reúnen apenas el 43% de
la intención de voto. Si se suma el llamado centro, el total no alcanza a
la mitad de quienes están dispuestos a ir a votar. La abstención supera
el 30 por ciento. Para coronar la escena, la derecha representada por
la Lega Nord se ha autodestruido con la renuncia de su 'duce', Umberto
Bossi, luego de descubrirse que el autor del slogan 'Roma ladra'
(ladrona) era él mismo un ladrón. En realidad, el 'establishment'
financiero sacó las 'carpetas' que venía apilando sobre Bossi, desde
hace mucho, para terminar con la oposición de la Lega al gobierno Monti.
Hace un mes, una crisis interna en esta derecha mostró que la división
pasaba por el apoyo o no al ajuste. Comentario al margen: en la mayor
parte de Europa, el sistema político se hace añicos, la derecha
retrocede y, en algunos países hay un fuerte desplazamiento hacia la
izquierda 'marginal'. Exactamente lo contrario de lo que venían
'relatando' las corporaciones mediáticas sobre la crisis mundial.
Una
propuesta de Berlusconi revela la magnitud de la crisis: la formación
de un frente entre la centroderecha, el centro y el centroizquierda que
encabezaría el 'técnico' Mario Monti. El planteo delata la amplitud de
la debacle del berlusconismo, no su viabilidad: un gobierno de 'unidad
nacional' sólo será posible en condiciones de crisis revolucionaria.
El
centroizquierda, por su lado, enfrenta un laberinto parecido: ha
rechazado de plano hacer un bloque político con la derecha, porque ello
implicaría también su virtual desaparición política. El apoyo al
gobierno, por otro lado, sigue deteriorando su frente interno, en la
medida en que crecen las movilizaciones contra la reforma laboral y los
ajustes -en los últimos meses, también contra el proyecto del tren de
alta velocidad. Los sondeos se congratulan con la evidencia de que Monti
es el único capaz de conseguir una victoria en una eventual elección
general, pero deben constatar que su popularidad ha bajado diez puntos
en los últimos meses. A este ritmo, Monti va a figurar entre los
electores que han decidido la abstención. Los políticos italianos están
discutiendo un retorno a la elección proporcional, donde la mayoría se
negocia en el Parlamento: o sea un retorno a la vieja Italia, pero sin
democracia cristiana ni partido comunista, donde se volteaban dos
gobiernos por año -en una época ajena a la presente bancarrota
capitalista.Reforma laboral
Todas
estas contradicciones se han puesto de manifiesto al rojo vivo en las
últimas semanas, luego del anuncio del gobierno de la puesta en marcha
de un proyecto de reforma laboral, en especial la derogación del
artículo 18 que bloquea los despidos. Celebrado como el recurso que
devolvería 'competitividad' a la economía italiana, el proyecto abrió
enseguida una crisis política, cuando los partidos -con excepción del
centro- anunciaron que reformarían la reforma en el Parlamento. Los
berlusconianos amenazan con 'endurecerlo' por presión de la cámara
patronal (la Cofindustria) y el PD con 'ablandarlo', por la amenaza de
huelga general de la CGIL (y de su propia desintegración política). Ante
esta situación, Monti amenazó con renunciar: “Si el país, representado
por las organizaciones sindicales y los partidos políticos, no está
listo para que hagamos una buena reforma laboral, el gobierno puede
marcharse” (El País, 27/3).
Hace
unos diez días, el gobierno llegó a un compromiso con los principales
partidos para iniciar el trámite parlamentario. El principal
editorialista del Corriere della Sera se ilusionó con el acuerdo, pero
todo un sector de la patronal salió a rechazarlo: “en un comunicado
conjunto, bancarios y empresarios indicaron que 'para hacer una mala
reforma es mejor no hacer ninguna'” (La Nación, 5/4). Emma Marcegaglia,
presidenta de la Confindustria y una de las responsables de la caída de
Berlusconi cuando le soltó definitivamente la mano a fines del año
pasado, salió a criticar abiertamente al gobierno de Monti y a su
reforma laboral, nada menos que en el Financial Times: “la reforma
laboral -se despachó la jefa de los industriales italianos- es muy mala.
No es la que habíamos acordado. Hubiese sido mejor no haber hecho nada,
porque esta reforma no es la que necesita el país”. La CGIL, por su
parte, sigue amenazando con ir a la huelga general; la semana pasada, la
Fiom realizó piquetes en contra de la reforma laboral. El gobierno
“técnico” está preso de su dependencia de los partidos -y éstos del
'gobierno técnico'. La salida a este impasse es crear otro impasse:
incorporar al gabinete a representantes de los tres bloques luego de las
administrativas. Por esta vía, la política italiana se tomará el resto
de la cicuta.
Primavera 'calda'
Los
planes de ajuste han provocado un deterioro colosal de las condiciones
de vida que acicatean la rebelión por abajo: en el último mes, la
desocupación volvió a aumentar y llegó al 9,2%, el mayor nivel desde
2004; paralelamente sigue subiendo la inflación, aproximadamente a un
ritmo del 1% mensual. Según un informe reciente, el patrimonio de los
diez ciudadanos más ricos es igual al de los tres millones más pobres.
En el peor lugar se colocan los jóvenes, cuya situación no ha hecho sino
empeorar en la última década. En el último mes, estremeció a Italia la
noticia de que por lo menos 16 personas se suicidaron o intentaron
hacerlo, en lo que va de 2012, por haber perdido el trabajo o sufrido
ajustes en sus salarios y pensiones (La Nación, 4/4).
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