La reciente deuda histórica del Congreso
CONTRALÍNEA
13. septiembre, 2015
Autor: Martin Esparza
Al estudiar las responsabilidades de los legisladores en su obra La Política,
el filósofo griego Aristóteles estableció que “el primer deber del
hombre de Estado consiste en conocer la Constitución”, tesis que debe
mover a esta imprescindible reflexión a quienes en México forman parte
de un Congreso de la Unión, donde la mayoría de sus integrantes
desconocen los fundamentos contenidos en la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos y su sentido de igualdad y justicia social.
Sin temor a equivocarnos, podemos asegurar que algunos ni siquiera la
han consultado en su vida.
La
proposición aristotélica señala, por tanto, que si la función principal
de los legisladores es la producción de leyes, éstas en consecuencia
deben ajustarse a la Constitución vigente, por lo que es indispensable
conocerla o al menos tener una noción básica de su contenido. Y nos
preguntamos: ¿cuántos de los ahora exdiputados de la LXII Legislatura
que aprobaron las reformas estructurales y toda la gama de leyes
secundarias, en conjunción con los senadores, habían estudiado lo
referente a nuestra ley fundamental?
Resulta evidente que antes de ejercer
cualquier facultad en la producción legislativa, los representantes
populares deben cumplir con el deber de conocer la Constitución, pero
lamentablemente no sucede así. Para algunos estudiosos de la Carta
Magna, como el extinto Ignacio Burgoa Orihuela, los congresistas tienen
la alta responsabilidad de salvaguardar los derechos sociales dando
lugar, mediante la expedición de leyes justas, a una relación jurídica
entre las clases sociales que carecen del poder económico y grupos de
situación precaria y las castas poseedoras de la riqueza, por lo que el
papel del Estado es velar por “el cumplimiento de las modalidades de los
derechos, sea para impedir los abusos o para anular los actos
contrarios a las normas”.
Los exlegisladores tienen así una gran
deuda histórica con una sociedad cuyos intereses y derechos debían
salvaguardar con base en el respeto de los preceptos constitucionales y a
los que con la mayor de las ligerezas anularon. Si las reformas no
avanzan es porque su contenido carece de elementos apegados a la
realidad nacional; es decir, que los congresistas mexicanos ni siquiera
se enteraron a detalle lo que estaban aprobando, incurriendo en una
grave omisión ante sus propios electores y ante la nación en su conjunto
que les demandó escuchar las voces y opiniones de los diversos sectores
de la sociedad, ignorando sus legítimas exigencias.
Pero tal responsabilidad histórica
también es extensiva a los congresos locales, donde, como en el caso de
las legislaturas de Querétaro y Veracruz, en sólo 10 minutos aprobaron
reformas de la importancia y trascendencia como la energética, cuyo
borrador ni siquiera fue hojeado por la mayoría de sus diputados
locales.
En las actuales circunstancias de analfabetismo parlamentario
valga recordar por ello los fundamentos históricos que dieron origen a
nuestra actual Carga Magna, teóricamente engendrada por una Revolución
que surgió para atenuar la precaria situación en que vivían las clases
campesinas y obreras, así como la dependencia del país a los designios
del naciente imperialismo al que tanto cobijó el régimen autoritario de
Porfirio Díaz.
De ese movimiento armado nació un
proyecto que buscó amalgamar en leyes más justas y acordes a los
postulados revolucionarios como tierra y libertad, jornada laboral de 8
horas, derecho a huelga y un salario justo, con una ideología
nacionalista cuya característica sustancial fue la de constituir un
Estado asistencial o de bienestar, en torno al cual giraron todos los
programas que surgieron posteriores a la lucha armada; un Estado que
proporcionara a los desvalidos del espectro social una serie de satisfactores, pero que además interviniera en la vida económica para constituir un motor de desarrollo y transformación económica del país. Todo esto, bajo el fundamento legal de la Constitución de 1917.
¿Lo aprobado en la recién concluida
legislatura tomó en cuenta estos antecedentes históricos y sociales? Por
supuesto que no. Y en un avasallamiento a la Constitución, imprimió al
contenido de las leyes secundarias –como las de la reforma energética–
un retroceso a las conquistas sociales, consintiendo, como uno de tantos
ejemplos, la expropiación de tierras a comunidades indígenas y
campesinas donde, a criterio de los inversionistas extranjeros, puedan
desarrollarse proyectos de este sector.
De igual forma, autorizó a las ahora
llamadas empresas productivas del Estado –Petróleos Mexicanos y Comisión
Federal de Electricidad– modificar contratos colectivos con su
contraparte sindical, restando derechos de jubilación y otras
prestaciones a sus trabajadores.
Es indudable que los nuevos legisladores reciben como herencia una verdadera bomba de tiempo,
porque las leyes aprobadas con tal imprudencia por quienes les
antecedieron provocarán situaciones adversas al desarrollo nacional. Y
de no ser enmendadas se convertirán en un verdadero lastre para la
propia economía.
Valga entonces invocar nuevamente el
razonamiento aristotélico y preguntarnos si como sucedió con sus
predecesores, los nuevos diputados que arribaron a San Lázaro también
carecen de los conocimientos básicos de nuestra Constitución. De ser
así, valdría la pena que los ciudadanos hicieran valer su facultad de
proponer iniciativas para presentar un proyecto de ley que obligue a los
congresistas a tomar un curso obligatorio en este sentido para que
conozcan los alcances reales de sus decisiones parlamentarias y sus
obligaciones con la sociedad y el país.
Por ser de su absoluta competencia, los integrantes de la recién desempacada
LXIII Legislatura deberán explicar a los mexicanos las causas que están
originando la actual problemática nacional y proponer soluciones en el
corto plazo y, de ser necesario, asumir la obligación de restablecer el
marco constitucional que se tenía antes de la aprobación de las reformas
estructurales y sus leyes secundarias, pues no hay duda que el Congreso
de la Unión tiene una deuda histórica con el país que debe saldar en lo
inmediato.
Martín Esparza Flores*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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