México y la producción de vacunas

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En tiempos de pandemia de Covid-19 surge la urgencia de contar con una vacuna efectiva contra el coronavirus. Se anunció que Pfizer, Moderna, BioNtech ya han superaron la fase III. En decenas de países se trabaja en un centenar de vacunas y existe la carrera para ver quienes serán los primeros en producirla. Se oye mucho de las vacunas respaldadas por Estados Unidos, Inglaterra, Cuba, Rusia, China, Alemania y de pronto también se habla de tres o cuatro intentos que realiza México a través de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN), la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), el Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS). La gran diferencia es que mientras grandes laboratorios del extranjero reciben miles de millones de dólares de apoyo, en México quienes trabajan lo hacen con sus propios y escasos recursos. Aquí el Estado debe intervenir: para resolver el tema de la pandemia es necesario que exista una vacuna y que funcione.

¿Por qué México no está a la vanguardia de la producción de la vacuna? Es que nunca hemos desarrollado productos biológicos. ¿No hemos tenido ni el desarrollo o capacidades para producirlas?

Todo lo contrario, México ha sido pionero en la fabricación de vacunas. Construyó su capacidad de producción de vacunas a lo largo de décadas. Ya en 1804, Francisco X de Balmis comenzó a producir la vacuna contra la viruela En 1868, Ángel Gabiño Iglesias introdujo en México la semilla del virus de vaccinia desde París, para la producción masiva de la vacuna contra la viruela. En 1868 el doctor Eduardo Liceaga producía vacuna para la rabia y en 1891 para la tuberculosis. Un año antes el doctor Miguel Otero estaba produciendo la vacuna antirrábica. A fines del siglo XIX, se realizaron otros tipos de inmunizaciones contra la rabia, la polio y la tuberculosis.

En 1905 se fundó el Instituto Bacteriológico Nacional que fue pionero en América Latina en la producción de biológicos, en 1921 recibió el nombre de Instituto Nacional de Higiene. En 1912 en Mérida ya se producía la linga vacunal de bovinos para la viruela. En 1955 se producía vacuna para la poliomielitis y en 1960 se fundó el Instituto Nacional de Virología.

A partir de 1971, comenzó la producción de la forma liofilizada de esta vacuna en el Instituto Nacional de Higiene. El Instituto Bacteriológico Nacional también generó el Instituto de Virología que comenzó a producir vacunas. En la década de 1970, este último fue certificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como Centro Regional de Referencia para Vacunas, siendo ambos los principales productores de todas las vacunas que se administraban en nuestro país. Nuestros científicos e instituciones en el campo de la biotecnología lograron gran desarrollo.

Llegamos a ser totalmente autosuficientes, al grado que no sólo producía, sino que exportaba vacunas a 15 países. En 1990 nuestro país fue uno de los siete del mundo que producía todas las vacunas del Programa Ampliado de Inmunizaciones de la Organización Mundial de la Salud. Pero en plena era neoliberal a partir de 1999 el gobierno federal otorgó autonomía jurídica y financiera a la Gerencia General de Biológicos y Reactivos (GGBR) que era una Unidad Administrativa de la Secretaría de Salubridad y Asistencia y la transformó en Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México (Birmex), órgano que comercializa todas las vacunas, pero sólo produce tres de ellas.

Era los años de pleno neoliberalismo, de abandono de la soberanía nacional. La época de las privatizaciones y la dependencia externa promovida por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Bando Inreamericano de Desarrollo (BID) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que desmantelaron la economía nacional y por supuesto la industria de México. A Birmex le dieron “autonomía” y la convirtieron en una empresa paraestatal. Ya no era el Estado, la Secretaria de Salubridad y Asistencia a través de la Gerencia General de Biológicos y Reactivos, el responsable de producir y distribuir vacunas, sino un ente “autónomo”.

Con esa “autonomía” Laboratorios de Biológicas y Reactivos de México, Birmex, fue mandatada para dar acceso a los biológicos, algo muy diferente a producirlos. Desmantelaron la capacidad productiva de vacunas y se dedicaron a comercializarlas, hoy sólo produce vacunas contra el tétano, la difteria y la poliomielitis. Es sabido que en las licitaciones directas de compras multimillonarias a corporaciones nacionales y extranjeras, los funcionarios se enriquecen desmedidamente y el país se vuelve dependiente de las corporaciones extranjeras.

También producía el sector salud equipos, reactivos de laboratorio, etcétera. Por ejemplo el IMSS era autosuficiente y dejó de serlo. Hoy todo se compra –y muy caro– a las corporaciones privadas.

México, como tantas otras naciones, ha ido perdiendo su soberanía en este campo, arrastrando con ello la investigación que se desarrollaba en sus laboratorios y el empleo que se generaba. Ahora la dependencia internacional obliga a competir en un mercado donde ganará el que más dinero ponga sobre la mesa.

Veamos el ejemplo de otro país. Cómo es posible que Cuba, un país de 12 millones de habitantes y bloqueado brutalmente desde hace 60 años, ya tenga cuatro candidatos vacunales ciento por ciento cubanos, que ayudará a que, en el primer semestre del próximo año, una parte importante de la población cubana esté vacunada contra la Covid-19. Estas vacunas son Soberana 01, Soberana 02, Mambisa y Abdala.

Hoy la industria biofarmacéutica cubana produce ocho de las vacunas que se utilizan en el programa de inmunización. Contar con esta soberanía les ha permitido alcanzar un ciento por ciento de cobertura en el programa de vacunación, de los más altos en el mundo y lograron un impacto en la eliminación de un grupo de enfermedades y la reducción significativa de otros padecimientos.  La vacuna contra la meningitis tipo B y C, que fue primera de su tipo a nivel mundial y desde principios de la década de 1990, empezó a administrarse en la Isla. Con ella se logró reducir de forma significativa la incidencia de la meningitis en el país. También hay otros ejemplos, como la vacuna contra la hepatitis B, que fue la primera en obtener en América Latina la certificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Asimismo, tienen la vacuna contra la Haemophilus Influenzae tipo B (también fue la primera en América Latina y la segunda en el mundo de su tipo), y la vacuna Heberpenta contra la difteria, tétanos, tos ferina, hepatitis B y otras afecciones. Desde que surgió la epidemia en China se propusieron desarrollar una vacuna y, una vez que se detectaron los primeros casos positivos en la Isla, se crearon grupos de trabajo y diariamente se hacían análisis y se estudiaban toda la información.

Un país soberano puede y debe ser autosustentable. México tiene todas las capacidades productivas y gente preparada. Es imprescindible recuperar la soberanía nacional de manera integral. Esto incluye la soberanía industrial para que seamos capaces de producir lo más necesario para el país, como son vacunas y medicamentos y que sea el Estado quien se responsabilice de garantizar el derecho a la salud.

Sin soberanía económica, no habrá soberanía política. La soberanía económica incluye no sólo la autosuficiencia energética y alimentaria, también la soberanía en la industria y los servicios. Todo lo necesario para poder hablar de una plena Soberanía Nacional y la Soberanía Popular, que el pueblo asuma su soberanía, tiene que ver con la organización nacional para garantizar derechos, políticos, económicos y sociales. Los derechos están enunciados en la Constitución, pero sólo quedan en el dicho en estos momentos de emergencia nacional.

Nuestra soberanía industrial ha sido frenada desde 1923, año en que Álvaro Obregón firmó los acuerdos de Bucareli, en los que a cambió del reconocimiento diplomática de Estados Unidos, México se comprometió a no desarrollar su industria, en particular la de motores, vehículos y aviones. Y después, con la injerencia del FMI, el BID y la OCDE, se llevó una liberalización comercial irracional y el desmantelamiento de nuestra base productiva y golpear a sectores como el de salud y educación. En ese marco se destruyó nuestra capacidad de producir vacunas, así como desmantelaron el Instituto Nacional del Petróleo, las refinerías, la soberanía alimentaria, etcétera. ¿Cómo es posible que México, que en sus tierras comenzó a producir maíz hoy sea el primer importador del mundo? Este año se importarán 15 millones de toneladas. De la misma forma convirtieron el derecho humano a la salud en un gran negocio al privatizarlo y dar prioridad a las grandes corporaciones farmacéuticas.

Entre 2017 y 2018 hubo escasez de vacunas en México, por lo que no pudo garantizar la cobertura y protección a la población; esto se debe a que depende de otros países para obtener los biológicos. ¿Cómo devolverle la autosuficiencia en la producción de vacunas a México?

En enero de 2019 se puso en evidencia una nueva crisis de desabasto de vacunas. En este caso, la vacuna contra Hepatitis B, la vacuna triple viral o SRP (sarampión, rubeola y parotiditis) y la vacuna DPT contra tétanos, tosferina y difteria. Las causas principales del desabastecimiento fueron: el incumplimiento de los tiempos de entrega por parte de los productores internacionales que las abastecen y la no liberación de lotes por parte de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), luego de realizar las pruebas pertinentes, evidenciando una vez más la necesidad de producir nuestros propios inmunógenos.

Es responsabilidad del Estado garantizar derechos. Se necesita una inversión importante por parte del gobierno para la construcción y readaptación de las plantas productoras de vacunas, que puedan estar a la vanguardia tecnológica y que permitan rescatar la soberanía de nuestro país como productor y no sólo de vacunas, también de medicamentos, equipos, laboratorios de análisis de los productos que consumimos, para evitar que sean dañinos a la salud, reactivos de laboratorio. Asumamos nuestra soberanía.

Pablo Moctezuma Barragán*

*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social

 

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