¿Cuál nacionalismo?

Enrique Rodríguez Varela 
Domingo, 10/Ene/10 23:21
Periódico La Jornada Aguacalientes

El 11 de octubre del año pasado, Felipe Calderón Hinojosa asestó, en las espaldas de los electricistas de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, una puñalada trapera a toda la clase trabajadora del país. Con argumentos y spots mediáticos, a todas luces falaces, se dijo que esa medida iba a abaratar la prestación del servicio de luz (vía CFE) y a terminar con la corrupción sindical. ¿Qué ha pasado después? El poder ejecutivo federal, el poder legislativo y los medios de comunicación han acallado toda información acerca de la corrupción y los sobornos recibidos por altos funcionarios de la Comisión Federal de Electricidad, compañía de clase mundial, delito por el cual hay dos detenidos en el estado de Texas; asimismo, para el 2010 la paraestatal avizora hasta un 4 por ciento de aumento en las tarifas de luz (Enrique Galván Ochoa, Dinero, La Jornada, 5 de enero de 2010).

En días pasados, la Federación Internacional de Sindicatos de Trabajadores de las Industrias Química, de Energía, Minera y en General (ICEM, por sus siglas en inglés; con 20 millones de afiliados en todo el mundo), anunciaron en la ciudad de México que emprenderán una campaña informativa en los 134 países donde cuentan con representación, condenando la “política antiobrera” del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, en particular contra el Sindicato Mexicano de Electricistas. En rueda de prensa, Joe Drexler, secretario general adjunto de la ICEM, afirmó que en México la persecución contra los trabajadores está al mismo nivel que en Myanmar o Zimbabue (La Jornada, 9 de enero de 2010).
Un día antes del anuncio de la ICEM, un grupo de intelectuales y académicos, mexicanos y españoles, publicaron un desplegado de apoyo al Sindicato Mexicano de Electricistas y en defensa de su patrimonio cultural, que es patrimonio de todos los mexicanos. En dicho pronunciamiento se manifiestan en contra del decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro y hacen responsable a Felipe Calderón Hinojosa “de todo acto de agresión, vejación, ultraje, daño o toma con violencia que pueda llegar a suceder en contra del edificio histórico del SME”. El edificio, obra del arquitecto Enrique Yañez, así como el vitral de Germán Reyes Retana y el mural de los artistas José Renau, Miguel Prieto, Rodríguez Luna (exiliados españoles), Luis Arenal, Antonio Pujol y David Alfaro Siqueiros, son ejemplos significativos del arte colectivo público, cuya trascendencia histórica y cultural obliga a su resguardado. Los firmantes terminan exigiendo “restituirle a todos los miembros del SME y a su dirigencia todos los derechos que le han sido conculcados”. Entre los firmantes mexicanos figuran los nombres de Carlos Montemayor, Alberto Híjar, Carlos-Blas Galindo, Hugo Gutiérrez Vega, Rafael Barajas “El Fisgón”, Héctor Vasconcelos, Luis Mandoki, Antonio Gershenson, Héctor Díaz Polanco, José María Pérez Gay, Víctor Flores Olea y Carlos Payán, a quienes difícilmente se les puede descalificar por “nacionalistas trasnochados”.
Con el arribo y la imposición del neoliberalismo y la globalización, se volvió un lugar común, una moda “intelectual” atribuirle a “el nacionalismo” la culpa de todos nuestros males y rezagos en los ámbitos económico, político, social, cultural, educativo y científico. Se confunde, ya sea por ignorancia, por indiferencia o por sometimiento al colonialismo intelectual, al México profundo, al México íntimo y decoroso con el México de los remedos de grandeza.
Es un lugar común, una expresión de pereza intelectual, un slogan político, entregarle al Partido Revolucionario Institucional la paternidad del nacionalismo mexicano. El verdadero nacionalismo mexicano no fue una invención del PRI. El dinosaurio mexicano expropió, tergiversó y manipuló el mundo simbólico y las prácticas culturales de todo un pueblo para convertirlas en una ideología de consenso. Por ignorancia y estulticia, fáciles presas del pragmatismo neoliberal, los dirigentes y militantes del jurásico político renunciaron a su ideología para, sin principios ni proyecto, egoístamente, insensiblemente, individualmente, entregarse a las fuerzas de la peor mercadotecnia política. De los neopanistas en el poder, ni hablar, son completamente alérgicos y renuentes a cualquier idea de patria y sociedad, a cualquier idea que no esté sometida al gran capital privado y a los designios del Vaticano.
El verdadero nacionalismo mexicano, que todavía pervive en este siglo XXI, emana de dos veneros históricos: a) de la tercera oleada de nacionalismo que hemos vivido en nuestra historia (la primera fruto de la guerra de independencia, la segunda con las guerras de la Reforma y contra la intervención francesa, y la tercera con la Revolución mexicana); la segunda, la oleada de nacionalismos que se vivió en el mundo occidental después del desencanto y frustración que provocó la primera guerra mundial, y de la cual nuestros mejores artistas, creadores e intelectuales fueron fieles intérpretes del sentir popular.
Actualmente, los dirigentes de nuestro país (funcionarios de gobierno, legisladores, jueces, cúpulas de partidos políticos, empresarios, medios de comunicación, etc.), miopes e interesados ignorantes de la realidad política mundial, como no leen ni la prensa del día, hacen caso omiso del reculamiento nacionalista que están practicando, a favor de su economía y su cultura las principales potencias mundiales (Estados Unidos, Inglaterra y Francia).
¿Qué nacionalismo queremos, el que defienda y consolide a la nación o el que se asimile la barbarie neoliberal y deshumanizante, a pesar de los millones de mexicanos que pasan a engrosar el número de parias en el mundo de hoy?
A pesar de lo modernizadores, globalizadores, pero no por ellos menos primitivos, salvajes y crueles métodos del capitalismo mundial, no dejaremos de luchar por mantener viva la esperanza de un mundo mejor para todos los mexicanos, aunque nos tachen de nacionalistas irredentos e ingenuos. Tienen el poder económico, político y mediático, pero no la razón ni la voluntad popular. Eso no nos exime de pensar globalmente y actuar localmente.
Pilón. Viva la esperanza de los que nada tienen, porque en ella nos está dada la esperanza (alguien dijo, no recuerdo quién. A final de cuentas, millones de mexicanos lo dicen diariamente).

Comentarios