Hablando de mujeres agraviadas…

Gobierno en deuda

Martín Esparza


Fuera de los gastados clichés del discurso oficial, Felipe Calderón debería tener un gesto de honestidad y pedir perdón, en el marco del Día Internacional de la Mujer, a las miles de mujeres agraviadas en su gobierno: lo mismo a luchadoras sociales, presas injustificadamente, que a trabajadoras electricistas que perdieron su empleo, sin olvidar a las dolidos madres cuyos hijos murieron calcinados en la guardería ABC por la irresponsabilidad criminal de sus funcionarios.

También merecen una disculpa pública las miles de viudas que ha dejado a su paso la guerra contra el narcotráfico y sus incuantificables “daños colaterales”, las madres que lloran a sus hijos desaparecidos, y ni qué decir de las viudas de los mineros de Pasta de Conchos que ni siquiera han logrado, de parte de su gobierno, el consuelo de rescatar los cuerpos de sus esposos para brindarles una honrosa sepultura.

Hay muchos agravios en nuestro país por los que la celebración del Día Internacional de la Mujer debe abandonar esta semana el pedestal de los demagógicos discursos políticos para reflexionar sobre sus históricos orígenes escritos, a principios del siglo pasado, con la lucha y la sangre de mujeres trabajadoras comprometidas con la defensa de sus derechos. No puede admitirse, por ello, que en el contexto de las campañas electorales, mujeres investidas de candidatas pero que forman parte del modelo económico neoliberal que ha menoscabado las posibilidades de desarrollo laboral y profesional de millones de mujeres, limitando su libre expresión, se quieran adjudicar el papel de redentoras de su género.

Cabe preguntarse: ¿qué han hecho políticas como Josefina Vázquez Mota, Beatriz Paredes y, a últimas fechas, Isabel Mirada de Wallace por la defensa de estos millones de mexicanas agraviadas? Nunca se les vio ni se les verá al frente de las madres de la guardería ABC exigiendo castigo a los culpables. Tampoco al lado de las mujeres electricistas del Sindicato Mexicano de Electricistas que mantuvieron una valiente huelga de hambre, al lado de sus compañeros, en su lucha por recuperar su empleo. Menos aún se han dignado marchar de la mano de las trabajadoras de Mexicana de Aviación o encabezar un movimiento a favor de las viudas de los mineros de Pasta de Conchos o de las miles de mujeres que han perdido a sus maridos en la guerra contra el narcotráfico. O alzar la voz por el pésimo servicio médico que pone en riesgo la vida de miles de mujeres, todos los días, en instituciones como el IMSS o el ISSSTE.

Hace unos días, fue detenida por la Procuraduría General de la República y sin mediar orden de aprehensión alguna, la luchadora social Lucila Bettina Cruz Velázquez, en Juchitán, Oaxaca, por el hecho de encabezar desde hace años la lucha de los pueblos zapotecas en el Istmo `e Tehuantepec en contra de las arbitrarias tarifas de la Comisión Federal de Electricidad y los proyectos eólicos de trasnacionales como Iberdrola que buscan arrebatar sus tierras a los indígenas de esa región. Pero el de Bettina es sólo uno de los tantos atropellos que se cometen a diario en contra de mujeres comprometidas con la defensa de sus regiones y tradiciones. A ella tampoco la ha defendido de los excesos del gobierno de Calderón, ninguna de las “ilustres” candidatas.

Es hora de que las miles de mujeres agraviadas en México integren un frente nacional que haga retumbar por todo el país su fuerza, su voz y su presencia.

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