Contratos de prueba aniquilan derechos
Fecha:6 octubre, 2012
Revista Siempre!
Trabajadores, en manos del libre albedrío de empresarios
Martín Esparza Flores
Revista Siempre!
Si el Senado de la República, como
cámara revisora, deja de cumplir con la delicada encomienda que le ha
puesto en sus manos la Cámara de Diputados en el tema de la reforma
laboral y se niega a corregir la desventajosa entrega de la fuerza de
trabajo de millones de mexicanos, sobre todo jóvenes, que
irresponsablemente la pandilla mayoritaria de San Lázaro puso a
disposición y libre albedrio de los empresarios, se estará cancelando el
porvenir de los que menos tienen, al arrebatarles derechos consagrados
en la Constitución, como la seguridad social, la antigüedad laboral y el
acceso a una vivienda digna.
Dos figuras aparecen en la reforma de
Felipe Calderón como insultantes grilletes colocados a la clase
trabajadora, en aras de la productividad que, en apariencia, hará más
competitivo a nuestro país. Al analizar las modificaciones aprobadas al
artículo 39 de la Ley Federal del Trabajo, relacionado con la duración
de las relaciones de trabajo, se establecen las adiciones para legalizar
los llamados Contratos de Prueba y Contratos de Capacitación.
Según el criterio de los priistas, se
lograron hacer algunas modificaciones en “beneficio” de los trabajadores
pues la iniciativa preferente enviada al Congreso por el Ejecutivo
planteaba que los Contratos de Prueba fueran de seis meses. Al final, la
adición al artículo 39, en el inciso A, establece que los mismos
alcanzarán un máximo de 180 días (tres meses), para cargos directivos; y
30 días (un mes), para los trabajadores. Los legisladores del PRI
acortaron los tiempos de explotación pero dejaron al libre criterio del
patrón el acreditar o no la competencia laboral del trabajador, dando
por terminada la relación sin ningún tipo de responsabilidad social o
laboral, pagando al empleado sólo las prestaciones devengadas durante el
periodo de prueba. Se generará antigüedad sólo en el remoto caso de que
se establezca una relación de trabajo fija.
Sobre los Contratos de Capacitación,
establecidos para su funcionamiento en el inciso B, quedó intocable la
propuesta de Calderón para que el trabajador de nuevo ingreso trabaje
por tres meses con el fin de adquirir conocimientos y habilidades para
desempeñar su actividad. Pero, ¡oh desgracia¡, de no ser contratado,
también a criterio del patrón, no habrá responsabilidad para que el
empresario lo indemnice con tres meses de sueldo como actualmente
ocurre.
Como se advierte, lo aprobado por los
diputados coloca en una total indefensión al trabajador, sobre todo a
los jóvenes que van a pedir empleo por primera vez, y abre las puertas a
probables despidos masivos de trabajadores que tengan diez o más años
de antigüedad pues es obvio que a los empresarios les saldrá más barato
despedir e indemnizar en estos momentos a sus viejos empleados y
contratar a los nuevos bajo el ventajoso esquema de ahorrarse el pago de
seguro social y de otras prestaciones. Al empresario se le ha puesto en
las manos un ejército de miles y miles de desempleados que ahora,
desamparados por la ley, tendrán que ajustarse no a la necesidad de los
sistemas de productividad sino a los caprichos e intereses de los
patrones.
Si el empleador así lo decide, podrá ir
prorrogando contratos por años pues siempre habrá gente que por
necesidad de llevarse un pan a la boca acepte las desventajosas
condiciones. No tendrá que preocuparse más por los derechos de
antigüedad de sus trabajadores. Lo que no se han preguntado, o
deliberadamente han ignorado los legisladores, es: ¿qué tipo de país
queremos heredar a nuestros hijos, a nuestros jóvenes? ¿Qué le espera a
las nuevas generaciones sin el derecho a acceder a la seguridad social, a
una vivienda digna o a una jubilación decorosa? ¿Acaso deseamos un
pueblo hambriento y miserable sin expectativas de tener un salario
justo, con un empleo digno y estable?
Más deplorable preguntar: ¿dónde queda
entonces la responsabilidad del Estado, de los legisladores y del Poder
Judicial, en su función por equilibrar las sanas relaciones entre el
capital y el trabajo, establecidas en la Constitución? Inclinar la
balanza de un solo lado es trastocar los cimientos del régimen
democrático, republicano y constitucional que supuestamente debe regir a
México. Los senadores tienen en sus manos la opción de mancharse o no
con la ignominia de San Lázaro.
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