Estado mexicano es un rehén de intereses oligárquicos que se benefician con la política económica
Mientras
esto no suceda, seguiremos llevando al país a una quiebra insalvable,
que agudizará de manera apocalíptica los problemas que ahora nos agobian
Revista EMET
Le sobra razón al rector de la UNAM, José Narro Robles, cuando afirma que “algo no está bien” cuando el gasto billonario para combatir la pobreza no sirve de nada, pues el flagelo en vez de reducirse ha ido en aumento, como lo revelan cifras oficiales. Se podrán incrementar los programas como Oportunidades, aun así el fenómeno se habrá de recrudecer, porque sencillamente lo que hay que combatir a fondo son las causas que lo generan.
Sin embargo, esto no habrá de ocurrir, porque el Estado mexicano es un rehén de intereses oligárquicos que se benefician con la política económica vigente desde hace tres décadas. Es correcta la recomendación del rector Narro, de “hacer grandes cambios estructurales en el país, pero hay que poner lo social en el centro de nuestro interés”. Pero esto es precisamente lo que no quiere hacer el grupo en el poder, porque la cuestión social no está en su agenda de prioridades.
Fue muy claro el doctor Narro al puntualizar la conveniencia de “hacer una revisión profunda de la inversión de 2.7 billones de pesos que hemos invertido desde 2000 a lo largo de 13 ejercicios presupuestales, porque el resultado ha sido muy desalentador”. Y lo seguirá siendo, porque ese gasto, para la burocracia dorada es una forma más de mediatizar a la población, mantenerla sujeta a sus designios, manipularla conforme a las particulares necesidades de la oligarquía.
En realidad no se busca acabar con la pobreza, sino sólo administrarla con fines de control político. Mientras más pobres haya en México, más posibilidades tiene la clase dominante de asegurar su dominio. Es lo mismo que sucede con el problema del narcotráfico: se le combate sólo con fines de regulación del mercado, no para acabar con él, pues eso es una situación impensable en un mundo donde el consumo de estupefacientes es vital para la estabilidad social, económica y política de países enteros, caso paradigmático el de Estados Unidos.
Mientras no se ataquen las causas estructurales de la pobreza en México, los resultados seguirán siendo “muy desalentadores”. Esto no le importa a la burocracia dorada y mucho menos a la oligarquía, menos aun cuando el Estado está plenamente a su servicio, como lo demuestran los hechos. Para garantizar que siga vigente este sistema de explotación de las clases mayoritarias, Enrique Peña Nieto viaja por tres de los principales centros de poder trasnacional, a fin de asegurarles que bajo su mandato habrán de continuar las políticas públicas generadoras de pobreza.
Suena como una monstruosidad, y lo es, pero eso no preocupa a los líderes del capitalismo salvaje, porque finalmente les ha dado magníficos resultados el modelo neoliberal, el cual seguirán sosteniendo aunque el mundo esté al borde de una tercera guerra mundial. De ahí el firme compromiso de Felipe Calderón con la oligarquía durante su “gobierno”, a grados extremos como lo ha demostrado con sus inhumanos ataques a la clase trabajadora, que seguirán hasta que finalice su mandato.
Fue muy clara también la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, al afirmar que para que México tenga avances en el combate a la pobreza, es necesario “romper con el paradigma económico dominante desde hace más de tres décadas”, e invierta, “de forma inteligente”, en rubros sociales como educación y salud y recupere así la rectoría del Estado en la economía.
Sin embargo, esto es precisamente lo que no harán gobiernos al servicio de la oligarquía y de intereses extranjeros, porque su responsabilidad real no es con la nación, sino con los grandes intereses trasnacionales que se han dividido el mundo conforme a sus muy particulares intereses. Hasta el mismo Porfirio Díaz se hubiera alarmado del entreguismo brutal del actual grupo en el poder.
Es obvio que, como dice el rector Narro, “algo no está bien”. Ese algo es la voracidad insaciable de una clase privilegiada que vive sólo para engrandecer sus privilegios, a costa del futuro de todo el pueblo. Nada se logrará con una revisión del gasto contra la pobreza, si no va acompañada de una firme voluntad política por recuperar la rectoría económica, poner fin al modelo depredador y sentar bases firmes de un crecimiento real que apuntale un sano desarrollo social, donde la violencia no tenga cabida.
Mientras esto no suceda, seguiremos llevando al país a una quiebra insalvable, que agudizará de manera apocalíptica los problemas que ahora nos agobian. Entonces de nada valdrá el “circo” de los medios electrónicos, su enorme capacidad para idiotizar, pues la realidad sobrepasará todo lo que el Estado haga para neutralizar la dramática e irrefrenable descomposición social generalizada. Obviamente, esto tiene sin cuidado a los grandes centros de poder trasnacional.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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