Reformas estructurales, ¿la clave de la prosperidad?
En
1993 un estudio del banco mundial (The east Asian Miracle) descubrió
que el elevado crecimiento de los países del sudeste asiático se debía a
la igualación de sus ciudadanos
Revista EMET
¿Cuál es la clave para la prosperidad de
la economía mexicana? El consenso de las elites dirigentes es que el
meollo del crecimiento radica en lo que llaman “reformas estructurales”.
¿Qué quieren decir? Para ellos significan que la economía debe ser
guiada por el interés particular (pero no cualquier interés privado sino
el del gran capital que gradualmente se ha hecho del poder político en
el mundo), y que a menor interferencia social o si se prefiere del
Estado (regulaciones e impuestos), mayor será el crecimiento y el
bienestar. ¿Qué nos dice la historia sobre esta fantasía...
liberal-anarquista? Tal utopía llama la atención porque concibe al
hombre como un ente puro, individual. Pero los estudios dicen que el
hombre se forja gracias a que vive en sociedad.
Otra consideración es que el gran capital, en defensa de su interés, reduce y explota a las filosofías liberal y anarquista. Así ha creado una ideología que hoy domina el pensamiento político moderno. Esta doctrina presume estar más allá de la historia, supuestamente de cara al futuro, con el fin de repeler a la crítica y eludir el juicio humano. Por esta razón y por abanderar la libertad, el “neoliberalismo” burla la crítica: siempre hay un punto de fuga; y hasta ahora ha sido una estratagema eficaz escudarse en esas dos filosofías que forjaron al mundo moderno. ¿Qué queda? El único antídoto es acudir una y otra vez a la historia para observar, comparar, medir y tener referentes que guíen la acción humana. En consecuencia, ¿qué lecciones nos la legado la experiencia?
En 1993 un estudio del banco mundial (The east Asian Miracle) descubrió que el elevado crecimiento de los países del sudeste asiático se debía a la igualación de sus ciudadanos. El informe afirma que los gobiernos de Taiwán y Corea del Sur, por ejemplo, emprendieron reformas agrarias para que todos participaran de la riqueza. México es otro caso emblemático: los grandes cambios sociales de los años cuarentas –como la reforma agraria, la consolidación del sindicalismo, la fundación de la banca de desarrollo, las políticas de sustitución de importaciones, etc.– lograron las más altas tasas de crecimiento de su historia. Es decir, las reformas estructurales deben distribuir el poder y el ingreso para impulsar el crecimiento, y no concentrarlo, como ocurre con la reforma laboral, y anticipan las previsibles reformas hacendaria y energética: todo indica que concentrarán aún más el poder y la riqueza
Otra consideración es que el gran capital, en defensa de su interés, reduce y explota a las filosofías liberal y anarquista. Así ha creado una ideología que hoy domina el pensamiento político moderno. Esta doctrina presume estar más allá de la historia, supuestamente de cara al futuro, con el fin de repeler a la crítica y eludir el juicio humano. Por esta razón y por abanderar la libertad, el “neoliberalismo” burla la crítica: siempre hay un punto de fuga; y hasta ahora ha sido una estratagema eficaz escudarse en esas dos filosofías que forjaron al mundo moderno. ¿Qué queda? El único antídoto es acudir una y otra vez a la historia para observar, comparar, medir y tener referentes que guíen la acción humana. En consecuencia, ¿qué lecciones nos la legado la experiencia?
En 1993 un estudio del banco mundial (The east Asian Miracle) descubrió que el elevado crecimiento de los países del sudeste asiático se debía a la igualación de sus ciudadanos. El informe afirma que los gobiernos de Taiwán y Corea del Sur, por ejemplo, emprendieron reformas agrarias para que todos participaran de la riqueza. México es otro caso emblemático: los grandes cambios sociales de los años cuarentas –como la reforma agraria, la consolidación del sindicalismo, la fundación de la banca de desarrollo, las políticas de sustitución de importaciones, etc.– lograron las más altas tasas de crecimiento de su historia. Es decir, las reformas estructurales deben distribuir el poder y el ingreso para impulsar el crecimiento, y no concentrarlo, como ocurre con la reforma laboral, y anticipan las previsibles reformas hacendaria y energética: todo indica que concentrarán aún más el poder y la riqueza
Héctor Barragán Valencia - Opinión EMET
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