En el Zócalo, cuatro testimonios, lágrimas, rabia, impotencia…

DF. Exigen investigar desaparición de normalistas en Iguala, Guerrero. Foto: Octavio Gómez
DF. Exigen investigar desaparición de normalistas en Iguala, Guerrero.
Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (apro).- Los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecidos el 26 de septiembre por policías municipales y el crimen organizado, exigieron la presentación con vida de sus hijos contando cómo fue la última vez que los vieron con vida.
Son cuatro testimonios que lo mismo hicieron llorar a los otros padres de familia que a los manifestantes en el Zócalo capitalino. Uno de ellos de plano dejó el micrófono y rompió en llanto.
Bernabé es alto, de bigote. Su hijo se llama Adán. Siempre le dijo que estudiara en la Normal Rural porque son de pocos recursos económicos. Son campesinos, se dedican a sembrar maíz y frijol.
“El 24 de septiembre, el último día que lo vi, me dijo: ‘sabes qué papá, vamos a botear porque a la escuela le faltan recursos económicos’. Está bien, le dije, la lucha se va hacer. El día viernes partieron a botear. A las nueve o nueve y media de la noche llamó un primo, (dijo) que mandáramos compañeros porque la policía nos está correteando. ¡Yo no sé qué pasa con las autoridades! ¿Por qué matan a estudiantes que apenas empiezan a hacer su vida?”, inquirió.
No encontró razón por la que el gobierno actúa así, pero dijo que ya no le tiene confianza al presidente Peña Nieto ni al gobierno estatal de Ángel Aguirre porque desde hace un mes no sabe nada de su hijo.
“Queremos que se castigue a esos que se llevaron a nuestros hijos. No sé por qué castigaron a nuestros hijos. ¿Por qué somos pobres y no podemos defendernos? Somos pobres pero tenemos corazón y con ese vamos a luchar”, señaló con voz enardecida.
Mario habló sobre César Manuel, su hijo quien siempre quiso ser maestro, desde que estudió en el Consejo Nacional de Fomento a la Educación (Conafe) y vio la pobreza de la gente en la sierra.
“Yo soy hojalatero y le decía que me ayudara a mí y a sus hermanas, pero me decía: ‘yo quiero ser maestro para ayudar a la gente’”, dijo. Luego recordó una anécdota que ahora tiene muy presente: Cuando trabajaba en la Conafe, una señora les llevó de comer pero él no recibió los alimentos porque ella era muy pobre, muy humilde y los necesitaba más que él.
“Ahora nos lo arrebatan de esa manera”, lamentó entre sollozos. Y sentenció: “Donde quiera que esté mi hijo, yo estoy muy orgulloso de él porque quería ser maestro”.
Los manifestantes del Zócalo comenzaron a aplaudir y a vitorear: “¡No están solos!, ¡No están solos!”. El apoyo retumbaba entre las puertas del Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana. La bandera mexicana estaba de testigo.
El papá de Cristian comentó que se sentía orgulloso de su hijo normalista. “Lo único que les puedo decir es que mis hijos son todo y a él no lo puedo encontrar. Lo he salido a buscar a Iguala, Colula y Santa Teresa y no he parado. He venido desde el domingo a decirles ¡qué pinche gobierno el que tenemos! ¡Asesino! ¡Muera Peña!”. Y toda la gente coreó lo mismo, que muera Peña.
El hombre contó que pidió a gente del gobierno de Ángel Aguirre que echaran a andar sus aparatos de inteligencia para buscar a los 43 normalistas desaparecidos. “¿Dónde están sus chingados aparatos que sólo sirven para sus pinches desfiles?”, se quejó. “A Aguirre ya no lo queremos”, sentenció.
Epifanio, padre de Jorge, aseguró que sigue esperando a su hijo con vida porque su fe no ha muerto. Por ser campesino, dijo, quizá no puede expresarse. Sin embargo, sí dejó salir su rabia y advirtió: si no lo presentan con vida, la sociedad “va a explotar, pues ya es tiempo de que muera el maldito gobierno”.
Otros padres de los normalistas afirmaron que el pueblo mexicano ha despertado ante tanta injusticia gubernamental. Previeron que en los pueblos la gente se levantará en armas. “Si Peña Nieto y Ángel Aguirre quieren guerra, guerra van a tener”, aseveraron.
Recordaron que durante la administración del expriista y ahora perredista Aguirre Rivero han ejecutado a 13 luchadores sociales, encarcelado a la policía comunitaria y a quienes defienden La Parota.
“Muchos sucesos han quedado en la impunidad”, se quejaron y mencionaron las ejecuciones extraoficiales de Julio Chávez Mondragón Fuentes, Julio Mondragón Nava, Daniel Solís Gallardo, así como la agresión a Aldo Gutiérrez que lo dejaron en estado “vegetativo”.
El mitin “Una luz por Ayotzinapa” terminó en la principal plaza pública del país con el pase de lista de cada uno de los normalistas y el grito de “¡presentación!” después de cada nombre.
Los manifestantes colocaron las 43 butacas de los normalistas y otras tres, con una veladora encima, por los estudiantes fallecidos entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre, cuando fueron interceptados por policías municipales que dispararon a mansalva y los desaparecieron.
Poco a poco, las últimas siluetas que vigilaban el Zócalo desde las pocas ventanas iluminadas del Palacio Nacional se desvanecieron. La fachada del edificio se quedó vacía.

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