La energía: el sombrío futuro para la humanidad




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Los desarrollos científicos y tecnológicos traen buenas noticias para la generación de energía que, en escasos 13 años, estarán demandando 9 mil millones de personas. Lo que no se ha resuelto es el problema de que todo sea negocio y los intereses de los grandes consorcios y las potencias choquen con los de comunidades y pueblos enteros. La humanidad, sin que acaso tenga conciencia de ello, está en vilo

Según expertos, en 2030, cuando el planeta alcance una población de 9 mil millones de personas, todavía habrá unos 2 mil millones sin acceso a la energía eléctrica. El grueso de los que carecen de ella viven en África y Asia, estiman directivos de la Organización de Desarrollo Industrial de la Organización Nacional de las Naciones Unidas (ONU), para quienes lograr el acceso universal a la electricidad dentro de 13 años obliga a aumentar la generación mundial de energía.
No obstante, el desarrollo e incremento gradual de la participación de las fuentes renovables en la matriz energética global, el mundo estará consumiendo combustibles fósiles durante largo tiempo aún.
En un momento de gran incertidumbre por el devenir de la economía a escala planetaria, la satisfacción de la creciente demanda energética lleva a nuevas investigaciones y el desarrollo de modernos recursos.
Para lograrlo, la industria energética –cuyo valor remonta 1 trillón de dólares según fuentes especializadas– se ve ante la necesidad de acometer un extraordinario empeño financiero para el resguardo de la sostenibilidad ambiental y económica. Varias instituciones en el mundo confeccionan reportes de pronósticos a largo plazo sobre el estado de la industria energética.
Partiendo de disímiles fuentes y con metodologías diferentes, la Agencia Internacional de Energía, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, BP y la Administración de Información de Energía tratan de predecir cómo se va a comportar el consumo de ésta y cuáles son las alternativas a las que habrá que atenerse. Algo similar hacen también el Departamento de Energía de Estados Unidos, Shell y recientemente el Centro de Investigaciones de Exxon-Mobil.
Las fuentes coinciden en que la demanda de energía continuara creciendo hasta el año 2040, especialmente para la generación de electricidad en los países en desarrollo, y serán los combustibles fósiles los que harán posible el suministro para suplir la demanda. Los suministros de gas natural deberán incrementarse principalmente a costa de la explotación de fuentes no convencionales. Se prevé que en esa fecha la demanda mundial de energía será un 55 por ciento superior con respecto de 2010.
Ese aumento estará incrementado por el crecimiento demográfico y económico de los países fuera de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En su búsqueda incesante de la energía, como uno de las fuentes esenciales de la vida, el hombre y el progreso de la humanidad  han tenido como paradigma conocer y estudiar los atributos distintivos, relacionados con el empleo de las diferentes fuentes, contra  aquellos perjuicios de carácter ambiental que podrían ocasionar su uso.
Los beneficios y riesgos potenciales que pueden acarrear al género humano, por no conocer de forma exhaustiva los atributos reales asociados a cada fuente de energía –atendiendo a los volúmenes de producción, reservas conocidas, capitales de inversión necesarios, grado de contaminación y deterioro ambiental– pueden conducir a un empleo irracional de éstas que, con el transcurso del tiempo, puede comprometer el presente y futuro del desarrollo de la especie humana, de no existir un verdadero acomodo en cuanto a su utilización.
La humanidad está viviendo, en un breve período, los avances más significativos de su desarrollo  –compulsado por la revolución industrial y la utilización de las fuentes de energía– que ha estado ponderado por el uso de combustibles fósiles. Sólo en el siglo XX se consumió más energía que en todos los siglos precedentes.
Vinculado con el consumo energético figura el no menos importante y paradigmático tema central de la contaminación atmosférica, y sus graves secuelas para la humanidad. Para paliar esa situación, se estableció el Protocolo de Kyoto y su mecanismo de “desarrollo limpio” al que, de forma sorprendente, y contra todo pronóstico, se opuso rotundamente el presidente de la primera potencia del mundo y una de las mayores contaminantes del planeta dejando claro que Estados Unidos no sería un país firmante de los acuerdos de París.
Pero hoy, además de buscar nuevas fuentes que incrementen las reservas actuales –principalmente de petróleo–, se trabaja en el desarrollo de fuentes renovables y otras nuevas de magnitudes colosales. Los precios del petróleo seguirán fluctuando, frente al crecimiento acelerado del gas natural como combustible y otras formas de almacenaje de éste en la profundidad de los mares. El carbón mineral, entre los combustibles fósiles, es el que mayor contaminación genera y, sin embargo, como fuente de energía posee todavía vastas reservas.
La energía nuclear es una de las opciones que, a partir de la segunda década del presente siglo, renace como una fuente energética muy prometedora, con la instalación, hasta 2030, de un gran número de reactores de nueva generación (III y III+), cuya seguridad intrínseca en el diseño les otorga un gran nivel de aceptación por parte de un grupos mayoritario de países –incluso después del accidente de Fukushima–, pese al rechazo del público y varios gobiernos, que promovieron el cierre de la explotación de sus respectivas plantas.
No obstante, el tiempo ha sido el mayor tamiz de esa política y las cifras demuestran todo lo contrario con la propuesta de más de 80 nuevos reactores, comenzando por China, Japón, Vietnam, Inglaterra, Rusia, India, Paquistán y otro amplio grupo de países que han confirmado este paso.
En la actualidad, sin incluir este gran salto, la energía nuclear aporta el 16 por ciento de la contribución al planeta y constituye además, por excelencia, un importante reductor de las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Hoy ya es un hecho que se está a las puertas del dominio de la reacción de fusión auto-sostenida nuclear, con el logro de esa reacción de fusión en un brevísimo  tiempo. Se plantea que se logrará poner en marcha –en  un período no mayor de 5 años–, en fase de piloto, el primer reactor investigación de fusión, un paso colosal en el desarrollo de la ciencia y la técnica en pos de encontrar el equivalente a un pequeño sol en la tierra, como una fuente de energía infinita para la humanidad.
Lo más importante también es que rompe, en sí, con su propio paradigma de constituir una gran fuente potencial de contaminación y destrucción.
Otra no menos importante fuente prometedora es la hidroenergía, para los países que disponen de ella por sus condiciones naturales y el apoyo mancomunado de naciones con tecnología y capital internacional. Un salto verdaderamente significativo, que tiene en contra la gran contaminación inicial que provoca, los daños a los ecosistemas en la zona de su emplazamiento y el prolongado período de su construcción. Este tipo de fuente puede alcanzar hasta un 9 por ciento del total previsto en esta década.
Un poco más reducida, en su potencia como fuente, figuran las mareomotrices, la energía de corrientes marinas, olas y la térmica (gradiente) de los mares que –aunque al igual que las anteriores, por sus atributos– clasifican como energías capaces de generarse de forma continua. En su contra están los cambios que pueden ocasionar en los ecosistemas marinos.
Existe una comunidad de países que ven las fuentes de energía renovables como una forma alternativa de contribuir de manera muy masiva pero en pequeña escala. Estas son la energía de los vientos, la energía solar, las fuentes de aprovechamiento de la fotosíntesis (entre ellas la producción de los biocombustibles derivados de la cosecha de la caña de azúcar, y otras gramíneas, plantas de semillas oleosas; las algas, los desechos, en suma, de una gran variedad de cultivos) y otras formas renovables de producción como las energías geotérmicas, el biogás, las minihidroeléctricas y otras de menor potencial.
No obstante, la gran mayoría de ellas afrontan un gran inconveniente: sus procesos de obtención general no son continuos, por lo que necesitan el apoyo de un gran capital para el incremento de dichos procesos –mediante diversos vías acumuladoras de energías–, con el objetivo de resarcir el tiempo en que no están disponibles como fuente.
En la actualidad, pese al esfuerzo por introducir todo el conjunto de fuentes renovables, como política frente al cambio climático, éstas solo representan aproximadamente el 4.6 por ciento del total de la producción de energía en el mundo.
Tal problemática encarece grandemente sus niveles de contaminación relativa, cuando no se usan las baterías de plomo y cuando –detrás de estas nuevas fuentes– no existe el soporte de una gran industria de reciclaje, ya que, para su desarrollo y sostenibilidad se requieren materiales especiales e, incluso, muchos de ellos derivados de la industria petroquímica, que no eliminan totalmente el CO2 y otros caminantes tóxicos, expulsados al medio ambiente y derivados de su procesos de fabricación, almacenajes y reciclaje.
Las fuentes de hidrógeno constituyen una de las vías que pueden reducir este impacto negativo en el uso masivo a plena escala en el orbe y  pueden ser usadas también como combustible alternativo frente a la demanda de gasolina, gas y otros recursos para el transporte, una de las mayores ramas de contaminación en el planeta. El 75 por ciento de las emisiones de gas de efecto invernadero producidas por las actividades humanas proviene del dióxido de carbono emanado de la quema de combustibles fósiles.
El desarrollo de la humanidad, si verdaderamente se tiene en cuenta que un mundo mejor es posible, no advierte que va hacia un final apocalíptico en los cambios que, necesariamente, se impondrán en la matriz energética, de aquí a 50 años o más. O sea, más allá de las metas y compromisos de la agenda hasta 2030.
Hoy un grupo fuerte de círculos de intereses económicos siembran las penumbras irremediables de un final de calamidades para el hombre. Bajo esta imagen, poblaciones enteras y países quedan a merced de las guerras y los conflictos de baja intensidad, sobre todo aquellos relacionados con el agotamiento de los combustibles fósiles.
¿Podrá surgir, en este desarrollo altamente acelerado, una nueva fuente y forma de consumo de la energía, que rompa con los paradigmas del presente y futuro inmediato como, seguro, serán los sueños de los hombres que forjarán el camino hacia las estrellas?
Jesús Salomón*/Prensa Latina
*Presidente de la Cátedra de Riesgos de Cuba; doctor en Ciencias Técnicas y maestro en ciencias en instalaciones energéticas y nucleares
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: ENERGÉTICO]

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