Ucrania: La verdadera guerra

Ataque prorruso deja 14 soldados ucranianos muertos en Volnovaja, Ucrania. Foto: AP / Ivan Sekretarev
Ataque prorruso deja 14 soldados ucranianos muertos en Volnovaja, Ucrania.
Foto: AP / Ivan Sekretarev
DONETSK (apro).- Según las encuestas, el millonario Petr Poroshenko será elegido presidente de Ucrania, en la primera o segunda vuelta.
En medio de enfrentamientos militares, que dejaron el pasado jueves 22 de mayo cerca de veinte muertos en la región de Donetsk,  no se sabe si la elección de un nuevo presidente contribuirá a cerrar la brecha entre las dos partes del país, o si consolidará la fractura que amenaza su existencia.
La verdadera cara de la rebelión oriental
Alisa y Sasha viven en el distrito Leninsky de esta ciudad. Cada uno tiene un sueldo de mil 500 grivnas mensuales, unos 120 dólares aproximadamente. Alisa podría jubilarse, pero si lo hace recibirá solo mil grivnas. Denis, el hijo de la pareja, de 27 años, trabaja en la fábrica metalúrgica de Donetsk, una gigantesca construcción oxidada, que está casi paralizada.
Su sueldo es de 3 mil 500 grivnas y su esposa Anna lleva cinco meses desempleada. Etalon, la fábrica química donde trabajaba, y donde antes de ella trabajó su mamá, vendía la mayoría de su producción a Rusia, y después de 85 años, cerró sus puertas dejando a todos en la calle.
En cinco meses, Anna recibió por todo concepto mil 500 grivnas como seguro de desempleo. Denis y Anna decidieron enviar a su hija Polina, de cuatro años, a un jardín infantil donde enseñan en ucraniano, porque consideran que la niña debe educarse en la lengua de su país, aunque ellos, como todo Donetsk, hablan en ruso.
Pero cuando las imágenes de la guerra empezaron a verse en la televisión, la pequeña Polina, que tenía una bandera de Ucrania en su habitación, le pidió a la mamá que le saque la bandera de ese país “que mata gente”.
Anna cuenta que en el jardín infantil tienen que llevar el té para que los niños no se mueran de frío en el invierno, cuando la temperatura es de 20 grados bajo cero. En esos meses de heladas, la cuenta del gas de su apartamento fue de mil grivnas por mes, lo mismo que un sueldo, y si no pagan puntualmente, les cortan el gas.
Anna también tuvo que pagar 800 grivnas por la vacuna triple de tosferina, difteria y tétanos para Polina, porque en el hospital les dicen que no les dan garantía por la vacuna que el estado distribuye gratuitamente. Si tienen que dar sangre, deben llevar la jeringa y los guantes, y para ir al ginecólogo hay que proveer la espátula, los guantes y hasta el algodón.
Si una  mujer va a parir, el marido recibe una lista con las cosas que tiene que llevar al hospital: lámparas, trapos, desinfectante. Una amiga de la familia fue operada recientemente, y tuvo que pagar 200 grivnas cada una de las tres noches que estuvo en recuperación para que el enfermero la atendiera.
“Nos dicen separatistas, terroristas, y envían al ejército a disparar a su propio pueblo, pero los jóvenes no quieren disparar, y entonces nos mandan las bandas armadas”, se queja Anna.
“Mi mamá vive en Mariupol, donde hace poco las fuerzas enviadas por Kiev le dispararon a la gente que estaba sentada tomando café. Pero nosotros no fuimos a Kiev atacar a nadie. Ellos vinieron aquí a atacarnos. ¿Dónde están las tropas rusas avanzando hacia Kiev? ¿A quién hacemos daño?”, pregunta.
Una República que empieza a existir, pero que nadie reconoce. No se sabe, a quién controla la República Popular de Donetsk, dónde empieza y donde termina. Lo único cierto es que en Donetsk no hay ni parlamento regional, ni milicia ni ejército. Mientras que en los pueblos de Slaviansk y de Kramatorsk continúan los enfrentamientos con las fuerzas de Kiev, en Donetsk, el Soviet de Diputados de la RPD sesiona tratando de poner las cosas en orden.
Unos entran, otros salen, no se entiende bien quiénes son diputados y quiénes no, todos votan alzando la mano y aprueban una carta pidiendo al gobierno de Rusia que los reconozca como República.
Pero lo que hasta ahora parecía ser un enfrentamiento nacional, una cuestión de idiomas o cultural, empieza a tomar el aspecto de una confrontación social.  Una de las medidas del gobierno de Kiev fue suspender el pago de pensiones y jubilaciones en varias regiones de Donetsk, al tiempo que el magnate Rinat Ajmetov, dueño de medio Donetsk -fábricas metalúrgicas, minas, hoteles, el equipo de fútbol Shajter (Minero) y el elegante estadio olímpico, tomó partido a favor de Kiev y llamó a una huelga en sus empresas contra la RPD, recibiendo en respuesta la amenaza de que sus propiedades podrían ser nacionalizadas.
En esta rara guerra que empieza a tomar forma en Ucrania, los hombres más ricos del país, los “oligarcas”, como les dicen despectivamente,  comienzan a ocupar su puesto al lado del gobierno de Kiev. En Dnipropetrovsk, Igor Kolomoiski, otro multimillonario nombrado gobernador, financia el “Batallón Donbass”, que usa los camiones privados de su banco, Privat Bank, para combatir en los puntos calientes de Donetsk y Lugansk.
Kiev, la otra cara de la moneda
En Kiev, la  imagen es la opuesta. La Plaza Maidan continúa ocupada por hombres en camuflaje que viven en carpas y esperan a la llegada del nuevo gobierno y los diarios escriben sobre la “ocupación” rusa en el oriente. La Casa de Ucrania, un edificio redondo al final de la avenida Kreschatik, es la sede de las autodefensas de Maidan,ahora denominada “defensa territorial de Kiev”, donde hombres armados y malhumorados hacen abrir hasta las cremas para verificar que no son mezclas explosivas. El periódico en inglés Kyiv Post del 16 de mayo pone en su tapa la foto de hombres armados con los rostros cubiertos y el título “Llamado a las armas”.
De manera casi infantil, describe el entrenamiento de los combatientes: “en un campo de vacaciones para niños, con signos adornados por pinturas de colores, arcoíris y flores, docenas de hombres de mediana edad en máscaras con trajes negros y rifles de asalto miembros del Batallón Donbass, una milicia de voluntarios que lucha por una Ucrania unida y que opera con el apoyo tácito del gobierno de Kiev para luchar contra los rebeldes separatistas”.
“Compuesto por exmilitares y civiles voluntarios, la brigada opera encubierta destruyendo caminos rebeldes, y cuando capturan alguno,  lo interrogan antes de entregarlo a las autoridades de Dnipropetrovsk, donde el gobernador, el multimillonario Igor Kolomoisky, ha ofrecido recompensas por cada uno de los rebeldes detenidos”.
Esto no está sucediendo en México o en Colombia, sino en un país ubicado en el centro de Europa, donde ante la deserción de la policía de las regiones orientales, y la negativa de los soldados a disparar, el gobierno de Kiev ha decidido recurrir a la formación de estos batallones semilegales.
“Hay un montón de ejércitos: la Guardia Nacional, autodefensa de Maidan, ejércitos privados de los oligarcas, como el de Kolomoiski, batallón Dniepr, batallón Donbass, el que está creando Yulia Timochenko”, dice a Proceso el analista Mijail Pogrebinsky en Kiev.
Elecciones, sólo el comienzo
Para Pogrebinsky, el problema es que el gobierno de Kiev no quiere negociar con los representantes de la rebelión en la zona oriental. Más aún, tanto Europa como Estados Unidos quieren tener preponderancia sobre el gobierno de Kiev, pero no entienden “que toda la industria militar de Ucrania está dirigida a Rusia, y si Ucrania entra en la zona de influencia de la OTAN, esto significa que la mayoría de estas fábricas van a cerrar, porque de la Unión Soviética quedaron muchas cosas que solo hace Ucrania y que Rusia compra aquÍ”.
“Crimea es un capítulo cerrado pero todavía se puede perder territorio en el oriente de Ucrania. La mitad de Ucrania se orienta a Rusia y la mitad a occidente, por eso, el país no puede ser zona de monopolio de influencia de uno o de otro, tiene que ser una zona de compromiso, de acuerdos, o se divide, que es lo que está pasando”.
“El gobierno cree que puede derrotar a los que protestan, pero le aseguro que eso no sucederá. Poroshenko tendrá que buscar un compromiso y si lo logra, puede ser presidente por mucho tiempo, pero si no, los rusos van a defender a los que protestan de distintas maneras, estimulando a los rebeldes. Esto va a ser muy feo, hay que detenerlo, pero solo por la vía del compromiso. Ucrania puede mantenerse como un país unido, si otorga autonomía a las regiones, si se mantiene como un país neutral, siguiendo el ejemplo de España, que es un país federal, donde Cataluña tiene más poder que Bavaria en Alemania”, dice el analista.
Y concluye:
“El problema es que el gobierno de Kiev no lo quiere discutir, habla de descentralización, pero en el proyecto de nueva Constitución no hay ninguna autonomía real, todavía esperan recuperar el control en todo el país, pero ese momento ya pasó. Hoy ya no es posible mantener un estado centralizado.
Por su parte, el primer ministro ruso Dmitri Medvedev señaló que Rusia “no tiene que darle garantías a nadie” sobre su prescindencia frente al drama que se desarrolla en el oriente de Ucrania, “porque nunca nos comprometimos a nada”.
Mientras tanto, siguen dándose pasos en la desintegración. El jueves se fundó en Donetsk un partido nacionalista que busca la creación del Estado de Novorrossia “no solo con las regiones del suroriente de Ucrania, sino un nuevo estado, cuyos recursos pertenezcan al pueblo y se utilicen en su favor”, según dice su declaración.
La palabra Novorossia, explican, se refiere al territorio que durante el zarismo fue anexado por Rusia después de las guerras con Turquía, incluyendo distintas regiones de Ucrania. La base del nuevo estado será “el poder popular basado en los principios de la democracia directa”, “elegido por representantes de los colectivos laborales y populares”, en el cual la tierra y las principales empresas y activos financieros, serán “propiedad del pueblo” pero donde la religión oficial será la ortodoxa rusa.
Para Volodimir Ischenko, sociólogo del Centro de Investigaciones Sociales de Kiev, “frente a nosotros va haber una gran guerra civil, a no ser que logren llegar a un acuerdo, y de esa manera abrir la posibilidad de un país democrático y pluralista”.
De acuerdo con el analista, el componente social de las protestas es cada vez mayor, por la grave crisis económica, pero “ni Kiev con sus políticas neoliberales, ni Rusia, ni los líderes nacionalistas que dirigen estas repúblicas populares están en condiciones de responder a estas demandas”.

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