Voracidad capitalista deja a 1 mil millones sin techo
REVISTA CONTRALÍNEA
/Segunda parte
El pasado 28 de noviembre se conmemoró el
Día Mundial de las Personas sin Hogar que, de acuerdo con datos
conservadores de la Organización de las Naciones Unidas, representan la
creciente marginación de más de 1 mil millones de seres humanos en todo
el planeta, muchos de los cuales han perdido sus casas o sencillamente
están imposibilitados para acceder a un patrimonio, debido al salvaje
capitalismo aplicado como precio de la globalización neoliberal; mismo
que motivó el justo reclamo del papa Francisco por luchar para que en el
mundo millones de personas cuenten con una tierra para labrar y un
techo y trabajo dignos para vivir decorosamente con sus familias, tal y
como lo plasma el verdadero Evangelio de la Iglesia Católica.
El
mensaje enviado a todo el orbe por el sumo pontífice debe ser
indiscutible punto de reflexión para que, a través de la solidaridad
social, las clases campesina y trabajadora de todos los países luchen de
forma unida por no perder su hogar y accedan a un techo que les permita
tener un nivel de vida más humano.
El vicario de Cristo señaló
categórico durante el pasado Encuentro Mundial de Movimientos Populares,
celebrado en Roma, respecto del derecho de los pobres del mundo para
tener un techo donde vivir:
“Lo dije y lo repito: una casa para cada
familia. Nunca hay que olvidarse que Jesús nació en un establo porque
en el hospedaje no había lugar, que su familia tuvo que abandonar su
hogar y escapar a Egipto, perseguida por Herodes. Hoy hay tantas
familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque
la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano.
Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión
comunitaria: y es el barrio… Y es precisamente en el barrio donde se
empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más
inmediato, desde la convivencia con los vecinos”.
Reflexionó al respecto: “Hoy vivimos en
inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta
vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para
una minoría feliz… Pero se le niega el techo a miles de vecinos y
hermanos nuestros, incluso niños, y se les llama, elegantemente,
‘personas en situación de calle’. Es curioso cómo en el mundo de las
injusticias abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la
contundencia y la realidad… Una persona segregada, una persona apartada,
una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en
situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por
ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay
un delito”.
Y en efecto, las palabras del papa Francisco dibujaron el
rostro exacto de la brutal y creciente marginación social a la que se
enfrentan millones en el mundo por las políticas antisociales de muchos
gobiernos, que han etiquetado el acceso a la vivienda de las clases
trabajadoras como un negocio rentable sin el más mínimo sentido social.
Cada año miles y miles de personas son orilladas a vivir en las calles.
Un estudio difundido en junio del año
pasado por la propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público estableció
que, en México, 36 millones de personas carecen de una vivienda digna;
es decir que unos 9 millones de hogares presentan un evidente rezago
habitacional. Es alarmante que un tercio de la población del país
carezca de acceso a una vivienda con los servicios básicos, lo que
reporta además que 2 millones 200 mil hogares presenten problemas de
hacinamiento y 7 millones 300 mil casas de gente humilde se encuentren
en condiciones de total deterioro.
Si se considera que los datos del Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social reportan 52
millones de mexicanos en pobreza extrema, que no cuentan con un trabajo
estable que les permita tener acceso a un crédito de vivienda y menos a
reparar sus humildes moradas, muchas de ellas ubicadas en los cinturones
de miseria de las zonas urbanas, puede entenderse el porqué la
preocupación del sumo pontífice para que los pobres de todo el mundo se
organicen.
Expresó también el papa Francisco:
“Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen
negocios inmobiliarios… Pero abandonan a una parte de sí en las
márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos
pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las
imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras derribando
casillas, imágenes tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy.
“Ustedes saben que en las barriadas
populares, donde muchos de ustedes viven, subsisten valores ya olvidados
en los centros enriquecidos. Los asentamientos están bendecidos con una
rica cultura popular: allí el espacio público no es un mero lugar de
tránsito sino una extensión del propio hogar, un lugar donde se generan
vínculos con los vecinos. Qué hermosas son las ciudades que superan la
desconfianza enfermiza e integran a los diferentes y que hacen de esa
integración un nuevo factor de desarrollo”.
Y en efecto, en México, por ejemplo, los
negocios inmobiliarios amparados en la complicidad y protección de
instituciones públicas, así como en un desmedido afán de lucro,
permitieron en los 2 sexenios panistas que miles de familias de
trabajadores perdieran su hogar, cuando el Instituto del Fondo Nacional
de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) ofertó parte de su
cartera vencida a voraces empresarios que elevaron el costo de las
viviendas hasta hacerlas impagables para muchos trabajadores que se
quedaron sin empleo.
Durante el sexenio de Vicente Fox, los hijos de la entonces primera dama,
Manuel y Jorge Alberto Bribiesca Sahagún, compraron cartera vencida
para la empresa Construcciones Prácticas, que se hizo de miles de
departamentos en Puebla y Guerrero a precio de ganga. A los sátrapas juniors
no les importó dejar sin techo a humildes familias al revender los
inmuebles y obtener pingües ganancias. En 2005 el Infonavit entregó
además a las empresas Capmark –filial de General Motors y de G-Mark– y
Scrap II 55 mil créditos al 20 por ciento del valor real de la cartera.
Las consecuencias de la irresponsabilidad oficial no se hicieron esperar
y, por todo el país, familias de trabajadores fueron desalojadas, hasta
que en febrero de 2011 el Congreso de la Unión promulgó cambios para
frenar los innumerables atropellos cometidos contra mexicanos de escasos
recursos.
Pero también cifras de otros países, como
España, indican que a raíz de las crisis económicas, producto del
neoliberalismo, por lo menos 3 millones de personas perdieron su
patrimonio al quedar en la cesantía laboral y ante la imposibilidad de
pagar las altas tasas de interés de los bancos. El gobierno de Felipe
Calderón cometió un doble agravió contra los trabajadores del Sindicato
Mexicano de Electricistas al expedir el Decreto de Extinción de Luz y
Fuerza del Centro en octubre de 2009, pues no sólo dejó sin trabajo a 44
mil electricistas, sino que además afectó a quienes tenían créditos de
vivienda para pagar sus casas y que otorgaba la empresa, descontándoles
semanalmente 1 día de salario, de tal forma que el gobierno les quitó su
empleo y ahora pretende despojar a casi 13 mil trabajadores de sus
viviendas.
El pastor universal expuso por
ello en su mensaje a los representantes de las organizaciones sociales
de todo el mundo: “Hay que seguir en la línea de la integración urbana.
Esta palabra debe desplazar totalmente a la palabra erradicación, desde
ya, pero también esos proyectos que pretenden barnizar los barrios pobres, aprolijar
las periferias y maquillar las heridas sociales en vez de curarlas
promoviendo una integración auténtica y respetuosa. Es una especie de
arquitectura de maquillaje ¿no? Y va por ese lado.
“Sigamos trabajando para que todas las
familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una
infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto)… Y sigo: escuelas,
hospitales o salas de primeros auxilios, clubes deportivos y todas las
cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud –lo dije– y a la
educación y a la seguridad en la tenencia.”
Por ello, tras el mensaje papal, y en
solidaridad con la depauperada clase obrera, se debe trabajar con las
bases de los movimientos populares de todo el mundo, no sólo para la
construcción, mejoramiento y defensa de viviendas y comunidades urbanas
en el planeta, sino para la recuperación de millones de hectáreas
arrebatas a los indígenas y campesinos para retornarlas a su vocación
agrícola. El papa Francisco marcó la línea para abandonar la
autocompasión y los lamentos en la búsqueda de la auténtica
reivindicación de los excluidos, de los más de 1 mil millones que
carecen de un techo, como acontece en nuestro propio país.
Martín Esparza Flores*/Segunda parte
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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