Entre la resistencia, en Oaxaca las clases continuaron

CONTRALÍNEA 
 
28. julio, 2015

Durante la movilización de los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación contra la reforma educativa, los estudiantes de Oaxaca continuaron acudiendo a clases, incluso en fines de semana y días festivos. Debido a la rotación y multiplicidad de funciones, los profesores adscritos a la Sección 22 lograron cubrir los planes respectivos, lo cual permitió que miles de niños y jóvenes cerraran el ciclo escolar, explican maestros y confirma en entrevista el ratificado director del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, ente que “desapareció” el pasado 21 de julio, aunque dio lugar a uno nuevo con el mismo nombre

 
Oaxaca de Juárez, Oaxaca. Días de flores, de graduaciones; días de niñas abrazando el ramo que les acaba de dar el papá, de niños abrazando su regalo, de familias celebrando en restaurantes o de paseo después de la ceremonia de clausura del ciclo escolar 2014-2015.
Mientras que en numerosos medios de comunicación alrededor del país se dice, repite y fabrica la idea de que los alumnos oaxaqueños a cargo de los profesores organizados bajo la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) dejaron de pisar las aulas desde hace meses o incluso años, las calles de la capital del estado se colmaron de estudiantes uniformados –de gala o pants–, felices por terminar 1 año de clases más.
En medio de la resistencia magisterial contra la reforma educativa-laboral impulsada por el sector empresarial y legalizada por los tres poderes de la Unión, las clases continuaron en las regiones oaxaqueñas.
Los fines de semana, los días festivos y en horas extra los profesores trabajaron, explican maestros y padres de familia consultados, y lo admite en entrevista el recién ratificado director del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), Moisés Robles Cruz, tan sólo unos días antes de la supuesta desaparición del órgano. Además, confiesa el funcionario, no existe un método gubernamental para demostrar lo contrario: no hay forma de probar la afirmación extendida de que los niños perdieron decenas de días de clases.
Como lo atestiguó Contralínea, durante las mañanas y tardes de la primera quincena de julio, diversos centros públicos educativos se vistieron de colores para celebrar el fin de cursos. De secundaria, de primaria; de la José Vasconcelos, de la 85, de la 66, de la Enrique Pestalozzi, de la Basilio Bustos…
Uniformes verdes, azules, blancos, añadieron a la ciudad un aire festivo e infantil entre el ambiente denso por la presencia policial.

Organización, la clave

Los maestros se mantienen ocupados mucho más tiempo del que exigiría el ejercicio de su profesión en condiciones normales.
Por el “estado de resistencia” en el que se encuentran, la alternativa en el estado es dar entre media y 1 hora y media más de clase al día, trabajar los sábados, domingos y días feriados; quienes acuden a la escuela por la mañana, en la tarde hacen presencia en el plantón; en las escuelitas bidocentes rurales uno de los dos profesores se encarga del grupo; en los pueblos y ciudades, directores, conserjes y personal administrativo son enviados frecuentes a campamentos y marchas, que no siempre son generales; las regiones se rotan también en la lucha.
 “En las asambleas de padres de familia se expone que estamos en un estado de resistencia y que nuestra lucha no es sólo magisterial”, cuenta a Contralínea en el quiosco del zócalo oaxaqueño Norma Cleyver, profesora proveniente de Candelaria La Estancia, ranchería ubicada en el municipio de Sola Vega.
 “Hay escuelas en las que no basta con los horarios de lunes a viernes, en las que en coordinación con los padres de familia se trabaja los sábados e inclusive los domingos o en las festividades.”
Al contrario de lo que se cree y difunde profusamente, ni las movilizaciones callejeras ni los plantones están compuesta sólo de maestros: internamente las escuelas y regiones llevan a cabo una rotación.
“En cada centro de trabajo nos organizamos y mandamos a una persona que nos represente”, agrega Randolfo Ramiro Santos Pinacho, maestro del sexto B de la primaria Basilio Bustos.
Por su parte, Moisés Robles Cruz, aún director del IEEPO durante su encuentro con este semanario –exactamente 6 días antes del anuncio oficial de la desaparición del Instituto–, confirmó en entrevista la alternativa laboral tomada por los maestros:
 “Es un mecanismo que ellos han implementado [sic] ante el desgaste que han venido palpando de su propia comunidad educativa”, dice el último titular del “viejo” IEEPO y primero del “nuevo”. “También establecen los contraturnos” o mandan a las movilizaciones “al conserje, que es un trabajador administrativo, y al director de la escuela, y la planta y los maestros se quedan”.
Moisés Robles no es simpatizante de la CNTE. A pesar de las formas cuidadas, él y su círculo no logran –en algunos momentos ni lo intentan– encubrir su desprecio por la Coordinadora y sus líderes. Sus miradas, gestos, risas socarronas, trasparentan su deseo de que todo acabara de un manotazo, de un mazazo.
No obstante su animadversión, aclara que son los propios maestros quienes cubren sus gastos, que “para ellos representa una erogación económica” el mantenerse movilizados, y que por eso actúan bajo un esquema de rotación.
“Ése es un mecanismo que no sale, que no se ve. Cuando uno ve las manifestaciones cree que todos son profesores… Y no.”
Norma Cleyver dice que “no todas las movilizaciones han sido masivas”. “Por ejemplo, la representatividad que tenemos en el Distrito Federal es del 30 por ciento, la que tenemos aquí en Oaxaca es del 30 por ciento”.
La rotatividad se da en el movimiento, pero no para dar clases, acota la maestra, representante de los Valles Centrales. “En algunas ocasiones, por ejemplo, los directores, que por supuesto tienen la capacidad de estar frente a un grupo, se quedan también. Jamás se va a poner al intendente a dar clases, jamás se pone a alguien que no esté preparado para ser maestro. Hay una corresponsabilidad con nuestro trabajo y con el movimiento.
 “En mi caso. Si le toca a mi compañero, sale él y yo me hago cargo de todo el grupo (de alrededor de 35 alumnos). Si salgo yo, viceversa. Ya tenemos esa preparación. Nosotros desde la normal ya venimos con esa preparación de estar en escuelas unitarias, en escuelas incompletas, bidocentes, tridocentes y en escuelas completas, claro. Sabemos cómo manejar los contenidos de cada grupo. Tenemos la formación.
 “No dejamos abandonadas las aulas. No se quedan abandonadas. Eso es mentira”, señala.

No hay pruebas de las faltas

Ni el gobierno federal ni el estatal ni las organizaciones empresariales ni los medios de comunicación sumados pueden probar que en la entidad se ha perdido el número de días difundido: algunos dicen que 70, otros que 130 de los 200 que integran el año escolar.
 “Se hace una constatación parcial. Nada objetiva, dado el grado de dispersión que tenemos, primero poblacional, 13 mil centros escolares. En tiempo real no podemos saber lo que ocurre en San Juan Mixicori, en el Norte del Itsmo”, dice el director del IEEPO.
La orografía de Oaxaca y sus ocho regiones es dispar. El estado es atravesado por sierras montañosas; tiene diversos climas; el acceso a diversas comunidades requiere de horas, incluso días a pie o lomo de mula.
Los señalamientos generalizados en torno a la pérdida de clases no se refieren a las comunidades rurales, dan por hecho que allá, donde no hay luz, ni agua, ni nada, por supuesto tampoco los docentes cumplen con sus obligaciones. Pero no hay un mecanismo de verificación que avale tales afirmaciones.
En la capital oaxaqueña los niños se recibieron, y los padres de familia consultados lo confirmaron. Sí se perdieron días. A lo mucho 20, no más, fue la respuesta general.
 “De no cubrir la parte educativa, de no ser así, el movimiento ya no existiría; los padres no apoyarían”, asegura Norma Cleyver.
El gobierno federal impuso como condición de diálogo “el regreso a clases”, a pesar de que éstas se dieron en horarios ampliados y en condiciones diferentes a las “normales”.
 “Es mentira que no se han cumplido las horas que se tienen que dar de clases. Es totalmente falso para denostar nuestro movimiento. No dejamos abandonadas las aulas. No se quedan abandonadas. Eso es mentira”, remata la educadora.
El jaloneo y las señales dadas por el Estado apuntaban a que el diálogo no sería una opción: el 21 de julio el gobernador Gabino Cué –quien desechó la solicitud de entrevista presentada también en el propio palacio de gobierno– anunció de la mano con el gobierno federal, con Emilio Chuayffet y Eduardo Sánchez como representantes, la “extinción” del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, movimiento similar al seguido por la administración de Felipe Calderón en su intento de liquidar el Sindicato Mexicano de Electricistas. El mismo rumbo se está siguiendo en Oaxaca.

Previo a la tormenta, el comercio es rampante

Las mesas están ocupadas, las tiendas abiertas, los turistas y residentes paseando… El comercio es rampante en los arcos y en las calles. En toda la zona del centro de Oaxaca el movimiento económico, cultural y cotidiano coexiste con las casas de campaña de la CNTE en el zócalo y con las movilizaciones que también terminan ahí.
El orden establecido desde la conquista no ha sido perturbado: madres indígenas con sus bebés amarrados a la espalda venden pequeños collares a todo el que pasa; niños indígenas, que apenas acaban de dejar la espalda de la madre, ofrecen chicles, cigarros; los meseros, indígenas y mestizos, siguen atendiendo a los turistas extranjeros. Globeros, pintores, músicos y puestos ambulantes componen el resto del cuadro de la plaza central.
De los comercios asentados en los portales del primer cuadro oaxaqueño ni uno solo está cerrado. De los ocho accesos al quiosco, uno está tapado con casas de campaña. La proporción entre paseantes y maestros es de por lo menos de 15 a 1.
Las calles Miguel Hidalgo, Independencia, José María Morelos, Colón-Las Casas, Vicente Guerrero-Valerio Trujano, Aldama-Rayón, Matamoros-Murguía, Díaz Ordaz, Porfirio Díaz, JP García, 20 de Noviembre están libres para el capital.
Los bares, los restaurantes, los bancos, los hoteles, la tiendas, los mercados, las iglesias, los museos, las bibliotecas, todo, todo lo que rodea el pequeño campamento de la CNTE está abierto. Las estrechas calles, las banquetas angostas, los incontables puestos y quienes se quedan parados frente a ellos son el único contratiempo de quien desee consumir.
El dinero, en pesos y dólares, se sigue moviendo en la capital oaxaqueña. Las ganancias siguen entrando a las cuentas de los dueños de los comercios, extranjeros o nacionales.
No obstante lo facturado, la burguesía presente ha gritado su descontento, realizado paros patronales y presionado por el uso de la fuerza contra el asentamiento magisterial, incluso ha pedido la instauración de “un programa de rescate económico que compense las molestias causadas por la protesta social” (sic, “Negocios paran por culpa de [la] CNTE”, Excélsior, 17 de agosto de 2014).
El escozor de los empresarios ha tenido eco permanente en medios impresos y electrónicos a nivel nacional.
A pesar de las embestidas empresariales, el campamento magisterial anclado en el zócalo sigue ahí. Apenas representativo, pasa casi desapercibido por turistas y paseantes. Como está: sin obstruir las pequeñas calzadas que llevan al quiosco principal, con sus casas de campaña arrimadas a los bordes, no representa un estorbo para quien desee pasear; foros, coloquios, pláticas y mítines.
Irónicamente, el movimiento magisterial ha provocado que las arcas de quienes señalan que sus negocios han sido afectados por él se llenen por el despliegue policiaco para cubrir la protesta social.
Hoteleros, restauranteros e incluso cadenas de tacos callejeros, porque en Oaxaca hasta los puestos taqueros son monopolizados, se han visto beneficiados por la presencia de la Policía Federal.
Mauricio Romero, @mauricio_contra 

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