Recesión económica

Por Martín Esparza Flores /
Año 2016
Las expectativas económicas para México, en este 2016, no son nada alentadoras sobre todo por dos factores que pueden iniciar un grave periodo de recesión en el mediano plazo, como la caída del peso frente al dólar y el desplome —a niveles de verdadero colapso— en los precios internacionales del petróleo que han colocado el monto del barril de exportación en los 21.50 dólares, cantidad que ni siquiera alcanza a cubrir su costo de producción estimado en 26 dólares.
Tanto el Presupuesto de Egresos como la Ley de Ingresos para el presente año enfrentarán un escenario distinto de acuerdo con los parámetros con los que fueron diseñados al considerar para su aprobación en el Congreso una paridad de 16.40 pesos por dólar y un precio del barril del petróleo estimado en 50 dólares. El “deslizamiento ordenado”, que según las autoridades hacendarias está bajo control, ha rebasado en las primeras semanas del año los 18 pesos por dólar y se espera que llegue a hasta los 20 por uno en lo que resta del año. De diciembre de 2012 en que la cotización estaba a 12.60 pesos, a la fecha, se ha registrado una devaluación del 45.23 por ciento de nuestra moneda.
En este horizonte nada alentador no debe pasarse por alto que las coberturas petroleras contratadas por las autoridades mexicanas para compensar una caída en los precios internacionales del petróleo sólo cubren el 25 por ciento de la producción petrolera; es decir, únicamente uno de cuatro barriles está a salvo del derrumbe de los ingresos. Nuestro país enfrenta ahora la paradoja de exportar su petróleo con indudables pérdidas y aceptar que la reforma energética, que debía ser la punta de lanza del resurgimiento de la nación, ha perdido su atractivo para los inversionistas privados.
Ante un contexto mundial donde los expertos estiman que las cosas no mejorarán en el corto plazo, es inaplazable la adopción de medidas que atemperen en lo posible las desastrosas consecuencias que han llevado a México a los linderos de una inevitable crisis por la aplicación de las políticas neoliberales que nuestra clase gobernante han acatado según los designios del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Somos un país con 60 millones de pobres, con 10 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan por la falta de oportunidades y un lacerante desempleo que ha obligado a emigrar a Estados Unidos, y a otros países, a 20 millones de connacionales. Si la tecnocracia porfía en no atender las voces de diversos sectores de la economía que exigen, entre otras acciones emergentes, elevar los salarios y retornar al ámbito fiscal el régimen de los llamados Repecos que salve de la quiebra a miles de pequeños negocios, de los cuales subsisten infinidad de familias, las cosas pueden ponerse peor este año electoral en que están en juego 12 gubernaturas y que serán la antesala de la elección presidencial de 2018. Ante una política económica excluyente le asiste a millones de mexicanos el derecho a impulsar y exigir en las urnas un cambio en el modelo neoliberal que con todo y sus reformas está haciendo agua.

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