30 de Enero del 2013
Fer Poetiza
El día de ayer, 30 de enero, se cumplieron tres años de que la Suprema Corte de (In)Justicia de la Nación (SCJN) negó al SME el patrón sustituto. Al estar ahí, compartí con ellos ese amarguísimo sabor, ese momento de desconcierto total en el que por un momento parecía que no había más que hacer. Vi a los compañeros preguntándose unos a otros qué seguía, sentirse como al principio, cuando el infame decreto de extinción les arrebató el sustento de vida a miles de familias, cuando parecía que no se les dejaba nada. Y sin embargo no, la dignidad y el coraje nadie se las quitó, y al igual que en 2009, decidieron desobedecer la sentencia de muerte y casi inmediatamente volvieron a llenar las calles de la Ciudad de México para gritar que nadie más se liquidaba. Y volvió a ser claro: la solución será política. Y volvió a ser claro: sólo de ellos dependía.
Hoy se difunden declaraciones del titular de la Secretaría de Energía afirmando el acuerdo con el Sindicato. Y ocurre en medio de una absurda agitación interna (y externa) que pretende extender la idea de que la resistencia costó cara, de que el gobierno otorgó, de que se acepta el marco privatizador. Y pienso que hay que decirlo, nadie les ha dado nada, sin la resistencia no habría acuerdo (ni organización sindical). Y ocurre en pleno contexto de brutal destrucción de derechos, de total entrega de los recursos, y de incapacidad de la izquierda revolucionaria para promover una defensa unitaria de todo ello. El SME no es responsable de la contrarreforma energética, menos aún cuando se ha dedicado a asesorar y a organizar a miles y miles de usuarios contra los altos cobros, a explicarles las devastadoras consecuencias de la política del régimen para invitarlos a luchar juntos.
Y me atrevo a afirmar que estos seis años han bastado para identificar al enemigo y plantear ahora que el regreso al trabajo es un paso, que es necesario tomar conciencia de que bajo estos gobiernos seguirán ocurriendo similares o peores despojos en cualquier momento y a cualquier otro sector (o a ellos mismos), que la lucha es por la renacionalización de la industria eléctrica, y más aún, por que el pueblo trabajador sea quien tome en sus manos el control de sus recursos. Por supuesto que esto no está definido en este momento. El regreso al trabajo implica tremendo esfuerzo y creatividad para echar a andar una cooperativa y al mismo tiempo, como ellos han insistido, ser solidarios con las causas del pueblo y continuar la lucha por mejores condiciones laborales y de vida para cada uno de las y los trabajadores...
Lo inmediato, creo, es combatir el desgaste físico y psicológico de seis años de resistencia del que se aprovechan propios (en nombre del “derecho a informar” que en todo caso pareciera “derecho a desvirtuar”) y extraños. Es reafirmar que son ellos, los que aguantaron lo inimaginable, quienes en todo caso tienen la última palabra, quienes pueden erigir alto cualquier proyecto, quienes seguirán escribiendo su propia historia, y quienes incluso tienen la posibilidad de irrumpir en el escenario político nacional y ser punta de lanza en la articulación de esfuerzos, de iniciativas, de alternativas construidas desde y para la clase obrera. Hago esta pequeña reflexión porque considero que también quienes hemos acompañado este proceso tenemos responsabilidad de poner todo tipo de herramientas al servicio de los compañeros, sólo así se podrán dar pasos conjuntos para frenar la embestida contra el trabajo, la tierra, los recursos, la vida. E insisto, sé muy bien que a esto le queda mucho tramo por recorrer y que el propio camino es incierto, y discutamos, cuestionemos, pero sobre todo, vayamos con ellos (aprendamos con ellos)...
El día de ayer, 30 de enero, se cumplieron tres años de que la Suprema Corte de (In)Justicia de la Nación (SCJN) negó al SME el patrón sustituto. Al estar ahí, compartí con ellos ese amarguísimo sabor, ese momento de desconcierto total en el que por un momento parecía que no había más que hacer. Vi a los compañeros preguntándose unos a otros qué seguía, sentirse como al principio, cuando el infame decreto de extinción les arrebató el sustento de vida a miles de familias, cuando parecía que no se les dejaba nada. Y sin embargo no, la dignidad y el coraje nadie se las quitó, y al igual que en 2009, decidieron desobedecer la sentencia de muerte y casi inmediatamente volvieron a llenar las calles de la Ciudad de México para gritar que nadie más se liquidaba. Y volvió a ser claro: la solución será política. Y volvió a ser claro: sólo de ellos dependía.
Hoy se difunden declaraciones del titular de la Secretaría de Energía afirmando el acuerdo con el Sindicato. Y ocurre en medio de una absurda agitación interna (y externa) que pretende extender la idea de que la resistencia costó cara, de que el gobierno otorgó, de que se acepta el marco privatizador. Y pienso que hay que decirlo, nadie les ha dado nada, sin la resistencia no habría acuerdo (ni organización sindical). Y ocurre en pleno contexto de brutal destrucción de derechos, de total entrega de los recursos, y de incapacidad de la izquierda revolucionaria para promover una defensa unitaria de todo ello. El SME no es responsable de la contrarreforma energética, menos aún cuando se ha dedicado a asesorar y a organizar a miles y miles de usuarios contra los altos cobros, a explicarles las devastadoras consecuencias de la política del régimen para invitarlos a luchar juntos.
Y me atrevo a afirmar que estos seis años han bastado para identificar al enemigo y plantear ahora que el regreso al trabajo es un paso, que es necesario tomar conciencia de que bajo estos gobiernos seguirán ocurriendo similares o peores despojos en cualquier momento y a cualquier otro sector (o a ellos mismos), que la lucha es por la renacionalización de la industria eléctrica, y más aún, por que el pueblo trabajador sea quien tome en sus manos el control de sus recursos. Por supuesto que esto no está definido en este momento. El regreso al trabajo implica tremendo esfuerzo y creatividad para echar a andar una cooperativa y al mismo tiempo, como ellos han insistido, ser solidarios con las causas del pueblo y continuar la lucha por mejores condiciones laborales y de vida para cada uno de las y los trabajadores...
Lo inmediato, creo, es combatir el desgaste físico y psicológico de seis años de resistencia del que se aprovechan propios (en nombre del “derecho a informar” que en todo caso pareciera “derecho a desvirtuar”) y extraños. Es reafirmar que son ellos, los que aguantaron lo inimaginable, quienes en todo caso tienen la última palabra, quienes pueden erigir alto cualquier proyecto, quienes seguirán escribiendo su propia historia, y quienes incluso tienen la posibilidad de irrumpir en el escenario político nacional y ser punta de lanza en la articulación de esfuerzos, de iniciativas, de alternativas construidas desde y para la clase obrera. Hago esta pequeña reflexión porque considero que también quienes hemos acompañado este proceso tenemos responsabilidad de poner todo tipo de herramientas al servicio de los compañeros, sólo así se podrán dar pasos conjuntos para frenar la embestida contra el trabajo, la tierra, los recursos, la vida. E insisto, sé muy bien que a esto le queda mucho tramo por recorrer y que el propio camino es incierto, y discutamos, cuestionemos, pero sobre todo, vayamos con ellos (aprendamos con ellos)...
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