Constituyente sin candidatos ciudadanos
Imposición de un conjunto de reglas
Por Martín Esparza Flores  
Las reglas para la elección de los 100 
diputados al Constituyente que redactará la primera Constitución de la 
Ciudad de México, anularon en el más elemental de los sentidos comunes 
la posibilidad de que los ciudadanos puedan acceder a este órgano 
colegiado, reservado a los miembros de una partidocracia que desde hace 
mucho dejaron de representar el sentir y los reclamos de una sociedad 
ansiosa por recuperar la legalidad y el estado de derecho.
Lo que se ha pregonado como un avance 
democrático en el país no es más que la imposición de un conjunto de 
reglas que, paradójicamente, no buscan depositar la soberanía de la 
naciente entidad en la decisión del ciudadano, sino en las cúpulas de 
una clase política que ya hace cuentas alegres por las cuotas de poder a
 repartir.
El temor a que la gente exprese su 
hartazgo por la vía de las candidaturas independientes blindó la 
elección de junio próximo imponiendo tramposamente una serie de 
insalvables requisitos tales como exigir que un lapso no mayor a 36 
días, los aspirantes consigan 73 mil 793 firmas, el uno por ciento de la
 lista nominal, con copia fotostática en derecho y revés del 
simpatizante, teniendo un plazo que inicia el primero de marzo y 
concluye el 5 de abril próximo. Tal cifra de adherentes ni siquiera fue 
alcanzado por partidos con registro como Nueva Alianza, que las 
elecciones del 2015 apenas y computó 66 mil votos en toda la ciudad de 
México.
Pero además, y en el supuesto de que 
algún aspirante logre tal hazaña, tendrá que bregar contra la 
precariedad de recursos en clara desventaja con los partidos con 
registro que tienen acceso a la publicidad en medios electrónicos y una 
estructura partidista que será puesta en marcha en las 16 delegaciones.
Otro signo de la antidemocracia que 
envuelve al parto de la nueva Constitución es que el 40 por ciento de 
los integrantes del Constituyente será designado de forma directa tanto 
por el Congreso, el presidente de la república y el jefe de Gobierno; 14
 de los diputados surgirán del Senado, 14 más de la Cámara de Diputados;
 seis por decisión del jefe del Ejecutivo y seis más por voluntad del 
titular del gobierno capitalino.
Es fácil comprender que mediante este 
impositivo sistema de asignaciones directas, partidos como el PRI, que 
no gozan de las preferencias de la mayoría del electorado en el antiguo 
Distrito Federal, tendrán un número importante de diputados 
constituyentes; esto es, decidirán por aquellos a quienes realmente no 
representan.
Pero ni siquiera el restante 60 por 
ciento compensará en algo la ausencia total de la sociedad civil en el 
Constituyente pues los electores no votarán por un candidato en 
particular sino por listas de aspirantes elaboradas de manera unilateral
 por los partidos. Ante este ultraje a la democracia, la ciudadanía 
capitalina, altamente politizada y consciente de sus derechos, debe 
hacer valer sus propuestas desde sus diversas organizaciones sociales, 
que como la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores son la 
vía para sumar en este momento histórico, la legítima voluntad de 
millones de ciudadanos.
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