El papa en México: tierra, techo y trabajo
Durante
su visita pastoral, políticos y medios masivos de comunicación buscaron
circunscribir el contenido de los mensajes del Papa Francisco a un mero
sentido de misericordia y fervor cristianos a favor de los desposeídos,
desligándolo de su esencia como parte de los fundamentos de la Encíclica Tierra, Techo y Trabajo,
que el sumo pontífice ha venido difundiendo en el mundo desde octubre
de 2014, luego de celebrar en El Vaticano el Encuentro Mundial de los
Movimientos Populares, y que constituye un severo cuestionamiento al
modelo neoliberal que ha empobrecido a millones de personas en todo el
mundo, alentado la cultura del “descarte”, concitada en su viaje a
nuestro país.
La postura crítica del vicario de Cristo
en contra del voraz capitalismo que, a su decir, ha puesto “al centro
de su sistema económico al dios dinero”, ha resonado también en
el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), a la que
acudió en septiembre de 2015, donde expuso: “El abuso y la destrucción
del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso
de exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de
bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales
disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades, ya sea
por tener capacidades diferentes, discapacidades o porque están
privados de los conocimientos e instrumentos técnicos adecuados o poseen
insuficiente capacidad de decisión política.
“La exclusión económica y social es una
negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los
derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren
estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la
sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben
injustamente sufrir las consecuencias del abuso del ambiente.”
Tocó además un tema reiterado en sus
discursos en suelo mexicano: “Otra clase de guerra que viven muchas de
nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra asumida
y pobremente combatida. El narcotráfico por su propia dinámica va
acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del
tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de
corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la vida
social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos
casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de
nuestras instituciones”.
Los “analistas”, líderes de
opinión de los medios y representantes del clero mexicano que
participaron en la difusión de los eventos papales en nuestro país,
tuvieron la precaución de no abordar el origen de las tesis de justicia
social de Francisco I, ni los antecedentes de los temas abordados en los
foros internacionales, supliéndolos en sus comentarios ante las
audiencias con abundantes eufemismos de amor y piedad al pueblo de
México, buscando dejar a salvo de alusiones y responsabilidades directas
a los representantes de la clase política, pese a que en el acto
protocolario rendido en Palacio Nacional, en su calidad de jefe del
Estado Vaticano, el Papa comentó:
“Cada vez que buscamos el camino del
privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos,
tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para
la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes,
la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la
muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo.”
Durante su periplo, Francisco I dejó en
claro por qué se le ha llamado el “papa de los pobres”, pues si bien los
organizadores de los diversos actos buscaron colocar en las zonas vip
a empresarios y políticos, el obispo de Roma supo buscar la manera de
acercarse a la gente común y a sectores como el de los indígenas, tan
olvidados por los obispos que “no huelen a oveja” y que son propensos a
los “acuerdos bajo la mesa”, como les cuestionó el pontífice en la
Catedral Metropolitana.
Ante esta abierta distorsión mediática
que buscó encubrir la profunda misión pastoral del papa como promotora
de un cambio a favor de los que menos tienen, apoyada en la renovación
de la doctrina social de la iglesia, es importante comentar que como lo
ha aceptado el vicario de Cristo, han sido sus encuentros con los pobres
del mundo los que han nutrido sus encíclicas como Laudato Si y Tierra, Techo y Trabajo.
Al abordar en México otros problemas como el de los migrantes o
desplazados, el papa Francisco demostró contar con información de
primera mano, pues son quienes padecen estos flagelos los que han
conversado directamente con él, lo mismo que indígenas y campesinos que
ha visto devastadas sus tierras y recursos naturales en aras de una
feroz economía de mercado.
Valga por ello retomar algo de lo
expresado por el santo padre en su encuentro con los líderes y
representantes de los movimientos populares de todo el mundo, en octubre
de 2014, entre cuyos asistentes se contó al Sindicato Mexicano de
Electricistas (SME).
Luego de llegarse a importantes
conclusiones, expresó entonces: “No se puede abordar el escándalo de la
pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente
tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e
inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas,
se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o, peor, se esconden
negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo
es en cambio cuando vemos en movimiento a pueblos, sobre todo a sus
miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de
promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se
transforme en vendaval de esperanza. Ése es mi deseo.
“Este encuentro nuestro responde a un
anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere
para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero
hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y
trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el
papa es comunista.
“No se entiende que el amor a los pobres
está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que
ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es
la doctrina social de la Iglesia.”
Posición que reiteró en julio de 2015,
en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, cuando al término del II Encuentro
de Movimientos Populares, sintetizó en tres ejes los acuerdos alcanzados
con los desposeídos del planeta: una economía al servicios de los seres
humanos; la unión de los pueblos en el camino hacia la paz y la
justicia, y la defensa de la madre tierra.
En su mensaje, el sumo pontífice dejó en
claro que “el futuro de la humanidad no está sólo en manos de los
potentados sino en las manos de los pueblos que se organizan, yo los
acompaño”. Y por si alguna duda hubiera sobre su desacuerdo con el
globalizado modelo de economía neoliberal, dijo: “si hay tantas personas
sin techo, sin tierra y sin trabajo, es que hay algo que no anda bien”.
Tesis que, como lo constataron no sólo
los católicos sino todos los mexicanos, nunca fueron abordadas, y menos
debatidas, por quienes frente a las pantallas o detrás de los micrófonos
se guardaron bien de alentar, como es la voluntad del obispo de Roma,
la lucha de los pobres a favor de obtener para sus familias tierra,
techo y un trabajo digno.
Martín Esparza Flores*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
Comentarios