Bulgaria y Moldavia deciden en las urnas volver a mirar a Moscú
15 de noviembre de 2016
Bulgaria y Moldavia asestaron este fin de semana un duro revés a la Unión Europea (UE) y su expansión hacia el Este, y recordaron que la esfera de influencia de Rusia sobre los antiguos estados soviéticos no ha desaparecido.
En Bulgaria, uno de los últimos países en entrar a la UE, la aplastante victoria presidencial el domingo del independiente prorruso, Rumen Radev, no sólo cambió el color político del Estado, sino que abrió una crisis política tras la renuncia del bloque del gobierno conservador, la primera consecuencia de la derrota de la candidata oficialista.
Al mismo tiempo, en la vecina Moldavia -un país que alberga un enclave prorruso no reconocido, Transnistria, y que por ello se acercó en los últimos años a la UE- la mayoría de la sociedad eligió como mandatario a otro dirigente cercano a Rusia, Igor Dodon.
En ambas campañas, el volver a acercarse a Rusia fue una de las promesas centrales de los ahora presidentes electos.
El resultado no sólo fue un cimbronazo interno. Radev se convertirá en el primer mandatario abiertamente cercano a Moscú dentro de la UE.
Mientras seguramente en Bruselas intentarán determinar cómo los afectará este giro y cómo deben reaccionar, dentro de Bulgaria el abanico de incertidumbre que desataron las elecciones en la arena legislativa sumió al país en una crisis institucional sin precedentes desde la caída del comunismo en 1989.
El primer ministro, el conservador Boiko Borisov, presentó la renuncia en bloque del gobierno -tal como había prometido si perdía su candidata Tzetzka Tsacheva, actual presidenta del Parlamento- y, a través de un comunicado, informó a los diputados que el Ejecutivo continuará en funciones hasta la formación de un nuevo gobierno.
En otros países europeos el cambio de gobierno no supondría una crisis en sí mismo, pero la Constitución búlgara, establece que el presidente saliente, Rosen Plevneliev, no puede disolver el Parlamento en los tres últimos meses de su mandato ni convocar elecciones anticipadas.
La toma de posesión de Radev como nuevo presidente está prevista recién para el 22 de enero de 2017.
Plevneliev deberá ahora encargar la formación de un nuevo gobierno al mayor partido del parlamento, el GERB de Borisov, pero el primer ministro ya avisó que rechazará el encargo y lo mismo ha adelantado el Partido Socialista Búlgaro, la segunda fuerza política del país.
Medios locales pronosticaban este lunes que el presidente saliente intentará pedirle a otro partido del Parlamento que forme gobierno, pero si eso también fracasa, deberá designar a un gobierno técnico para que organice elecciones anticipadas.
Si esto sucede, por primera vez en los últimos 27 años, el país con la renta más baja de la UE tendrá un gobierno interino que estará controlado por un Parlamento muy fragmentado, con ocho partidos y sin mayoría absoluta.
A este clima de incertidumbre política interna, son pocos los que en Sofía pueden pronosticar hasta qué punto llevará el presidente electo su simpatía con Moscú.
Durante su campaña, Radev -un hombre de 53 años que estudió en Estados Unidos, pero más cercano a los postulados de Moscú que a los de Washington- se enfocó en la economía y las relaciones con Rusia.
Pidió que las potencias occidentales que suspendan las sanciones impuestas a Moscú por la anexión de Crimea y la intervención en el este de Ucrania, pero en ningún momento puso en duda la membresía en la UE y en la OTAN.
“¿Por qué la eurofilia debería implicar necesariamente rusofobia? Hasta hace poco, piloteaba un caza soviético. Soy egresado de una academia (militar) estadounidense. Pero soy un general búlgaro y mi causa es Bulgaria”, coqueteó Radev en sus intentos por equilibrar sus compromisos hacia la UE y la OTAN con su buena relación con Moscú.
Un discurso similar se escuchó en los últimos meses por parte del nuevo presidente electo en Moldavia, un pequeño país entre Rumania y Ucrania, que tiene más de cuatro millones de habitantes y un nuevo presidente prorruso.
“Yo mejoraré drásticamente las relaciones entre Moldavia y Rusia. Esta relación es muy importante para los moldavos”, dijo este ex comunista de 41 años partidario de revisar el Acuerdo de Asociación -una suerte de Tratado de Libre Comercio- firmado en 2014 entre Moldavia y la UE, y una de las grandes reivindicaciones políticas del actual gobierno proeuropeo del primer ministro, Pavel Philip.
“Creemos que este acuerdo de asociación no logró mejorar la calidad de vida en Moldavia, abogamos abiertamente por la cooperación estratégica con Rusia”, argumentó durante la campaña.
Entre otras cosas, el presidente electo propone un “programa de salvación” que tiene como prioridad crear 150.000 nuevos puestos de trabajo para reducir el éxodo laboral y atraer a los moldavos que emigraron a países como España, Italia o Portugal.
También quiere que los productos moldavos regresen a su mercado tradicional: la Unión Económica Eurasiática encabezada por Rusia, y al resto del espacio postsoviético.
A diferencia de lo que puede suceder en Bulgaria, en Moldavia la victoria de Dodon no supondrá cambios inmediatos en el rumbo nacional ya que, según la Constitución de ese país, el Poder Ejecutivo reside en el gobierno, que es nombrado por el Parlamento, y las funciones del presidente son principalmente protocolares y ceremoniales.
Pero con su figura en ascenso, la llegada a la Presidencia de Dodon deja a su partido en inmejorables condiciones para que dentro de dos años intenten ganar el control del Parlamento y, por tanto, del gobierno.
Aún es muy pronto para hablar de una tendencia en Europa oriental o siquiera prever los cambios que estas victorias presidenciales podrían significar. Sin embargo, en Rusia ya festejan.
“Las elecciones en Bulgaria y Moldavia demuestran el fracaso de las campañas antirrusas en los medios (…) y que los votantes tienen su propia visión de Europa unida, en la que Rusia no es considerada como un enemigo, sino un socio”, aseguró el jefe del Comité Internacional del Senado ruso, Konstantin Kosachov, en una entrevista con la agencia de noticias rusa Sputnik.
Telam
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Bulgaria y Moldavia asestaron este fin de semana un duro revés a la Unión Europea (UE) y su expansión hacia el Este, y recordaron que la esfera de influencia de Rusia sobre los antiguos estados soviéticos no ha desaparecido.
En Bulgaria, uno de los últimos países en entrar a la UE, la aplastante victoria presidencial el domingo del independiente prorruso, Rumen Radev, no sólo cambió el color político del Estado, sino que abrió una crisis política tras la renuncia del bloque del gobierno conservador, la primera consecuencia de la derrota de la candidata oficialista.
Al mismo tiempo, en la vecina Moldavia -un país que alberga un enclave prorruso no reconocido, Transnistria, y que por ello se acercó en los últimos años a la UE- la mayoría de la sociedad eligió como mandatario a otro dirigente cercano a Rusia, Igor Dodon.
En ambas campañas, el volver a acercarse a Rusia fue una de las promesas centrales de los ahora presidentes electos.
Bulgaria
Bulgaria es el país más pobre de la UE, con un salario mínimo de 180 euros y un sueldo medio de 380. Allí Radev, un antiguo comandante de la Fuerza Aérea sin experiencia política, se impuso de manera aplastante con casi el 60% de los votos.El resultado no sólo fue un cimbronazo interno. Radev se convertirá en el primer mandatario abiertamente cercano a Moscú dentro de la UE.
Mientras seguramente en Bruselas intentarán determinar cómo los afectará este giro y cómo deben reaccionar, dentro de Bulgaria el abanico de incertidumbre que desataron las elecciones en la arena legislativa sumió al país en una crisis institucional sin precedentes desde la caída del comunismo en 1989.
El primer ministro, el conservador Boiko Borisov, presentó la renuncia en bloque del gobierno -tal como había prometido si perdía su candidata Tzetzka Tsacheva, actual presidenta del Parlamento- y, a través de un comunicado, informó a los diputados que el Ejecutivo continuará en funciones hasta la formación de un nuevo gobierno.
En otros países europeos el cambio de gobierno no supondría una crisis en sí mismo, pero la Constitución búlgara, establece que el presidente saliente, Rosen Plevneliev, no puede disolver el Parlamento en los tres últimos meses de su mandato ni convocar elecciones anticipadas.
La toma de posesión de Radev como nuevo presidente está prevista recién para el 22 de enero de 2017.
Plevneliev deberá ahora encargar la formación de un nuevo gobierno al mayor partido del parlamento, el GERB de Borisov, pero el primer ministro ya avisó que rechazará el encargo y lo mismo ha adelantado el Partido Socialista Búlgaro, la segunda fuerza política del país.
Medios locales pronosticaban este lunes que el presidente saliente intentará pedirle a otro partido del Parlamento que forme gobierno, pero si eso también fracasa, deberá designar a un gobierno técnico para que organice elecciones anticipadas.
Si esto sucede, por primera vez en los últimos 27 años, el país con la renta más baja de la UE tendrá un gobierno interino que estará controlado por un Parlamento muy fragmentado, con ocho partidos y sin mayoría absoluta.
A este clima de incertidumbre política interna, son pocos los que en Sofía pueden pronosticar hasta qué punto llevará el presidente electo su simpatía con Moscú.
Durante su campaña, Radev -un hombre de 53 años que estudió en Estados Unidos, pero más cercano a los postulados de Moscú que a los de Washington- se enfocó en la economía y las relaciones con Rusia.
Pidió que las potencias occidentales que suspendan las sanciones impuestas a Moscú por la anexión de Crimea y la intervención en el este de Ucrania, pero en ningún momento puso en duda la membresía en la UE y en la OTAN.
“¿Por qué la eurofilia debería implicar necesariamente rusofobia? Hasta hace poco, piloteaba un caza soviético. Soy egresado de una academia (militar) estadounidense. Pero soy un general búlgaro y mi causa es Bulgaria”, coqueteó Radev en sus intentos por equilibrar sus compromisos hacia la UE y la OTAN con su buena relación con Moscú.
Un discurso similar se escuchó en los últimos meses por parte del nuevo presidente electo en Moldavia, un pequeño país entre Rumania y Ucrania, que tiene más de cuatro millones de habitantes y un nuevo presidente prorruso.
Moldavia
El domingo, el líder del Partido de los Socialistas, Igor Dodon, se impuso en el balotaje con un 52,18% de los votos frente a la europeísta de centroderecha Maia Sandu, quien obtuvo el 47,1% en las primeras elecciones presidenciales directas en Moldavia.“Yo mejoraré drásticamente las relaciones entre Moldavia y Rusia. Esta relación es muy importante para los moldavos”, dijo este ex comunista de 41 años partidario de revisar el Acuerdo de Asociación -una suerte de Tratado de Libre Comercio- firmado en 2014 entre Moldavia y la UE, y una de las grandes reivindicaciones políticas del actual gobierno proeuropeo del primer ministro, Pavel Philip.
“Creemos que este acuerdo de asociación no logró mejorar la calidad de vida en Moldavia, abogamos abiertamente por la cooperación estratégica con Rusia”, argumentó durante la campaña.
Entre otras cosas, el presidente electo propone un “programa de salvación” que tiene como prioridad crear 150.000 nuevos puestos de trabajo para reducir el éxodo laboral y atraer a los moldavos que emigraron a países como España, Italia o Portugal.
También quiere que los productos moldavos regresen a su mercado tradicional: la Unión Económica Eurasiática encabezada por Rusia, y al resto del espacio postsoviético.
A diferencia de lo que puede suceder en Bulgaria, en Moldavia la victoria de Dodon no supondrá cambios inmediatos en el rumbo nacional ya que, según la Constitución de ese país, el Poder Ejecutivo reside en el gobierno, que es nombrado por el Parlamento, y las funciones del presidente son principalmente protocolares y ceremoniales.
Pero con su figura en ascenso, la llegada a la Presidencia de Dodon deja a su partido en inmejorables condiciones para que dentro de dos años intenten ganar el control del Parlamento y, por tanto, del gobierno.
Aún es muy pronto para hablar de una tendencia en Europa oriental o siquiera prever los cambios que estas victorias presidenciales podrían significar. Sin embargo, en Rusia ya festejan.
“Las elecciones en Bulgaria y Moldavia demuestran el fracaso de las campañas antirrusas en los medios (…) y que los votantes tienen su propia visión de Europa unida, en la que Rusia no es considerada como un enemigo, sino un socio”, aseguró el jefe del Comité Internacional del Senado ruso, Konstantin Kosachov, en una entrevista con la agencia de noticias rusa Sputnik.
Telam
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