Pacto por México y amnesia partidista
Génesis del desmantelamiento energético/I
Martín Esparza Flores
En la foto tomada aquel 2 de diciembre
del 2012 en el alcázar del Castillo de Chapultepec, aparecían sonrientes
y en franca alianza los entonces dirigentes del PRI, Cristina Díaz Salazar; del PAN, Gustavo Madero Muñoz, y Jesús Zambrano Grijalva del PRD, que momentos antes habían signado el Pacto por México, documento que entre sus 95 compromisos destacaba alentar una reforma energética que transformara a Pemex
en una empresa pública de “carácter productivo” que le permitiera
competir en un modelo de industria donde entrarían a subasta los
procesos de refinación, petroquímica y transporte.
Ahora, tras el anunció del incremento a las gasolinas
que ha desatado una ola de protestas sociales por todo el país y
amenaza con pulverizar el ya de sí mermado poder adquisitivo de millones
de mexicanos, los otrora firmantes por parte de la oposición
buscan deslindarse de su porción de culpa y responsabilidad histórica
por el fallido acuerdo y sus reformas estructurales, ante el riesgo de
pagar en las urnas un alto precio electoral.
Tanto el PAN como el PRD tratan ahora de
escapar de esta irreversible perogrullada cuando sirvieron de apoyo,
cada cual en su momento, a reformas como la energética y
fiscal. Imposible que ahora traten de fingir demencia pues en la
alegoría del nuevo sexenio aceptaron que varios de sus más selectos
miembros formaran parte del consejo rector que vigilaría el cabal
cumplimiento del Pacto, revisando de primera mano las reformas que ahora tienen a México en una franca debacle económica.
Poco pueden argumentar a su favor ante una sociedad agraviada
cuando olvidaron cumplir a cabalidad con uno de los tres ejes rectores
de lo que debería ser un acuerdo nacional que alentara el crecimiento
económico y generara empleos de calidad. Uno de los puntos
fundamentales, establecía: “La participación de los ciudadanos como actores fundamentales en el diseño, la ejecución y la evaluación de las políticas públicas”.
A la distancia basta recordarles a estas
fuerzas políticas de supuesta oposición que poco hicieron por escuchar
las propuestas y reclamos de grupos sociales que se opusieron a las reformas laboral, educativa y energética,
exigiendo que las mismas se debatieran de cara al país, sobre todo por
el riesgo que esta última implicaba al desmantelamiento del sector
energético y de empresas públicas como Pemex y CFE, como antes había sucedido con la ilegal extinción de Luz y Fuerza en 2009.
Sumados al igual que sus partidos satélites como el Verde Ecologista y Nueva Alianza, a la aprobación parlamentaria de las reformas dando la espalda al clamor popular, ahora tratan de dejar solos a los tecnócratas del sexenio que se empecinaron en mantener vigentes las políticas neoliberales que han terminado por quebrar a la nación. Empero, y para su desgracia, las huellas de su complicidad están por doquier y deberán compartir las culpas de esta innegable traición a la patria.
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