La lucha estudiantil a 50 años de 1968
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La protesta
estudiantil de 1968 fue detonada por una trifulca callejera, en la que
intervinieron porros y provocadores, además de estudiantes; las causas
de esa gesta son más profundas y tienen que ver con la inexistente
democracia de esa época, el autoritarismo de un gobierno que reprimía y
asesinaba mediante los cuerpos policiales y las fuerzas armadas, y la
mordaza que sufrían los medios de comunicación.
Eran tiempos en que a nivel mundial se
levantaba la voz de la juventud y los estudiantes se rebelaban contra
diversas situaciones en sociedades muy distantes y distintas, clamaban
por democracia, por derechos humanos y por libertad en múltiples formas;
siempre la libertad, una de las principales banderas de las luchas
estudiantiles.
¿Qué significa la libertad para los
estudiantes que hoy protestan tras la brutal represión del 3 de
septiembre en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)? Para
cada uno de los involucrados en las protestas previas a ese fatídico día
y para los que se involucraron después, el significado de la lucha
puede tener distintas perspectivas, pero después de un mes de paros y
marchas, en los que se han involucrado otras instituciones educativas,
se puede advertir que entre lo que claman los estudiantes está la
libertad aun a 50 años de Tlatelolco.
De acuerdo con el pliego petitorio que
los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco
entregaron al rector de la UNAM, Enrique Graue, algunas de las demandas
tienen que ver con tener suficientes profesores para no saturar los
grupos, elegir un cuerpo administrativo para ese CCH con la
participación del estudiantado en el proceso; así como el que esos
administradores realicen un manejo transparente de los recursos.
Por otro lado, le exigen que las
autoridades universitarias no prohíban las expresiones
político-culturales de la comunidad estudiantil. Debe recordarse que
antes del 3 de septiembre se dieron protestas en el CCH Azcapotzalco, en
un conflicto entre estudiantes y la ahora exdirectora del plantel María
Guadalupe Márquez. Las demandas de los cecehacheros eran sobre
mejoras académicas y anulación de cobros indebidos, que se sumaron a la
inconformidad por la eliminación de unos murales elaborados por los
estudiantes, acción ordenada por Márquez. Entonces también estamos
hablando de un reclamo de libertad de expresión.
Más allá del CCH Azcapotzalco, del
pliego petitorio sobresalen asuntos que competen a la comunidad
universitaria en todos los planteles de la UNAM, que tienen que ver con
lo que el 3 de septiembre pedían a Graue los bachilleres, también había
estudiantes del CCH Oriente y de algunas preparatorias.
Una demanda era la erradicación de los
porros de sus planteles, que fue adicionada en el pliego con la petición
de que se tomen acciones en contra de quienes desde adentro de la
Universidad y fuera de ésta los patrocinan –los porros operan como
brazo represor, agitador o disuasorio de movimientos estudiantiles, ya
sea para autoridades administrativas y académicas, o para organizaciones
ligadas a poderes políticos externas a las instituciones educativas–;
una moción que innumerables rectores y directores de las principales
instituciones universitarias públicas del país no han atendido desde
hace 50 años, porros hubo en el 68 y los sigue habiendo, el 3 de
septiembre en Ciudad Universitaria, bajo la mirada de Graue que estaba
en la Torre de Rectoría, golpearon, quemaron, acuchillaron y mutilaron a
los universitarios más jóvenes.
Otro punto relevante del pliego
petitorio, y que también fue externado antes de la brutal agresión, es
la solución al acoso, la inseguridad y la violencia que se vive al
interior de la UNAM y en sus inmediaciones. Demanda de los cecehacheros motivada
en esos días por el asesinato cometido en agosto de este año contra
Miranda Mendoza Flores, alumna del CCH Oriente, que fue secuestrada tras
salir del plantel y cuyo cuerpo fue hallado calcinado en el Estado de
México.
Desgraciadamente ese tipo de crímenes y
otros más son un problema añejo en la UNAM. Los casos de agresiones
sexuales contra universitarias son una realidad en la máxima casa de
estudios. A principios de este año se denunció el ataque a una
estudiante en los baños del CCH Vallejo, el atacante era un trabajador
del plantel. En marzo pasado, en la Escuela Nacional de Trabajo Social,
fue violada una alumna. En agosto de 2017, varias estudiantes de la
Facultad de Economía acusaron de abuso sexual a un profesor adjunto.
La violencia desatada el 3 de septiembre
y los crímenes mencionados, son una pequeña parte de la brutalidad que
se vive en la UNAM, pues en las últimas tres rectorías se han reportado
más de 300 ataques sexuales, periodo en el que la aparición de cadáveres
en suelo universitario supera la treintena.
Una profunda investigación de Zósimo Camacho sobre la crisis de inseguridad y violencia de la UNAM puede ser consultada en: Crisis en la UNAM por violencia
Es inadmisible que en la principal
universidad del país los estudiantes no puedan ejercer libertad de
expresión mediante manifestaciones culturales, es reprobable que no
puedan manifestar su inconformidad libres de la represión porril y
ante la mirada tácita del rector, pero es aterrador que en los campus
universitarios los alumnos, y principalmente las mujeres sean acosadas y
violadas.
Por lo anterior, se entiende que una de
las demandadas de los universitarios a 50 años de Tlatelolco sigue
siendo por libertad de expresión, pero además por la libertad de atender
a la vida académica sin el riesgo de sufrir un secuestro, una violación
o de ser asesinado.
Al parecer con la pronta aceptación del
pliego petitorio por parte del rector el conflicto se aminoró y se
focalizó en las demandas de los estudiantes de Azcapotzalco, falta ver
si la maniobra de Graue no fue sólo de contención y para evitar que los
reclamos escalaran hasta lograr su renuncia; esperemos que implemente
acciones que erradiquen a los porros y para proteger al alumnado más
allá de la solución de las demandas académicas y administrativas, sobre
todo en cuanto a la inseguridad y la violencia que imperan en nuestra
máxima casa de estudios.
La marcha de conmemoración de la matanza
de estudiantes en Tlatelolco será un buen indicador del tamaño del
conflicto universitario. Lo cierto es que a 50 años del 2 de octubre los
estudiantes siguen luchando por la libertad.
Roberto E Galindo Domínguez*
*Maestro en apreciación y creación
literaria, literato, arqueólogo, diseñador gráfico. Cursa el doctorado
de novela en Casa Lamm. Miembro del taller literario La Serpiente
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