Normales rurales: la batalla más dura desde 1968
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Luego de superar los 100 días, el signo de la “Cuarta Transformación” parece ser el del popular dicho mexicano Del dicho al hecho… hay mucho trecho.
Las altas expectativas de quienes desde la izquierda social fincaron
esperanzas en la campaña del candidato del Movimiento Regeneración
Nacional (Morena) hoy están, por decir lo menos, en crisis.
Los vientos transformadores que
percibieron en el candidato, hoy para muchos pueblos, organizaciones y
movimientos sociales se convierten en un huracán que se cierne sobre
ellos. La realidad social que se está construyendo no es la que
esperaban. No es que no haya cambios. Sí están ocurriendo. Muchos de
ellos, imprescindibles; algunos de elemental justicia que hay que
reconocer. Pero para algunos sectores y algunas regiones, lo que están
viendo es un resultado bizarro de lo que tenían en mente.
Uno de los casos más escandalosos es el
del Proyecto Integral Morelos. El candidato López Obrador criticó las
megaobras y se solidarizó con la población. El presidente López Obrador
ya en funciones organizó una “consulta” para justificar su cambio de
parecer y dio línea a sus huestes para que se “aprobara” la culminación
de los trabajos y el inicio de las operaciones de las termoeléctricas.
Otro es el de la imposición del Tren
Maya en tierras comunales y ejidales de toda la Península de Yucatán sin
consultar a los pobladores. Apenas simuló una “consulta” a la Madre
Tierra que le organizaron sus seguidores. Y la Madre Tierra, asegura, le
dijo que sí.
También se puede citar el caso del
corredor transístmico, un proyecto que data del porfirismo y que ni
liberales ni neoliberales pudieron emprender, ante la organización
indígena para defender sus montes y aguas. Con menos urgencia que los
otros dos casos señalados, ya trabajan conjuntamente los gobiernos
federal y estatal para imponerlo a mediados del sexenio.
Y dentro de muchos otros casos, está
también la reforma educativa. Profesores de todas las corrientes
terminaron apoyando al candidato de Morena porque se comprometió, sin
ambages, a cancelar la reforma impulsada por el alto empresariado
durante el sexenio pasado. Y hoy López Obrador llama “conservadores
vestidos de radicales” a esos maestros que le reclaman una derogación
total de la normativa y que hicieron campaña a favor de él.
Y no se trata sólo de los maestros hoy
en funciones, sino de los que están en formación; particularmente, de
los estudiantes de las Escuelas Normales Rurales del país.
Sabedor del peso histórico del
normalismo rural mexicano, el presidente “reabrió” la Escuela Normal
Rural Luis Villarreal de El Mexe, Hidalgo, cuando apenas cumplía 15 días
de haber asumido el poder. La de El Mexe es una emblemática escuela que
en otros tiempos fue uno de los pilares fundamentales de la combativa
organización que aglutina a todos los alumnos de las normales rurales:
la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM).
Había sido cerrada 10 años atrás en medio de una brutal represión.
Como decíamos, los resultados son
bizarros. En realidad, la “reapertura” de El Mexe no ha sido completa.
No porque las autoridades nombren “normal rural” a cualquier escuela se
puede considerar que en efecto se trata del proyecto educativo del
normalismo rural. La nueva escuela nació sin internado y sin los ejes
formativos que caracterizan a los estudiantes de las Normales Rurales.
Sobre los hombros de la FECSM recaerá el arduo trabajo político y
educativo –que incluirá movilizaciones en las calles– para que El Mexe
vuelva a ser realmente una Escuela Normal Rural.
El riesgo que hoy corren las normales
rurales es que desaparezcan definitivamente… sin que se decrete tal
desaparición ni se les cambie el nombre. Les seguirán nombrando como
hasta hoy pero sufrirán tal transformación que se les extirparán las
características del normalismo rural. Y sus estudiantes ya no tendrán la
formación crítica-revolucionaria que tanto asustó a los gobiernos
posteriores al de Lázaro Cárdenas y que hoy tal vez sea calificado por
el actual presidente de “conservadora vestida de radical”.
Desde Manuel Ávila Camacho y hasta
Enrique Peña Nieto el plan fue cerrarlas por la vía administrativa y de
la represión. En 1968 sufrieron el cierre de la mitad de los planteles,
con saldos indeterminados de muertos, heridos y detenidos. Después, la
estrategia gubernamental fue irlas cerrando de una en una. Por ello la
FECSM se encontraba casi en movimiento permanente: contra el recorte de
presupuestos, la cancelación oficial de su modelo educativo, los
condicionamientos de ingreso y egreso, la reducción de la matrícula
estudiantil y hasta la desaparición física de sus alumnos (a los 43 de
Ayotzinapa se deben sumar otras decenas de asesinados y desaparecidos de
varias escuelas, desde la Guerra Sucia de 1970 hasta 2018).
La mayoría de las Normales Rurales hoy
parece estar en tensa calma antes de la tempestad. La de Mactumactzá,
Chiapas, se moviliza para reabrir su internado. Pero en la reforma
educativa que se cocina en la Secretaría de Educación Pública
(SEP) –a cargo de Esteban Moctezuma Barragán y con la conformidad del
empresariado artífice de la reforma de Peña Nieto– no hay espacio para
ellas. De aprobarse tal y como ha sido planteada, los maestros rurales
no tendrán trabajo al egresar (a pesar del analfabetismo y la falta de
escuelas del medio rural mexicano). Deberán “competir” por un espacio
con los egresados de las demás normales, con lo que, en los hechos, se
omite las particularidades formativas de los normalistas rurales.
Los ejes del normalismo rural, que los
estudiantes mantienen con más vigor en unas escuelas que en otras, son:
el académico (la preparación en las disciplinas señaladas por el plan de
estudios oficial de la SEP); el productivo (capacitación en producción
en milpas, huertas, crianza de ganado y talleres de herrería,
carpintería y serigrafía); el deportivo (atletismo, natación, futbol,
voleibol); el cultural (música, danza, payasística, pintura), y el
político (la educación crítica marxista leninista y la participación en
organizaciones sociales).
Dijo el presidente que invita a debatir a
la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Siempre es bienvenido el diálogo; pero que no se quiera “debatir” si se
cumple o no la promesa que asumió cuando era candidato. Debe saber el
titular del Ejecutivo que con los maestros no se juega.
López Obrador se dice admirador de
Benito Juárez. Ojalá que al final de su mandato, la población le
reconozca –con las naturales diferencias o desaciertos y francos errores
humanos que cometa– una gestión honesta, transformadora y defensora del
país y sus poblaciones. Porque la otra posibilidad es que termine como
otro Benito, éste italiano, que gozó de amplia popularidad al inicio de
su mandato y terminó rehén de intereses extranjeros y repudiado por su
propio pueblo.
Zósimo CamachoFuente
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